viernes, 15 de marzo de 2024

 

CRISIS DE LAS CIENCIAS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA EN LOS ’90, SIGLO XX

La razón moderna latinoamericana a debate

Ángel Custodio Velásquez

Los límites del discurso moderno en América latina.

            Los paradigmas de la modernidad, las tesis de la CEPAL y su contexto de desenvolvimiento, han sido analizados desde diversas visiones arribando a conclusiones también diversas. No obstante, existe un lugar común donde coinciden todos los analistas y es el que las ciencias sociales – que sirvieron de soporte teórico a las tesis de la CEPAL - en América Latina están en crisis, a pesar de que hay coincidencias y diferencias en la caracterización de dicha crisis. Algunos autores se atreven a afirmar que se asiste a una crisis del pensamiento que nació con la modernidad, expresado en las ideas de progreso, desarrollo, prosperidad, justicia; pero que también modeló un tipo de ciencia y de criterios para validar el conocimiento, planteando la búsqueda de nuevos paradigmas para hacer lectura de lo real.

            La discusión sobre la caracterización de la crisis de las Ciencias Sociales en América Latina, se lleva a cabo en el marco de un proceso de transición entre el agotamiento del Régimen de Acumulación fordista y del keynesianismo, como su forma de regulación, a la asunción y desarrollo del Régimen de Acumulación y forma de regulación flexibles; que impactan significativamente la cultura, la política, los valores, los patrones de consumo y, por supuesto, al conocimiento.

Antes de entrar en el debate propiamente tal, es necesario conocer qué es la modernidad, el modernismo y la modernización de manera que sirva de referencia para la explicación de la crisis.

Modernidad, Modernismo y Modernización

Sobre la modernidad,  muchos autores coinciden en señalar que los albores de la modernidad – en su primera fase- tienen sus raíces en el siglo XVI y que se extienden hasta nuestros días: “Hay una forma de experiencia vital –la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la <modernidad>(Berman; 2000: 1). Las salidas propuestas irán enlazadas con las ideas de origen y de magia o divinidad” (Urdanibia, 1990: 51).

La segunda fase comienza con la gran ola revolucionaria de la década de 1790, dando lugar a la Revolución Democrático-burguesa con todas sus repercusiones. Surge un público moderno que comparte la sensación de estar viviendo una época revolucionaria que genera insurrecciones explosivas en todas las dimensiones de la vida personal, social y política. Pero, al mismo tiempo,  el público moderno del siglo XIX pudo recordar lo que es vivir material y espiritualmente, en mundos que no son en absolutos modernos. “De esta dicotomía interna, de esta sensación de vivir simultáneamente en dos mundos, emergen y se despliegan las ideas de modernización y modernismo”(Berman; 2000:3).

En la tercera fase, en el siglo XX, el proceso de modernización se expande para abarcar prácticamente todo el mundo y la cultura del modernismo en el mundo con mayores avances tecnológicos se logran triunfos espectaculares en el arte y en el pensamiento. “Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, <todo lo sólido se desvanece en el aire>”(Berman; 2000: 1). En ese mismo orden, los procesos sociales que dan origen a esta vorágine en el siglo XX, se mantienen en un constante devenir, han recibido el nombre de modernización, los cuales nutrieron, en la historia mundial, una variedad de ideas y visiones que pretenden hacer de los hombres y mujeres los sujetos y objetos de la modernización, darles el poder de cambiar el mundo que está cambiándoles, abrirse paso a través de la vorágine y hacerla suya.

Pero la modernidad en su forma más ambiciosa

“(...) fue la afirmación de que el hombre es lo que hace y que, por lo tanto, debe existir una correspondencia cada vez más estrecha entre la producción – cada vez más eficaz por la ciencia, la tecnología o la administración -, la organización de la sociedad mediante la ley y la vida personal, animada por el interés, pero también por la voluntad de liberarse de todas las coacciones(...)” (Touraine; 1998: 9) .

 

 Esto no podía ser alcanzado sino mediante el triunfo de la razón. Sólo la razón podía establecer una correspondencia entre una cultura científica, una sociedad ordenada e individuos libres. Es la razón la que anima a las ciencias y sus aplicaciones porque es también la que dispone la adaptación de la vida social a las necesidades individuales o colectivas. La modernidad es también difusión de los productos creados a través de la actividad racional, científica,  tecnológica, administrativa. Por ello la modernidad implica una creciente diferenciación de los diferentes sectores de la vida social: la economía,  la política, la cultura, la vida familiar, el arte, la religión y excluye la posibilidad que estos elementos estén organizados desde la perspectiva de su integración en una visión general. La modernidad “(...) surgirá con la idea de sujeto autónomo, con la fuerza de la razón y con la idea de progreso histórico hacia un brillante final de la tierra(...)” (Urdinibia, 1990:51) y está casi absolutamente consustanciada con la racionalización. Pero la particularidad del pensamiento occidental, en el momento de su mayor identificación con la modernidad, consiste en que ésta quiso pasar del esencial papel adjudicado a la racionalización, a la idea más amplia de una sociedad racional, en la que la razón no rige tan solo la actividad científica y tecnológica, sino también el gobierno de los humanos y la administración de las cosas; se trata de una sociedad fundada en el cálculo mediante el cual los seres humanos, en un proceso complejo y a través de sus creaciones, alcanzarían la felicidad. Esta concepción de la vida social corresponde a la filosofía de la ilustración.

Pero la ideología modernista que corresponde a la forma históricamente particular de la modernización occidental, no triunfó solamente con el dominio de las ideas de la filosofía de la ilustración “(...)Esta ideología dominó también la esfera económica, en la que tomó la forma de capitalismo, que no puede reducirse ni a la economía de mercado ni a la racionalización. La racionalización, por su parte, es un elemento indispensable de la modernidad (... )” (Touraine; 1998: 31).

La ideología modernista copó todos los continentes y América Latina no podía quedar fuera de esa lógica. En efecto, llegó un momento en que “(...) Desde la época de la conquista española, el intento de incorporar pueblos y culturas tradicionales ha sido de interés capital para Occidente. La violencia ocupa una posición central en la evolución hacia –y de- la modernidad(...)”(Hernández; 1995:112).Pero llegó en el continente suplantando lo tradicional por lo moderno, a nombre del progreso,  imponiendo una sola forma de concebir el mundo; a nombre de la libertad pero restringiendo los derechos; ofertando la prosperidad pero reduciendo los pueblos a condiciones precarias de existencia; es decir, la modernidad se enclavó en el cuerpo de América Latina con su irresuelta ambivalencia. Por eso es que la modernidad es “(...) Como la luna, tiene dos caras: la del desarrollo y el optimismo, por la expansión de las oportunidades de crecimiento y de vida mejor. Del otro lado, la del lado oscuro, los peligros de mayor inseguridad, catástrofes ecológicas, desequilibrios internacionales o inter-regionales al interior de un país(Correa Ríos; 1995: 91). A pesar de ello, la ideología de la modernización sigue presente, con la fuerza de la fe, en los discursos de instituciones regionales e internacionales, en cientistas sociales, en mandatarios de derecha e izquierda de la política latinoamericana. La diferencia, es la forma cómo alcanzar el sueño moderno. Quizás haya sido así porque “En América Latina la modernización fue un proyecto político, no una realidad con la que se encontraron los movimientos reformistas y revolucionarios de los años ’30 en adelante. El dinamismo societal no era suficiente para generar un producto interno que permitiera sacar a nuestros países del atraso. Dicho en un lenguaje de actualidad, la sociedad civil latinoamericana no tenía la suficiente consistencia para servir de motor interno al proceso de modernización, razón por la cual la sociedad política tuvo que hacerse cargo. Lo que hace crisis en esta época de nuestra historia es el paradigma con el cual se emprendió la tarea de la modernización (...)”(Salamanca; 1995: 144).¿Cómo alcanzar la modernidad? La interrogante nos pone en apuros: “nuestras sociedades deben modernizarse”,  ¿cómo?, ¿quién?, ¿por dónde empezar?, ¿cuáles son los actores?.¿El Estado?, ¿la sociedad civil?, ¿los partidos políticos?, ¿todos?; y ¿por qué tienen que modernizarse?, ¿por qué no buscar nuevos caminos?, o ¿es que estamos condenados a quedarnos entrampados en las lógicas de la modernidad? Aquí existe otra parte del reto.

La Razón Escruta El Continente.

            Sobre la crisis que exhiben las ciencias sociales en América Latina, el análisis se plantea en los siguientes términos:

            Traspolación a América Latina de la Ideología del Desarrollismo.

             Uno de los enfoques sobre la crisis de las Ciencias Sociales en América Latina es el eurocentrismo colonial el cual sostiene que los males de las mismas se remontan a sus propios orígenes, en virtud de que fueron impregnadas por la ideología del desarrollismo, traspoladas desde España en el período colonial. Los paradigmas de la modernidad al pretender ser universalizantes, perdieron de vista la especificidad de la región y se fundaron sobre la base del crecimiento económico, haciendo predominar una concepción evolucionista de la historia y la sociedad. En efecto, el concepto de ‘Sociedad Evolutiva’ que concibe la eliminación de lo ‘inferior’ en función de la conquista de lo ‘superior’, se convirtió en una ‘idea -fuerza’ en América latina, con la influencia que alcanzaron en el poder, grupos organizados militarmente y altamente influenciados por el pensamiento positivista.  Esa ideología desarrollista se encarnó en partidos políticos, instituciones de ayuda y de desarrollo (gubernamentales o no) y en el propio personal burocrático y militar de los diversos Estados nacionales. En ese sentido, los primeros impulsos modernizadores en América latina, provinieron de las oligarquías constituidas y no de las burguesías nacionales permitiendo que tanto el latifundio como todo el sistema de relaciones sociales que de ello se desprendía, pasaran a formar parte del proceso modernizador.

            Esa ideología del desarrollo, tomó la forma en América Latina de economía del crecimiento, según la cual, para alcanzar el desarrollo y el progreso, era necesario que los países pagaran un costo social. La lógica del desarrollismo orientó los proyectos políticos de la derecha latinoamericana; pero también se instaló en la izquierda política de este continente.

las izquierdas jamás intentaron romper con el dogma desarrollista, sino que lo radicalizaron en una perspectiva anti-imperialista y anti-capitalista de acuerdo con el cual el desarrollo de las fuerzas productivas, desbloqueadas por sus remanentes oligárquicos y pre-capitalistas, desatarían toda una potencialidad si es que se aplicaban las ‘reformas estructurales’ (...)” (Mires: 1993: 25).

 Es decir, la izquierda no rompía con el discurso del Capitalismo, sino que era reproductora del mismo. La diferencia entre ambas estaba en las vías para alcanzar la utopía del desarrollo levantada en Europa. Mientras la derecha privilegiaba la vía institucional, la izquierda planteaba la revolución.

            La ideología del desarrollo no se quedó en estos niveles, sino que llegó más lejos aún, fue a instalarse en los corazones de las instituciones impulsoras del progreso latinoamericano como la CEPAL y en el de los estudiosos de nuestra realidad social. En efecto,

               “ Si en América Latina hay una institución que a la vez es portadora y parte del discurso de la modernización desarrollista, esa es la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (...). Es más fácil que un sacerdote sea ateo a que un miembro de la institución científica como la CEPAL, ponga en tela de juicio nociones como desarrollo, crecimiento, modernización, industrialización (...)”(Ibidem: 45)

 

 nociones que terminaron convirtiéndose en dogmas dentro de esas instituciones, quienes las trasladaron al léxico de la Economía y la Sociología latinoamericana, difundiéndose por todo el continente.

Otras teorías que fungieron como revolucionarias, caso de la teoría de la dependencia, también estuvieron impregnadas de la lógica desarrollista: “(...) la teoría de la dependencia es la prolongación radicalizada del pensamiento cepalino en las condiciones determinadas por el deterioro de las condiciones sociales que le dieron origen (...)” (Ibidem:  55). La diferencia radicaba en que mientras la teoría de la CEPAL abogaba por una revolución industrial sin ser acompañada de una revolución social, la teoría de la dependencia intentó demostrar que los planes de la CEPAL, por ser impuestos, requerían previamente de una revolución social. Desde este enfoque, la teoría de la dependencia fue, en el mejor de los casos, un ‘cepalismo de izquierda’ que diseñó un discurso en fórmulas recurrentes derivadas de un racionalismo que convirtió a la economía ‘en un determinante indeterminado’.

            Sobre la base de estas concepciones, se edificó una Sociología, que pretendía“(...) descubrir las supuestas leyes de la evolución de la sociedad (como unidad total), en función de metas que se piensa corresponden a su naturaleza(...)”(Ibidem: 69).  Ello lleva a plantear que la liberación respecto a la idea del desarrollo, pasa por indeterminar el pensamiento social respecto a su dominación economicista.

            Traspasada por la lógica del desarrollismo, la Sociología latinoamericana no sólo se transformó en una disciplina ‘subsidiaria’ de la economía, sino también estuvo impregnada por análisis muy parciales o unilaterales de lo real.

            Igualmente,  el marxismo dogmático latinoamericano,  tampoco superó la óptica desarrollista porque “(...)se ha entrelazado con teorías del desarrollo económico. El propio materialismo histórico implicita una teoría del desarrollo cuyo eje es ‘el desarrollo de las fuerzas productivas´(...)”(Ibidem: 73). Por tanto, la Sociología no ha podido romper con sus orígenes coloniales y las instituciones científicas “(...) no han hecho más que introducir al interior de las Ciencias Sociales dogmas reguladores que primaban al interior del universo religioso, en el marco de cuya discursividad comenzó a formarse el pensamiento científico moderno”(Ibidem: 161). En consecuencia- para Mires- la Sociología de la miseria ha revelado en América latina, toda la miseria de la Sociología.

La Perspectiva de la Crisis Teórica.        

Sobre la crisis teórica:“(...)desde mediados de los ‘70 las Ciencias Sociales latinoamericanas, especialmente la Sociología, pero también la Economía, empiezan a entrar en un período de crisis teórica “(Vergara, 20). La primera manifestación de dicha crisis quedó reflejada en el cuestionamiento que hubo en el IX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) a la teoría de la dependencia en sus principales formas: 1)enfoque o análisis de la dependencia; 2) teoría de la dependencia. la inadecuación de sus análisis sobre las sociedades latinoamericanas ante la emergencia de los autoritarismos militares institucionales; dicho cuestionamiento al principal paradigma de ese período que tenía sus bases en marxistas europeos y autores latinoamericanos muy cercanos al mismo, creaba una nueva y difícil situación de vacío teórico e incertidumbre, especialmente porque no se vislumbraba otra teoría o paradigma que lo sustituyera.

            Los años ‘70 y ‘80, fueron de profunda crisis en el Norte y profusa creatividad de la epistemología en general y de las Ciencias sociales(Vergara:  22). Sostiene Vergara:

            ”(...) No hay consenso sobre la originalidad de dichas teorías respecto a las internacionales(...). Otros señalan la especificidad de estos paradigmas justamente en su capacidad de integrar dichos elementos en una nueva síntesis (Sonntag, 1988).  Pero también, “Hay quienes destacan en América Latina la existencia de un grupo de cientistas sociales y políticos retadores del status quo, cuya producción independiente ha tenido efectos localmente y más allá de las fronteras nacionales ”(Vergara, 1991:22).

            En las últimas dos décadas se ha experimentado una expansión cuantitativa de las Ciencias Sociales en la región, tanto por la cantidad de graduandos en pregrados y postgrados, como porque se experimenta un crecimiento significativo en la labor de investigación promovidas por instituciones privadas, el Estado y organismos internacionales. El Estado fue,  y sigue siendo,  la principal institución impulsora de racionalización y modernización institucional.

            Estos señalamientos grafican la incidencia que tenía el Estado para finales de los años ‘70 en las políticas de desarrollo que inclusive se hace sentir hasta en la promoción de la investigación. El keynesianismo permeó la sociedad en su conjunto. En América latina la influencia del Estado para la década antes señalada fue casi determinante en tanto llegó a ser el principal agente del desarrollo.

 Crisis de los Paradigmas.

Al respecto, existe un punto de vista que pone el énfasis en la poca posibilidad existente de pensar unitariamente a todo el conjunto de las ciencias sociales:  “(...) cuando hablamos de crisis de paradigmas en el campo actual de las Ciencias sociales, no nos podemos estar refiriendo al conjunto de las Ciencias Sociales(...) ya que no me parece que sea posible pensar unitariamente a las Ciencias sociales (...)”(Lander, 1.990: 1). Otro punto de vista,  interpreta la crisis de los paradigmas como parte de un proceso de transformaciones sustantivas de un sistema:

”(...) Si se entiende el concepto de crisis en el sentido que se le ha venido dando, esto es, como un período prolongado de transformaciones sustanciales de un sistema, tal caracterización parece correcta; en cambio, si se aplicara un significado apocalíptico o fatalista, entendiéndose que la crisis marca el final de los paradigmas, se caería en el error de desconocer su peso y su importancia en las circunstancias actuales, que están impregnadas por los procesos reales a nivel del Capitalismo mundial, latinoamericano y caribeño (...) y que son a veces difíciles de aprehender con los conceptos y las categorías en la forma en que se han manejado. (…),  la crisis parece haber engendrado cambios relevantes en el quehacer de la comunidad científica social(...)”(Sonntag, 1989: 123 y 124).

 

            Desde otro ángulo de ver el problema, se habla de una crisis de inteligibilidad y organicidad.  La crisis de inteligibilidad es entendida como la

           “(...)progresiva dificultad de las ciencias sociales para captar la complejidad creciente de lo real con sus herramientas cognoscitivas previamente consagradas; y crisis de organicidad,  entendida como la ruptura de lazo entre la producción de conocimientos y el cambio social estructural;(...) Hopenhayn,  1992: 137).

            Por otra parte, se reconoce que los paradigmas de la modernización, de la dependencia y el de la lucha de clases, perdieron capacidad explicativa en la aprehensión de la realidad del continente. Sin embargo, se han operados cambios importantes sobre todo en la producción intelectual.

            “(...)uno de los planos en el que han ocurrido más cambios en el período examinado, es el de la producción intelectual de las ciencias sociales. Además, se hizo insuficiente la capacidad explicativa de los modelos teóricos ‘totales’ -como el de la modernización, el de la dependencia y el de la lucha de clases- que se habían difundido desde los ‘50 hasta aproximadamente los años ‘70”( Calderón, 1993: 28)

            Son apreciables los matices entre estos autores.

  El Eurocentrismo Latinoamericano

            Sobre el particular se señala que,  en Europa se construyó un modelo de modernidad que fue impuesto a varios continentes durante el proceso de la conquista y posteriormente en la colonia, como un modelo universal:

              “(...) a partir de Europa se construye un modelo universalista de modernidad y modernización que dio lugar en América Latina a unas ciencias sociales(...) producto de una conciencia histórica particular -la conciencia europea- que se originó y desarrolló en el tiempo y el espacio y de ninguna manera corresponde a la conciencia humana per se(...)”(Lander,1990: 18 y 20);

 

Esta conciencia europea dio lugar a la ‘Sociología de la modernización’ que estudió la sociedad con una visión unidimensional de la experiencia de la modernidad en Occidente haciendo contrastar ‘lo tradicional y lo moderno’. De igual modo se critica al marxismo latinoamericano en tanto que éste realizó interpretaciones mecanicistas de la realidad del continente.

                  “(...)sólo vio clases en realidades que no podían entenderse si no se daba cuenta de la realidad de las etnias y relaciones sociales que poco tenían que ver con las categorías europeas con las cuales se pretendían captarlas”(Lander, 1990: 19). Con la misma lógica, “(...) el estructuralismo y la CEPAL encontraron una lamentable ‘heterogeneidad estructural’ en lugar de la debida homogeneidad capitalista”(Lander, 1990: 19).

 

Asimismo, los enfoques económicos, políticos, sociológicos, antropológicos, entre otros de los organismos internacionales, están soportados sobre las teorías señaladas. Esta lógica atraviesa a todas las disciplinas sociales.

Esta es la realidad de las disciplinas sociales actuales, en las cuales se viene utilizando un eufemismo casi indiscriminado con el cual se disimula la cruda realidad en que vive la mayor parte de la población del planeta.

Crisis de inteligibilidad y Crisis de Organicidad.

            Este enfoque ubica a la primera de ellas desde mediados de los años ’70 .La crisis de inteligibilidad se expresa en   “(...) la pérdida de vigencia explicativa y orientadora de los paradigmas: capalismo (desarrollismo en su acepción matriz), el marxismo ortodoxo y el dependentismo, resultando entre los factores que explican esa pérdida, la crisis del estado populista(...) y de sus diversas funciones como Estado planificador” (Hopenhayn;1992: 137).

 La crisis de organicidad, se evidencia en  “(...) la derrota política y cultural de la izquierda y la derrota política y técnica del desarrollismo y sus variantes nacionales, fracturaron la articulación orgánica entre la producción de conocimientos y la transformación radical de las estructuras de la sociedad(...)”(Hopenhayn, 1992:138).

            Ambas crisis también se ubican en los términos de planificación y revolución, por un lado, y crisis de racionalidades. La planificación llegó a considerarse el instrumento privilegiado del gran autor propulsor del cambio que era el Estado planificador.

            Por el lado de la revolución,  no se trataba ya de programar sino de subvertir radicalmente un orden que frenaba la racionalidad de la historia. La revolución simbolizaba la fusión del cientista social en la lucha por un nuevo orden. Planificación y revolución fueron imágenes cargadas de razón ‘moderna’: el utopismo y el iluminismo las recorrieron enteras.

            La crisis de la matriz iluminista desembocó en el cuestionamiento tanto al desarrollismo capitalista como al Socialismo estatista que tanto auge tuvo en la región en los ‘70. Ambos apostaron a la planificación normativa. Las imágenes arquetípicas de la planificación y la revolución no pueden disociarse tan fácilmente de la mitificación del progreso, de la vanguardia racional y de la modernización integradora; es decir, tanto el planificador como el revolucionario comparecieron ante el tribunal de la historia como agentes capaces de conducir la sociedad mediante un proceso de racionalización cuyo objetivo era la modernización de las estructuras políticas, económicas, sociales, culturales, vale decir, la incorporación integral de la sociedad en la dinámica del progreso o de la razón histórica.  

 Crítica a los Paradigmas de la CEPAL.

            Se crítica a los tres paradigmas que predominaron en la CEPAL durante los años ’70 y ’80. La ‘teoría de la dependencia’ identificada por contener dos corrientes en su interior: la ‘burguesa nacional’ o dependentista y la marxista (teoría de la dependencia),  conceptualizó la categoría “dependencia” como un concepto teórico de status propio.

            Ha sido la idea del desarrollo la gran obsesión del pensamiento social latinoamericano. Todos buscaban un capitalismo maduro teniendo como imagen-objetivo a los países centrales, pero con diferencias en la forma de lograrlo; formulaciones que en el tiempo se fueron cambiando. Mientras el cepalismo apuntaba a una mixtura entre liberalismo y socialismo, el marxismo ortodoxo ponía énfasis en apurar la revolución.  El dependentismo concibe el cambio como un proceso con contradicciones y características específicas dado e impulsado a partir de la inserción de América Latina en el sistema capitalista mundial.

            Crisis de lo Institucional.

             El inventario arroja que la crisis ha crecido de manera desigual, con distintos ritmos dependiendo de los países, las instituciones y las disciplinas; se ha diversificado y diferenciado ampliando las distancias en términos de tamaño, recursos, influencias, etc.

             “Hoy la actividad de investigación se ha hecho más compleja y dificultosa. primero, ella se ha desplazado en varios sentidos, no sólo ha crecido sino que lo ha hecho de manera desigual, en distintos ritmos e intensidad en los países, en las instituciones y en las disciplinas; se ha diversificado en cuanto a modelos institucionales, actividades, orientaciones, temáticas y enfoques teóricos y metodológicos, pero también se ha diferenciado ampliando las distancias existentes en términos de tamaño, recursos, influencias y prestigio; y la inserción de las ciencias sociales en las sociedades nacionales en lo que se refiere a público, tipo de actividad, resultado de la actividad de la investigación que se ha hecho más compleja y diversificada”(Calderón: 15).

            En ese sentido, los centros de investigaciones presentan algunas limitaciones entre las cuales se pueden mencionar: la fragilidad de los mismos, la dificultad del Estado para encarar políticas científicas que favorezcan la investigación; la crisis del sistema de educación superior, los ciclos de inestabilidad político-institucional; las restricciones de recursos estatales, etc.

            Las principales tendencias se pueden clasificar en: a) expresión y desigualdad, en donde se nota un crecimiento de las ciencias sociales en la región en los años ‘60 y principalmente en los ‘70 y se incrementa la matrícula universitaria, crecen los programas de pre y post-grados y las instituciones de investigación. En los ‘70 se institucionaliza la Sociología en América Latina; b) desiguales teorías y empirismo: Aquí ubica la crisis de los paradigmas y la necesidad de revisar los modelos teóricos vigentes; insuficiencia del modelo de la modernización, el de la dependencia y el de la lucha de clases y se abren aspiraciones a construir nuevos modelos.

Las Maldiciones de la Sociología Latinoamericana

Para este autor.  el problema de las ciencias sociales está en que América Latina no participó en la construcción del pensamiento sociológico del siglo XIX y ello obligó posteriormente a calcar los paradigmas del llamado primer mundo; por tanto, se considera que no se trata ni de una crisis teórica ni paradigmática,  diferenciándose de quienes así piensan. 

“Pareciera ser que una profecía maldita y cumplida se cierne sobre el pensamiento social latinoamericano. El pecado original es haber llegado tarde a la historia. Países sin nación, Estados sin legitimidad, clases sociales sin proyectos o modernizaciones sin modernidad son algunas de las paradojas que han ido configurándose alrededor del quehacer sociológico en nuestra región.(…)”. (Roitman; 1994: 1).

 

La maldición que recae sobre los pueblos de América Latina es continuada por la tradición sociológica que la acompaña.

“(...)se es maldito porque se formó parte del Capitalismo colonial en la condición de colonias y no de países colonialistas o imperiales(...) negamos el pasado de las sociedades indígenas y le devolvemos la vida sólo para corroborar las tesis que recalcan su incapacidad para impulsar las fuerzas del progreso(...); explicamos el Capitalismo colonial como un mal menor que fue capaz de poner la primera piedra para la construcción de un edificio que se asentará sobre los valores de la civilización cristiana y occidental. (Roitman; 1994: 1).

 

A partir de este instante, la función del pensamiento social latinoamericano será ir recabando información y datos que pongan en evidencia las características del pecado original de no ser europeos. Esta visión considera que ha existido una suerte de determinismo europeo en el pensamiento social latinoamericano toda vez que se mira a América Latina como el resultado casi inevitable de las lógicas europeas trasladadas al continente y un constante apego a paradigmas a partir de los cuales se hacen reinterpretaciones de nuestra historia, en ese sentido, América Latina existe como apéndice de los cambios y transformaciones que se suceden en el ámbito mundial. Nos recreamos en la subsidiaridad del pensamiento. Nuestras interpretaciones son explicaciones que se establecen por una relación comparativa con los padres fundadores de la Sociología o del conjunto del pensamiento social. La erudición y la acumulación de citas son la fuente para corroborar lo dicho. “La Sociología en América Latina se asimila, no se crea(...)”(Roitman; 1994: 6).

            En la caracterización del problema, “(...) hoy nos encontramos en una disyuntiva que no es generacional o de cambio de paradigmas, sino de educar y formar científicos-sociales con capacidad de razonar y de pensar abiertamente más allá de nuestros fantasmas interiores”(1994: 21). Además,  en los últimos tiempos se ha extendido una tendencia hacia la ingeniería social en donde lo fundamental es manejar datos, consumir teorías, recopilar información periodística, leer manuales, hacer resúmenes y rehuir a la lectura de los clásicos. Ante el cordón umbilical que ata al pensamiento social latinoamericano a los paradigmas europeos, propone educar y formar cientistas sociales con capacidad de razonar y pensar abiertamente.

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