sábado, 29 de octubre de 2016

POBREZA SUBJETIVA Y ESTADO PATERNAL

Por:

Ángel Custodio Velásquez

Comúnmente los estudios realizados conciben la pobreza como ausencia de bienes materiales de vida en la persona, la sociedad o el país; o en todos juntos, debido a que la cultura Occidental nos ha formado para privilegiar la materia: lo cuantificable, pesable o medible, por sobre lo subjetivo. Eso nos hace ser  altamente visuales por sobre otras cualidades que se pueden desarrollar a partir del uso más a menudo de los demás sentidos.

Ahora bien, la ausencia de bienes, sin soslayar  las privaciones que sufren las mayorías en el capitalismo,  es un resultado que, en gran medida,  deriva de algo que trasciende lo material,  se localiza en el plano de lo subjetivo del ser humano y se expresa, muy a menudo, en la imposibilidad que esgrime mucha gente para producir su vida material,  construir sus condiciones de existencia y alcanzar autonomía como sujeto social y no depender tanto de otros. En otras palabras,  el aparato psíquico construido socialmente no le permite  accionar para hacerse dueño de su vida y así evitar que otros se la direccionen. Esta situación si bien está muy presente en buena parte de nuestros jóvenes, también  es extensiva a grupos no menos numerosos de adultos.

            Lo antes señalado pudiera tener explicación por el conjunto de  valores con los que se  construye  el imaginario de progreso, prosperidad, felicidad, la forma de buscar “ser alguien en la vida” de los niños y adolescentes durante el proceso de socialización en el cual fueron formados por los padres en el hogar; los maestros en la escuela y por el discurso hegemónico legitimador del  reino del capital, en la sociedad  donde viven.  Hay  otros elementos influyentes en el imaginario, pero los mencionados tienen un peso determinante en tanto que los padres y maestros, por lo general,  son reproductores del discurso dominante. En efecto, los valores con los que niños y adolescentes fueron socializados, serán esos mismos valores que ellos esgrimirán y los mismos que  orientaran sus vidas. La calidad de los  valores recibidos modelará el tipo de comportamiento ante  la vida.
 En consecuencia, un adolescente que desde niño fue acostumbrado por los padres a no decidir ni siquiera sobre la ropa que usa, a no participar de manera protagónica  en los quehaceres del hogar,  no  opinar sobre lo que acontece a su alrededor, a que se acostumbre a recibir todo lo que pida, a ser sustituido por otros en sus responsabilidades, a lograr las cosas con el mínimo esfuerzo; si no es motivado a desarrollar sus capacidades manuales e intelectuales; si no se le reconocen sus logros y, por el contrario, es víctima de la crítica despiadada y reiterada cada vez que comete un error; si no tiene una relativa autonomía para su auto-realización;  si se acostumbra a recibir todo fácil y sin saber el esfuerzo invertido por sus padres para obtenerlo; si no se le enseña la cultura del ahorro y la honestidad y si se  le dibuja un mundo  de ficciones, se les carga de expectativas inalcanzables, entre otras cosas, probablemente ese adolescente, por la crianza recibida,  será un adulto con un aparato psíquico que lo hará ver la vida fácil, inseguro, sin iniciativa para resolver problemas y temeroso para tomar decisiones. Podrá llegar a viejo pero difícilmente podrá ser hombre o mujer; porque ser hombre o mujer no basta con ser macho o hembra; es una graduación que se va construyendo a lo largo de la vida cotidiana; resolviendo y materializando el proyecto de vida, si lo tiene. Un ser humano con estas características se hace dependiente de otros que pueden ser los padres, otros familiares  o los  amigos y, en ausencia de éstos, pudiera ser  el Estado. Para ellos,  todo es difícil. Hasta las cosas más sencillas  y, por lo general, se  rinden ante cualquier dificultad,  hasta hacen crisis que, en algunos casos, se vuelven frustraciones.
            Por el contrario, un adolescente que desde niño fue acostumbrado a tomar decisiones, se le inculca la cultura del trabajo y a asumir la responsabilidad de sus actos; a ganarse las cosas, recibe reconocimiento de sus logros,  participa en los quehaceres del hogar y a resolver problemas; se le motiva al trabajo en equipo y a ser  cooperador, honesto,  a practicar el ahorro  y  ser solidarios, entre otras cosas, será un adolescente seguro de sí mismo y sería un ser humano con relativa autonomía para construir su proyecto de vida.
            Si bien la formación no depende de clases o sectores sociales, el primero de los casos aquí planteado,  se puede conseguir con relativa abundancia en jóvenes pertenecientes a hogares de sectores medios de la sociedad; los cuales, en buena parte, sus padres llevan una vida esquizofrénica y de muchos simulacros: aparentan ser ricos pero viven como pobres y odian,  con la fuerza de los templos,  la pobreza porque aborrecen llegar  a ser pobres,  aunque por la lógica del capital esa es la tendencia histórica. Con estos valores enseñan a sus hijos; y estos, formados así,  pueden acabar con una fortuna en muy corto tiempo por el deseo del disfrute desenfrenado, el derroche y el deseo de simular ser rico y, por esa vía, buscar reconocimiento del otro.
            El segundo de los casos, existe en todos los sectores sociales, pero tiene mayor presencia  en los hijos de campesinos y de obreros ya que, por la necesidad de sobrevivencia, tienen que trabajar, en muchos casos, desde temprana edad; y el trabajo,  que es el medio expedito de lograr mejores condiciones de  vida y de auto-realización personal,  dignifica al ser humano. Es en el trabajo, entendido en su sentido más amplio, en un hacer consciente, que el ser humano descubre sus cualidades y potencialidades como sujeto.
De aquí  se infiere que no basta con poseer bienes materiales si no se tiene conciencia histórica de lo que se posee.  Se puede ser pobre aún teniendo la mayor cantidad de  riqueza. Por ello tiene razón aquel hombre que dijo una vez: conocí un hombre pobre, pero tan pobre que lo único que tenía era dinero. Es distinto un ser humano pobre a un pobre ser humano. Por el contrario, un ser humano no puede tener circunstancialmente bienes materiales para llevar una vida digna, pero puede ser un ser humano con una conciencia y un aparato psíquico que lo puede desarrollar a plenitud  con el trabajo y, a partir de allí, alcanzar cualquier meta que, con esfuerzo, tenacidad y perseverancia,  se establezca en la vida. Un ser humano en estas condiciones puede alcanzar los bienes materiales necesarios para vivir dignamente.
 De todo lo señalado, se puede afirmar que la pobreza, en última instancia, es subjetiva y de ninguna manera  se mide por la  posesión o no  de bienes materiales. Se debe medir por la capacidad de autogestión y autodeterminación de los seres humanos en sociedad y esto es una construcción histórica combinada con formación teórica tendiente a develar la inhumanidad del capitalismo y políticas públicas orientadas con ese propósito, como única posibilidad cierta de avanzar hacia la construcción de  una sociedad nueva.
Esto último está asociado al papel que pueda asumir el Estado. En una sociedad como la nuestra con un imaginario colectivo con predominio de los antivalores del capitalismo: paternalismo, facilismo,  consumismo,  presentismo, cortoplacismo, hedonismo, entre otros, el papel del Estado debe estar dirigido a promover una cultura de trabajo orientada a toda la sociedad pero particularmente a los niños, como móvil para ascender socialmente; a crear las condiciones materiales y subjetivas para que la gente  pueda ganarse la vida por esfuerzo propio vía trabajo e impulsar planes de formación permanente en los cuales se develen los mecanismos de dominación-persuasión utilizados por el capital  para poner a la gente a repetir su discurso y  hacer creer que su oferta es la única forma de vida que ha existido y existirá por siempre. El capitalismo es una forma de vida que así como se fue construyendo desde el siglo XVI hasta la actualidad, así también desaparecerá en el siglo XXI por todo el malestar que ha acumulado en su interior y su lógica interna que, entre otras cosas, ha depredado a la naturaleza utilizándola como recurso finito, que ha llevado a que hoy la tierra tienda a hacerse un planeta invivible si no se detiene a tiempo la destrucción que se hace de ella.
Igualmente, en la educación,  desde primaria hasta finalizar la educación diversificada, debe incorporarse asignaturas que promuevan el trabajo creador. En ese mismo orden de ideas, los medios de comunicación del Estado deben construir contenidos mensajísticos orientados a promover una cultura del trabajo y combatan el facilismo y los juegos de azar. En esta misma idea, debe persuadirse a los medios de comunicación privada y empresarios a construir sus comerciales promoviendo los héroes de la patria, las bellezas de nuestro país, referenciar las figuras deportivas y culturales que tenemos bastantes, entre otras cosas. No puede ser que los contenidos mensajísticos de la televisión venezolana estén construidos para conquistar el inconsciente colectivo de los venezolanos y las venezolanas. Porque  después que los mensajes se alojan en el inconsciente, éste domina a la persona, como lo sostiene Carl Gustav Jung,   a través de las pulsiones del cerebro, como señaló Sigmund Freud. Por ello, lo peor que puede hacer el Estado es promover el paternalismo y el facilismo a través de la regaladera de cualquier bien. A los venezolanos y venezolanas que necesiten cualquier bien  que requiera recurrir al Estado, éste debe ponerle facilidades de pago y no regalarlo por aquel refrán que dice: lo que no nos cuesta hagámoslo fiesta.
La construcción de una nueva sociedad que atraviesa una peligrosa crisis ética en expansión; que supone construir un nuevo ser, se necesita de mucho esfuerzo manual e intelectual y claridad política de la mayoría de la sociedad; se requiere de superar la pobreza subjetiva con conciencia revolucionaria. Y eso no se logra con facilismo ni paternalismo a nombre de la ideología que sea. Se logra con un hacer consciente transformador, unidad y trabajo poniendo en tensión  todas las fuerzas y  potencialidades de la sociedad. Por ello, la construcción del socialismo es un problema de todo el pueblo no de élites liberales preclaras. Repetir esta experiencia ya fracasada en Europa nos llevaría a la construcción de un modelo de socialismo desarrollista, vía industrialización y uso de la naturaleza como recurso. Debemos echar mano a la nueva ética socialista del Plan Estratégico Simón Bolívar y el Objetivo N° 5 del Plan de la Patria, 2013-2019, como parte del legado de Chávez, para de verdad contribuir a salvar a la humanidad de la catástrofe que lleva adelante el capitalismo delincuencial  hoy dominante en el mundo.

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