martes, 3 de mayo de 2011

LA DELINCUENCIA: MÁS ALLÁ DE LA POBREZA

Por:
Ángel Custodio Velásquez
            A la delincuencia en Venezuela comúnmente se le ha dado una explicación  sólo desde la pobreza; la cual si bien es un factor insoslayable, los móviles que llevan a delinquir en este país rebasan la condición de pobre y se sitúan en espacios más profundos asociados a factores psicosociales;  a los valores, principios y contenidos informacionales con los que se ha venido construyendo el imaginario social venezolano desde las primeras dos décadas del siglo XX con el montaje de  un estilo de vida hedonista y consumista,  sostenido con la renta petrolera. Si la delincuencia fuese producida sólo por la pobreza, ¿cómo se explica que personas y grupos provenientes de sectores medios de la sociedad; incluso empresarios, funcionarios públicos, profesionales, entre otros, sin aparentes necesidades materiales pero con muchas carencias espirituales, se apropien de lo ajeno?, ¿cómo explicar que hijos de familias adineradas de este país que estudian en colegios hiperexclusivos y supercaros, se roben entre ellos?. Esto obliga a ampliar la visión del problema incorporando otros móviles que no se ven en la expresión  fenoménica del problema pero, sin duda,  existen.
       I.            La subjetividad de los venezolanos se ha formado con los antivalores del capitalismo
            La subjetividad de los seres humanos en la sociedad capitalista, es una síntesis aproximada de ésta, construida a través de los procesos de socialización y de  las prácticas sociales diversas realizadas en la vida cotidiana. En este contexto socio-histórico, los seres humanos se apropian de concepciones de vida; principios y valores aprendidos en la educación formal e informal; hábitos, costumbres, tradiciones, creencias que conforman patrones de vida diferenciados; formas de ver y concebir la vida, modelados por la lógica del capital y su ideología.
            En efecto, el capitalismo tiene sus bases en la producción social y en la apropiación privada del producto del trabajo de la sociedad, que hace se divida  en unos pocos que concentran las riquezas del país, y una mayoría despojada de riqueza social; se fundamenta  en la competencia y la acumulación de la plusvalía sustraída a los trabajadores manuales e intelectuales; acumular capital y maximizar, a grados inusitados, sus ganancias. Para ello, los capitalistas tienen que vender las mercancías que producen los trabajadores porque de lo contrario se genera una crisis de sobre- producción. Pero llega un momento en que una parte importante de la sociedad no puede comprar las mercancías porque su salario real ha sido desvalorizado a través de diversos mecanismos inflacionarios, que quedan casi imposibilitados para comprar su sustento para sobrevivir. Cuando esto sucede, los mercados se saturan de mercancías y se abre una tendencia a la recesión económica y a una baja de los precios. Como a los capitalistas los mueve la lógica de la máxima ganancia, la que no pueden alcanzar con una baja de precios, buscan restablecer la capacidad de consumo de la sociedad, para lo cual recurren a que el Estado mejore el poder adquisitivo de la sociedad con aumento de sueldos y/o salarios, bonos, etc.; pero fundamentalmente se apoyan en la industria  de la publicidad para inducir a un consumo compulsivo a través de la manipulación de la psique de la sociedad y, de esa manera, recuperar la tasa de ganancia y seguir reproduciendo su capital.
    II.            La industria publicitaria te obliga a consumir generando necesidades que no tienes
Para manipular la psique, los mensajes publicitarios son diseñados a partir de estudios Psicológicos, antropológicos, semióticos y sociológicos, y explotan las carencias psicosociales presentes en la sociedad como: autoestima bajo, falta de reconocimiento, status, poder, sexo, entre otras. Estas carencias, al igual que antivalores como el individualismo, la vida fácil, el inmediatismo, la viveza criolla, la violencia, las manejan articulándolas con  figuras y mensajes significativos; símbolos, según el caso. Los mensajes van dirigidos a los denominados mercados segmentados (jóvenes, adolescentes, mujeres, adultos mayores, entre otros) y son difundidos a través de los diversos medios de comunicación, sobre todo, los televisivos  a través de comerciales, novelas, series, comedias, películas, concursos de belleza, desfile de modas, comics con un gran impacto en la psique  que  hacen que la gente compre lo que no necesita y deje de comprar lo que realmente necesita. Es decir es una terrible y perversa manipulación de los seres humanos. Esto hace que los empresarios y dueños de medios acumulen grandes ganancias y  que el sector social a quien está dirigido el mensaje se desviva por comprar “lo que está de moda” porque “sale en la televisión” o es la prenda de vestir que usa tal o cual figura de la televisión.
 III.            El capitalismo es un sistema autoritario y antidemocrático
 Esto es así porque el capitalismo es un orden social autoritario, nada democrático, organizado verticalmente y en el que la apropiación privada del trabajo social divide a la sociedad en sectores y clases sociales desiguales en la que los sectores medios y bajos  tienden a imitar a quienes han acumulado riqueza, fama, poder, etc. Asimismo,  los empresarios venden más y recuperan sus ganancias y  se legitiman los antivalores del capitalismo que la sociedad asume como si fuese algo innato del ser humano. No es casual que mucha gente sostenga que el dinero lo es todo; con el dinero se puede comprar hasta el amor: “el dinero es la grasa que afloja la tuerca más dura”, cuando el mundo no siempre ha vivido teniendo como base el dinero. Este es un producto del capitalismo que, como toda producción histórica, está previsto desaparezca.
Ahora bien, ¿qué pasa con aquellas personas que no pueden comprar pero que son bombardeado constantemente al consumo?. Estas personas generalmente provenientes de sectores pobres y medios de la sociedad, se le produce una tensión entre la necesidad de consumir y la imposibilidad de no tener cómo hacerlo. Al no tener  posibilidad de obtener estos productos que simbolizan progreso, status, reconocimiento social u otra de las carencias ya descritas, que le ofertan en los medios y  centros comerciales; sufren grandes frustraciones. Muchos de ellos pasan por procesos depresivos, se aíslan socialmente y expresan sus frustraciones a través de la envidia, en actitudes de  resentimiento; lo que algunas veces se traduce en violencia hacia el otro, que se va haciendo cotidiano y “normal”.
 IV.            La frustración por no poder consumir induce a delinquir
 Muchas de estas personas al no obtener estos símbolos de status y progreso por vías lícitas, deciden resolver su frustración delinquiendo: no importa si para ello tienen que quitarle la vida a otros. Esto explica que algunas personas asesinan  para quitar unos nike, un blackberry, un carro último modelo de marca. Si la necesidad fuese calzarse, comunicarse o trasladarse robaran cualquier marca de zapato, teléfono o de vehículo. Si la necesidad fuese  alimentarse, atracaran por comida. ¿Cuántos robos, atracos o secuestros tienen registrados los cuerpos policiales  por comida o alimentos?. El móvil de la mayoría de los atracos, robos o secuestros es por dinero o para poseer los productos de status de moda en el mercado para ser reconocidos socialmente y así sentirse realizados; porque en el capitalismo la persona es valorada por lo que tiene; no por lo que es o sabe.
El fenómeno de la manipulación de la psique hace más mella aún en adolescentes y jóvenes quienes no poseen una formación sólida de valores  que les permita ofrecerle resistencia y evitar delinquir. Cuando la delincuencia se hace una práctica social exitosa ayudada por la impunidad y reforzada por el mensaje mediático y los delincuentes encuentran una manera de obtener los bienes que los realiza y  llevar una vida hedonista, se va construyendo un imaginario social en el cual delinquir “es un trabajo”. Y lo más grave: los jefes de las bandas son vistos como héroes y con respeto en el barrio, es decir, ganan ascendencia en sectores de la población, a tal punto que  se granjean a la muchacha más bonita del sector donde habitan y los niños tienden a imitar la conducta del delincuente. Asimismo, los corruptos son vistos como personas exitosas porque tienen capacidad de consumo. Robar se ha hecho una costumbre en muchos sectores y pareciera ser algo normal que no se cuestiona.
    V.            ¿Cómo ha sucedido esto en Venezuela?
Con la economía rentista que se empieza a conformar en Venezuela a partir de 1927 aproximadamente, se fue construyendo un Estado populista que distribuía la renta petrolera desigualmente: la mayor parte estaba reservada a las élites que les correspondió dirigir el país hasta 1998; mientras que las migajas quedaban para mitigar las necesidades de las grandes mayorías. Sin embargo, se había conformado una burguesía importadora que exacerbó el  traslado al país de las modas europeas, que habían alcanzado significativo auge durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco (1870-1899), compuesta por toda clase de baratijas compradas por las familias pudientes, siguiendo el sueño de “ser como Europa”. Con la bonanza petrolera el Estado populista fue acumulando una gran renta que permitió palear a punta de dinero parte de las nunca resueltas demandas de los sectores populares; aumentar y privilegiar el consumo de los sectores medios y altos de la sociedad. Se vendía “el sueño americano”, sin abandonar del todo el “sueño europeo”, como la meca de la felicidad. Esto fue conformando un imaginario del progreso fundado en la renta petrolera como sinónimo de riqueza y felicidad social. Se masificó la idea de que “somos un país rico” y, por tanto, “el Estado lo resuelve todo”. Esto llevó a una gran dilapidación de los recursos provenientes del petróleo por las élites en el poder expresado en una vida de goces, viajes de placeres y compra de cosas que no se necesitaban. A este tipo de práctica  Rodolfo Quintero le denominó la cultura del petróleo como una exacerbación del consumo;  y a Mario Briceño Iragorry, a principios del siglo XX, a llamar la atención en el sentido que estábamos adoptando “costumbres extrañas”, ajenas a las nuestras. Copiamos valores y costumbres provenientes, sobre todo,  de Francia y los Estados Unidos.
Esto tomó un gran auge en el período que va de 1960 a 1998 y, particularmente, en el primer gobierno de Carlos Andrés (1973-1978) en el que se identificaba a los venezolanos mayameros con el refrán: “ta’ barato dame dos”. Las élites en el poder, seguida por los sectores medios  de la sociedad  imitándolos, cambiaban de carro, muebles, artefactos electrodomésticos casi todos los diciembres, importándoles poco si les quedaba para comer o resolver problemas de salud. Los pobres también hicieron serios esfuerzos por copiar la vida consumista, para sentirse igualados con lo que consideraban era la alta sociedad y ser reconocidos. Se simulaba ser lo que no-se-era y se escondía  lo que realmente se-era. En ese tiempo se llegó a hablar en Venezuela de la cultura del neo-riquismo en la que las élites en el poder acumularon riquezas a través del robo y del capital especulativo.
 VI.            El Estado populista-paternal contribuyó a generar una cultura facilista en los venezolanos
Con la acción del Estado populista-paternal se fue generando un imaginario social caracterizado por el facilismo; con el cual  si no era el Estado,  era el gremio o el sindicato que le paleaba problemas a la gente sin participación de los ciudadanos. Esto fue conformando una idea según la cual cualquiera de estas entidades estaba obligada a resolver los problemas de la gente; por tanto no se asumía responsabilidad ni existía sentido de pertenencia. Era común escuchar cuando una escuela estaba en mal estado: “eso tiene que resolverlo el Estado”. O cuando alguien trabajaba mucho: “tú trabajas más que un negro”, “los ricos están completos”, etc. Mucha gente se acostumbró a obtener las cosas con el mínimo esfuerzo; a ver el trabajo no como una necesidad que dignifica al ser humano sino como una obligación; el estudio fue visto como la forma de ascender socialmente y se estudiaba para no trabajar sino “para mandar”. Este antivalor fue reforzado con el robo que hacían las élites en el poder del erario público que se reflejaba como “ejemplo” para la sociedad; y el sistema de representación (democracia representativa) en el cual los representantes asumían las responsabilidades de los representados y éstos se fueron convirtiendo en seres inmovilizados, cuasi-inútiles que aprendieron a buscar riqueza a través de la vida fácil: cómo pegar un cuadro de caballo o ganarse un billete en la lotería. Paradójicamente, los sectores pobres eran quienes más inversión hacían en juegos de envite y azar. Eso ayudó a desarrollar la viveza criolla pero también a aumentar el auge de la delincuencia.
A partir de los años ochenta con la puesta en práctica de un nuevo Modelo de Acumulación de Capital sustentado en las  convergencias  de tres tecnologías puntas: la microelectrónica, la explotación de nuevos materiales conductores y almacenadores de grandes cantidades de información; y la biotecnología;   que dieron lugar a la industria de la información y el conocimiento. Esto permitió el surgimiento de la telemática que facilitó el montaje de la industria satelital  permitiendo llevar las comunicaciones a todos los rincones del mundo.
VII.            La industria de la información profundizó la alienación del pueblo
Esta nueva industria nace en un momento en que el capitalismo vive un proceso de mayor concentración y centralización de la propiedad en el mundo lo que explica que las comunicaciones fuesen acaparadas por grandes monopolios internacionales; el  neoliberalismo alcance un elevado auge como teoría justificadora de la apropiación privada de los recursos de todos y de achicamiento del tamaño y la participación del Estado en la economía y de algunas corrientes postmodernas que en el campo ideológico y cultural,  difundieron el fin de la historia, la muerte del sujeto y de los proyectos emancipatorios; y la sobre-ideologización del ser; factores que en conjunto propagandizaron y profundizaron un goce exacerbado, vivir el hoy y aquí porque  “no hay futuro”, “el futuro es hoy”, el individualismo, la libertad individual ilimitada; es decir, vendieron un modelo de ser humano exitoso en la medida en que es propietario de bienes,  que se  realiza socialmente en un desenfrenado hedonismo y un consumo extremo de las últimas mercancías exhibidas en el mercado como símbolo de status y distinción social: prendas unisex,  afamadas marcas de ropa, cosméticos y zapatos, entre otras; pero todo esto girando en torno a un culto al cuerpo, a la apariencia personal; a una exaltación de lo estético que  contrasta con el abandono de la formación y cultivo del espíritu. Se impuso  un modelo de sujeto de poco sentimiento y amor en el cual la vida gira en torno asimismo importándole poco el otro. El metrosexualismo es hijo de este proceso.
Pero la libertad individual del credo neoliberal se llevó a grado extremo  que los referentes de verdad se relativizaron a tal punto que absolutizaron lo relativo. A partir de aquí todo puede ser verdad.  “Todo vale”. Por esta vía los parámetros éticos existentes fueron diluidos y, en consecuencia, cualquier comportamiento es justificado con frases como: “déjame vivir”, “esa es mi verdad”, ”yo soy libre”.
 También coincide en este tiempo histórico con el fenómeno recesivo-inflacionario que vive el capitalismo mundial,  que impuso la necesidad de vender más y más mercancías y servicios de una economía altamente improductiva y terciarizada, amenazada por una crisis estructural de mayor contundencia. Este proceso abarcó la década de los ochenta, noventa y se profundizó y proyectó al siglo XXI en el mundo. En el último quinquenio de este siglo, el capitalismo impuso la modalidad del unisex como una forma de ampliar sus mercados y vender más; pero también rompió  algunas fronteras entre el hombre y la mujer haciendo difusa la diferencia entre uno y otro.
VIII.            El nuevo papel de los medios
A lo largo de este proceso, los medios de comunicación convertidos en  grandes corporaciones transnacionales, cumplen nuevas funciones: los mensajes pierden el carácter social que tuvieron en épocas pasadas y se convirtieron  en mercancías que tienen que venderse y vender; pero también son portadores de un contenido ideológico reproductor y legitimador  de la lógica del capital y difusor de contenidos políticos que sintetizan las aspiraciones políticas de los dueños de dichos medios, que quieren controlar, además del poder económico,  el poder político para legislar a favor de los intereses y la hegemonía de las grandes corporaciones de medios.
Los medios de comunicación  pasaron a jugar un papel determinante en la formación de opinión pública, a través de difundir matrices  que los ciudadanos  lo convierten en “sentido común” y de tanto repetirlo, terminan haciendo suyo un discurso construido desde los intereses de  los dueños de medios. Se vive  una dictadura mediática porque los medios imponen a la sociedad realidades virtuales que nada tienen que ver con lo que sucede en lo real. Como dice Gianni Vattimo: en la sociedad de la comunicación, el mapa no se corresponde con el territorio.
Con este poder, los medios, sobre todo los televisivos, se convirtieron en los grandes vendedores de un estilo de vista consumista y anti-ético;  dividieron a la sociedad entre exitosos y perdedores. Los exitosos son los propietarios con capacidad de consumo y los perdedores son todos aquellos que no poseen capacidad de consumo. Los exitosos se venden asociados a status social, al poder y con reconocimiento, mientras que los perdedores no tienen esa distinción pero tratan de imitarlos.
Los exitosos son presentados como el modelo social a seguir por los perdedores. Ser exitoso supone poseer dinero en abundancia para comprar las marcas reconocidas mundialmente y capacidad  para financiar el goce hedonista permanente.   
Aquellas personas sin capacidad de consumo de las mercancías que simbolizan reconocimiento social, al no poder obtenerlas a pesar del bombardeo permanente  que le crea la ficción de posibilidad, sufren frustraciones y en muchos casos, por su condición, son víctimas de rechazo social.
Pero aparejado a lo anterior, también los medios despliegan una programación sobrecargada de violencia, consumidas por niños y adolescentes, que  inducen a  comportamientos violentos. En general, los programas considerados de diversión son portadores de gran contenido violento que son vistos por la sociedad como algo normal, sumado a los deportes llamados de alto riesgo, han llevado a una pérdida de valor por la vida. La violencia se convirtió en el plato de todos los días y la vida no es difícil exponerla en cualquier esquina.
Un ser humano con una cultura facilista, inmediatista, individualista, sin referentes éticos y sin reconocimiento social pero asediado por la brutal y permanente incitación al consumo y al goce ilimitado; pero sin posibilidad de hacerlo por la falta de recursos, se ve en la necesidad de buscar  otras vías para obtenerlo. Eso ha llevado a muchos jóvenes y adultos a delinquir. Y luego la acción de delinquir como práctica social, se hace un oficio que va convirtiendo al sujeto en un delincuente sin escrúpulo para alcanzar sus fines. El fin determina los medios: si hay que asesinar a alguien para despojarlo de un celular o de un calzado  de marca, se hace. El sujeto no responde a lo pautado en la ley, a normas éticas, o a los convencionalismos sociales, sino a los códigos de la organización a la que pertenece y a sus propios motivos. El oficio hecho con éxito realiza al delincuente y lo reafirma. “En algo” es exitoso y su éxito vale tanto para él como el de cualquier profesional. Él también se ha hecho profesional de su oficio. Ahora convertido en héroe y con la recompensa en mano fruto de su “trabajo”, puede acceder al consumo promovido por el mensaje mediático, pero también gana  reconocimiento. Cada acción exitosa lo ratifica en su oficio lo que a la larga se convierte en un modo de vida. Cuando esto sucede las propuestas deportivas, culturales u oferta de trabajo se hacen insuficientes porque ya el delincuente encontró su forma de vivir.
Resumiendo: el capitalismo promueve a través de los medios de comunicación social un tipo de vida consumista para vender sus mercancías y maximizar las ganancias, al cual tienen acceso las élites de poder pero que están negadas para la mayoría de la sociedad que apenas tiene para sobrevivir; lo que lleva a algunos sectores a delinquir para acceder a las marcas de distinción promovidas.
De esta manera, se ha constituido en Venezuela, históricamente, una delincuencia endógena. Sin embargo,  en los últimos tiempos se ha agregado un tipo de delincuencia foránea como el secuestro exprés y el sicariato proveniente  de Colombia. Este tipo de delincuencia  es promovida con fines políticos en el sentido que es magnificada   por los medios de comunicación social para tratar de hacer ver al gobierno como ineficiente ante este flagelo. Y todo ello forma parte de un plan que busca salir de Chávez al precio que sea.
Como es notable, la delincuencia en el país tiene un origen multifactorial que aconseja ser abordada con una visión integral y con una nueva praxis social cotidiana para ir avanzando en la construcción de una nueva subjetividad y un nuevo ciudadano. En tal sentido, se proponen a continuación algunas ideas que pudieran contribuir a tal fin:
En lo inmediato:
1.      Promover una ley que reoriente y regule la publicidad hacia la promoción de valores, hechos históricos, nuestras bellezas naturales, iconos del deporte y la cultura. Las instituciones y empresas del Estado deben empezar dando el ejemplo.
2.      Diseñar micros en los cuales se promocione el trabajo como vía para mejorar la calidad de vida y auto-realización del ser humano, como contraparte al facilismo. Asimismo, se promocione el valor que tiene la vida de cada ciudadano venezolano (sobre todo la población joven) para el país. Estos micros deben ser parte de una política permanente de todos los días difundida por los medios del Estado.
3.      Diseñar  micros dirigidos al hogar que destaque la responsabilidad de los padres en la formación en valores y principios hacia los hijos desde temprana edad; y refleje al niño rechazando la delincuencia como vía de ascenso y reconocimiento social.
4.      Poner mayor énfasis en el trabajo de inteligencia contra las bandas con miras a su desmembramiento.
5.       Profundizar la formación psicosocial y humanista de la nueva Policía Nacional.
6.      Combatir la impunidad sobre los actos delictivos y, particularmente,  la corrupción como antivalor.
7.      Establecer un mayor control sobre cierta opulencia que se estila en la vida de algunas instituciones del Estado.
A mediano y largo plazo:
1.       Incorporar a los programas de formación de todos los niveles educativos, poniendo énfasis en la fase de preparatoria,  primaria y secundaria, la enseñanza de valores y principios de un humanismo colectivo no sólo desde el punto de vista informativo sino, sobre todo, formativo a través de juegos cooperativos y el trabajo colectivo en el desarrollo de los proyectos de aula y productivos.
2.      Profundizar  la cultura del trabajo como vía para alcanzar calidad de vida.
3.      Promocionar la vida, desde la Escuela, como un valor supremo y la dignidad como un principio emancipador.
4.      Impulsar programas de formación permanente en las comunidades: “Construyendo Ciudadanía” combinándolas con jornadas colectivas voluntarias de recuperación de espacios públicos, reparación de infraestructuras, compartir, etc.  con miras a bajar los índices de violencia.