CRISIS DE LA HISTORIA Y SU
ENSEÑANZA EN LA EDUCACIÓN VENEZOLANA
Ángel Custodio Velásquez [i]
RESUMEN
La conformación del sistema-mundo capitalista a
partir del siglo XVI, perfiló un mundo complejo movido por grandes cambios y transformaciones, de
ordenamientos y reordenamientos de las relaciones de poder en el sistema global,
trastocó la sociedad, la ciencia, la
academia y puso en crisis a la razón
moderna, la ciencia, a la Historia y los paradigmas con los cuales
se ha producido conocimiento y se ha enseñado la historia en Venezuela. Esto ha
llevado a una situación de serias dificultades en tanto afecta la memoria histórica y nuestra
identidad como nación. Esta investigación aborda esta problemática y se planteó
como objetivo: indagar las razones que
han conducido a la crisis actual de la disciplina de la Historia y su enseñanza,
en Venezuela. Es una investigación de
campo apoyada en la teoría crítica y el método de la totalidad concreta,
examina fuentes documentales y testimoniales a través de análisis semiológico
del discurso y usó la técnica de la entrevista a los protagonistas involucrados
en el hacer histórico. Se expone la construcción de la Historia en el
sistema-mundo capitalista, su crisis y la de su enseñanza en Venezuela, se arriban
a conclusiones y se finaliza con algunas recomendaciones.
PALABRAS CLAVES:
Crisis, Historia, enseñanza de Historia, modernidad, colonialidad
INTRODUCCIÓN
El mundo actual es harto complejo, transversalizado por cambios que en sus tensiones han afectado
a las sociedades en su integralidad, induciendo nuevos ordenamientos y
reconfiguraciones en la geopolítica mundial, con incidencias sustantivas en lo
regional y lo local. Estos cambios también han trastocado al Estado, las
relaciones de poder entre los grandes centros de decisión y la periferia; las ciencias,
la producción de conocimiento y el modelo de academia que aún predomina en
las universidades del continente
latinoamericano y caribeño. Ello ha planteado nuevos retos y desafíos en la
educación de los países; y s formas de producir y transferir conocimientos.
Venezuela, como parte de este complejo entramado, ha sido incidida en su devenir, generando transformaciones sustantivas en todos los órdenes. En arreglo a ello, el
modelo educativo predominante debe transformarse a fin de superar los déficits
que experimenta con respecto a la necesidad de construir nuevos referentes
teórico-epistemológicos para producir conocimiento que contribuya a descolonizar
el pensamiento de la herencia colonial aún presente en nuestra sociedad, como
parte de la crisis de la episteme moderna.
Es aconsejable hacer una revisión
de los programas de Historia y su enseñanza,
en educación media y
universidades, toda vez que esta
disciplina científica entró en crisis, al igual que las ciencias
sociales y humanísticas en el continente, en tanto ha sido construida y
reconstruida desde las corrientes de pensamiento que nacieron en la modernidad,
con el pensamiento de la ilustración, que ha contribuido a la edificación de una sociedad fundada en el pensamiento liberal:
individualista, egoísta, competitiva, ocultadora de la realidad
histórico-social y apologista de la invasión europea al continente
latinoamericano y, particularmente, a Venezuela en 1498.
De igual forma, la enseñanza de la
Historia, hasta el momento, guiada por
el pensamiento positivista, ha servido para memorizar fechas, hacer apología a
héroes individuales; estudiar batallas, invisibilizar a los pueblos nativos
ancestrales, estudiar hechos aislados e inconexos y sin contexto, privilegiar
lo foráneo por sobre lo nuestro, lo que
ha resultado en un ocultamiento de nuestro proceso histórico que, en su conjunto, contribuye al apatridismo
y desprecio por lo nuestro, ausencia de identidad nacional, y facilita que, en la era de la información y
el conocimiento, nuestra población esté más expuesta a los procesos de manipulación mental
a través de la guerra psicológica y la transculturación-mundo.
Por lo demás, este tipo de Historia, resulta altamente rechazada por una
franja importante de los estudiantes, en momentos en que se busca
hacerla una herramienta que
apuntale nuestra identidad nacional y la construcción de un tipo de Estado al
servicio de los intereses de las mayorías y la descolonización de la memoria; y no para
reproducir el eurocentrismo-occidentalismo civilizador-colonizador. Por lo señalado, la presente investigación busca:
indagar las razones que han llevado a la crisis actual de la disciplina de la
Historia y su enseñanza en Venezuela.
Se trata de una investigación de campo abordada desde la
perspectiva de la teoría crítica que asume el conocimiento como insumo para la
transformación social. Se apoya en el
método de la totalidad concreta que
concibe el objeto de investigación como
“(…)la síntesis de múltiples determinaciones; por tanto, la unidad de lo
diverso” (Marx).
Desde el punto de vista metodológico, se hizo
ejercicio hermenéutico a textos y se realizaron entrevistas a investigadores; a
profesores que enseñan Historia y a estudiantes de post-grado que se forman en
Historia, con un cuestionario semi- estructurado y con preguntas abiertas. A
estas entrevistas se les aplicó análisis semiológico; se cruzaron las
respuestas con la experiencia del autor quien tiene más de 12 años trabajando
con esta asignatura a nivel universitario, pre y posgrado, y finalmente, se hizo
un conjunto de reflexiones finales, a manera de síntesis conclusiva, y algunas
recomendaciones.
Esta investigación pudiera contribuir a develar la visión fragmentada, descriptiva, anecdótica,
simplista; unilineal (causa-efecto), bi-lineal (doble causa- efecto) epopéyica,
cronológica, heroicista y axiológicamente neutra del conocimiento histórico que
se produce y enseña en las universidades venezolanas; así como también a entender nuestra historia inmediata que se
ha producido en un mundo que se hizo más complejo; sobre todo, por el impacto
que han tenido y tienen las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC)
en la sociedad y en los sujetos; principalmente desde los años ochenta del
siglo XX en adelante, que han contribuido a
modelar nuevas prácticas sociales e imaginarios colectivos
en nuestros pueblos. Existen pocos estudios, similares y afines, sobre la enseñanza de la Historia a nivel universitario en Venezuela. Los
trabajos existentes están circunscritos fundamentalmente, a estudios de secundaria.
Configuración del
sistema-mundo capitalista, ciencia y capital y vicisitudes de la Historia,
siglo XIX-XX
Para finales del siglo XV y
principios del XVI en Europa, se empezó a configurar el sistema-mundo capitalista, sustentado en
la razón moderna derivada del pensamiento iluminista, con su máxima expresión
en la ciencia, que construyó una concepción lineal de la historia y dio lugar a
la idea de progreso según la cual las sociedades devendrían de estadios
inferiores a estadios superiores, los
seres humanos alcanzarían el bienestar social a través de la aplicación de los
conocimientos alcanzados por la ciencia, la praxis de un “hombre moral”, la modernización
de los países y un crecimiento económico sin límites para lograr el bienestar y
el desarrollo. Todo ello guiado por las tesis liberales que facilitaron el
proceso de industrialización en Inglaterra (1750-1760) y las democracias-burguesas
representativas en Francia, a partir de 1789. El proceso en lo adelante es como sigue:
- Las tesis liberales del siglo XVIII se complementaron con el pensamiento
positivista del siglo XIX que concibió el conocimiento científico, guiado por
un método, demostrable y verificable, como la
única forma de producir
conocimiento válido, quedó reservado a una élite vinculada al poder del
capital. Esta corriente que nació y tuvo su aplicabilidad en
las ciencias físico-naturales (Química, Física, mecánica, Biología, entre
otras), fue trasladada con sus teorías, leyes
y cuerpo categorial, conceptual y metodológico a las ciencias sociales. En
la Historia, el positivismo hizo primar las pruebas, la objetividad, neutralidad
axiológica y el documento, desvalorando otras fuentes e interpretaciones desde
otras perspectivas filosóficas.
- Con
esta impronta, la expansión del capital
y de las revoluciones democrático –burguesas; el fortalecimiento del Estado
liberal-burgués-iluminista y los procesos de industrialización en el siglo XIX, se impusieron unas ciencias sociales que, al hacerse hegemónicas desde
el poder (Foucault, 1995), se asumieron portadoras exclusivas de la verdad
sobre la realidad histórico-social; esto es, cumplieron, el mismo papel que
jugó la teología cristiana en la legitimación del dominio colonial, y mediante
la naturalización y cientifización de la cosmovisión liberal individualista y
posesiva; asumieron la sociedad de
mercado como el único orden social posible (Lander, 1985). La ciencia moderna ha
respondido a los intereses de la clase
social que emergió del régimen feudal,
en la medida en que el pensamiento teológico, fue suplantado por
un conocimiento basado en la razón moderna y la hegemonía de la burguesía como
clase social dominante.
- Hacia la primera mitad del siglo XIX, empezó a predominar el cientificismo
positivista y su método hipotético-deductivo en la ciencia. A partir de este
momento, las ciencias sociales
desempeñaron un papel activo en la conformación del modelo de sociedad de
mercado por la vía de la academia y las políticas que se derivaban de sus
proposiciones normativas. Ello condujo
a que se construyera una conciencia social enmarcada en una lógica
ceremonial, operando dentro del marco de referencia recibido, un aparato de
regulación prescrito que protegió el privilegio de los dueños del capital, la
censura metodológica triunfó a nombre del rigor académico y la neutralidad
axiológica. Los cambios y la disidencia fueron aceptados dentro de los límites de ese modelo, lo
que llevó a una naturalización del capitalismo
liberal como la única forma de vida posible en la que, a lo sumo, se
admiten reformas pero sin alteraciones sustantivas del modelo; y en
la academia, las ciencias sociales
positivistas se erigieron como la forma hegemónica de producir conocimiento
social, derivando unas relaciones
sociales histórico-concretas, una cultura y
un sistema jurídico-político regulador del orden social, que justifica y legitima la sociedad guiada por el liberalismo
como visión del mundo.
- Orientada con la filosofía positivista, la disciplina de la Historia
quedó para describir hechos
desvinculados entre sí; estudiar
Estados, batallas, héroes, instituciones. De esta manera, se universalizó una
Historia Universal hegemónica construida a partir de los acontecimientos y
centros más dinámicos de Europa, difundida allende los mares, a través de los
procesos de invasión y colonización a otros continentes como necesidad de
expansión e internacionalización del capital: la Historia producida en Europa; caracterizada por ser una historia cronológica, objetiva,
axiológicamente neutra y apolítica, primó por sobre otros enfoques
epistemológicos.
- Las historias particulares de los
demás países debían estar determinadas por esa Historia Universal, como expresión
local de la misma. Las historias de los países periféricos, invadidos y
sometidos por las fuerzas del capital, fueron subalternizadas e ignoradas. La cosmovisión
europea fue impuesta a los países invadidos y colonizados a través del Estado
liberal-burgués-iluminista.
- Así, la episteme construida en Europa, se le impuso a Nuestra América y
a Venezuela, a través de los procesos de invasión y colonización y fue extensiva al ser, el poder y el saber.
Hubo una colonización epistemológica. Esa impronta fue reforzada en la colonia;
pero llevada a niveles más elevados a partir del momento en que Nuestra América
se articuló al mercado mundial a mediados del siglo XIX en el marco de una nueva División Internacional del Trabajo,
de donde surgieron nuevas formas de sujeción del continente a los dictados del capital y a las creaciones
intelectuales de Europa.
- De allí que, a lo largo del siglo XX y parte del XXI, el conocimiento
histórico hegemónico producido en Venezuela, se ha caracterizado, mayormente,
por ser: fragmentado, cronológico, epopéyico, anecdótico, aséptico, descriptivo-comprensivo
pero no develador y ha servido para justificar la colonización, el reino del
capital, a la sociedad liberal y sus líderes, a lo largo del tiempo. Con esta
misma visión se enseña la historia.
- En este proceso, la sujeción del continente a los grandes centros de
poder europeos cada día fue mayor. “Hasta
el siglo XIX Europa centralizó en su propio espacio las relaciones entre
capital y trabajo asalariado, y en torno de ellas se articularon las demás
formas de trabajo en el resto del mundo y, en consecuencia, las relaciones
entre Europa y los demás pueblos del planeta” (Quijano: 2000, 21). A la profundización de la subalternización de
los países del continente a Europa, le correspondió un avance en la dependencia
política, cultural y militar de los mismos, que se extendió al campo epistemológico.
Se fue configurando en el continente americano el denominado “sueño europeo”
que pervivió aproximadamente hasta
después de la segunda década del siglo XX, coexiste desde la segunda mitad del siglo XX
con el “sueño americano” con la que aún
persiste con fuerza en muchos cientistas sociales, instituciones
internacionales y nacionales, sectores sociales y mandatarios, en el continente.
- Con la expansión hacia Nuestra América y Venezuela, Europa se
hizo también el eje de la elaboración intelectual de la experiencia colonial
/moderna del conjunto del sistema-mundo capitalista. El resultado de todo ello
fue el eurocentrismo-occidentalismo, una perspectiva de conocimiento tributaria
por igual de las necesidades capitalistas del “blanco” propietario, como parte
constitutiva del capital; como superioridad natural, siguiendo la naturaleza
del ser aristotélica. La élite que logró la hegemonía política y económica
también impuso su cultura y las bases regulatorias de la sociedad. En ese orden
de ideas, se negó
“(…)
la coexistencia en el tiempo y el espacio de diferentes formas de producir
conocimientos, crea un doble mecanismo
ideológico. En primer lugar, al no compartir el mismo tiempo histórico y vivir
en diferentes espacios geográficos, el destino de cada región es concebido como
no relacionado con ningún otro. En segundo lugar, Europa/ Euro-Norteamérica son
pensadas como viviendo una etapa de desarrollo (cognitivo, tecnológico y
social) más ‘avanzada’ que el resto del mundo, con lo cual surge la idea de
superioridad de la forma de vida occidental sobre todas las demás. Así, Europa
es el modelo a imitar y la meta desarrollistera (y sigue siendo) ‘alcanzarlos’.
(Grosfoguel, 2005: 15)
-
En el siglo XX, Nuestra América se articuló a los Estados Unidos con la
implantación del modelo de sustitución
de importaciones, después de la II Guerra Mundial y al Modelo neo-liberal
inaugurado por el gran capital transnacional a partir de los años 80’ del mismo
siglo y la configuración de un gobierno planetario con hegemonía hoy en el
mundo. Con este proceso, terminaron de complementarse el pensamiento
de la ilustración, el credo liberal y la
filosofía positivista y, como un todo articulado, profundizaron unas ciencias
sociales legitimadoras de la sociedad liberal elitista, individualista y
apologista del libre mercado.
-
Mientras tanto, en la
disciplina de la Historia se entronizó, como consecuencia y heredera del cuerpo
teórico-metodológico de las ciencias físico-naturales, el positivismo; el cual se centró en el conocimiento basado en la experiencia de orden y progreso y evitando lo negativo
(conflictos y revoluciones. Se le dio relevancia a las pruebas,
la objetividad, la neutralidad axiológica y el documento, como criterios de
verdad, desvalorando las interpretaciones desde otras perspectivas filosóficas.
En ese sentido, Vallenilla (1991), señala que:
“Las principales ideas que
conforman el paradigma positivista surgen del celebrado binomio “orden y
progreso”, siendo el orden el medio necesario para alcanzar la meta del
progreso. Se considera, en primer lugar, un “etapismo determinista”. Se parte
de la “convicción de que la humanidad marcha en su historia a través de etapas determinadas”,
pero también que cada etapa se encuentra “determinada”, por así decirlo, por
los factores objetivos que la conforman. Mientras estos factores objetivos no
cambien, no será posible pasar a una etapa superior en términos de su
complejidad orgánica (XXX)”.
- La idea del orden y progreso[1]
fue extensiva a todo el continente latinoamericano. Todavía en la bandera de
Brasil se puede leer esta inscripción. La
segunda consideración del positivismo, siguiendo al autor mencionado, es la que sigue:
“(…) una sociedad no avanza por
saltos. El evolucionismo positivista no trata una revolución como un momento de
ruptura, sino como “un momento de aceleración de la evolución” que permanece
condicionado por las fuerzas de continuidad inherentes a todo cuerpo social.
Son estas estructuras sociales, que se mueven dentro de una dinámica de larga
duración, las que ayudan a concebir la historia como un proceso” (Ibídem).
- Para
el pensamiento positivista venezolano y para Vallenilla Lanz, no son unos principios
teóricos los que, en realidad, motivan una acción de masas, sino el propio
juego de las fuerzas sociales. Estas fuerzas, a su vez, pueden ser orientadas
por la acción de las élites, siempre y cuando éstas, también como actores
colectivos, estén conscientes del proceso que desatan y dispongan de los medios
necesarios para frenar las tendencias
revolucionarias generadas por todo cambio en las estructuras sociales.
Nacimiento de la
Historia como disciplina científica.
La
Historia como disciplina, está asociada al destino de las Ciencias Sociales. Auguste Comte (París, 1798 - 1857) usó
el término "ciencia social" para describir el campo, tomado de las
ideas de Charles Fourier.
También se refirió a ellas como la
"física social". Es después de la clasificación sobre las ciencias
que hace Comte entre “exactas” y “sociales”, que el término "ciencias
sociales" comenzó a ser utilizado como un campo conceptual distinto, no
sin antes pasar por muchas peripecias y críticas en virtud que, desde la óptica del positivismo como
filosofía dominante, eran consideradas inexactas, indemostrables e
inverificables. Otros las consideraron y denominaron “ciencias del espíritu”;
especulativas y metafísicas. No se reparaba todavía que eran disciplinas que,
por abordar objetos de estudio (la sociedad) distintos a las ciencias “exactas”
(objetos, fenómenos físicos, otros), respondían a enfoques
teóricos-filosóficos, métodos y cuerpo categorial y metodológicos, distintos. Augusto Comte fue
uno de los más notables opositores a reconocer como ciencias a las Ciencias
Sociales.
Por su parte, la Historia,
como disciplina, pasó por un proceso
difícil en el que inicialmente fue negada como ciencia por las corrientes
empiristas y positivistas dominantes, en tanto que no podía ser comprobable,
como las llamadas ciencias “exactas”. Si bien algunos pensadores del siglo
XVIII se referían a la historia, es en el siglo XIX que tiene origen la
Historia, con sus vicisitudes, y a lo largo del XX que se consolida como una disciplina científica.
Lo confirma el hecho que: aplica métodos
a su búsqueda, se soporta en filosofías
y ha producido teorías; tiene una comunidad de cientistas que la desarrollan,
objeto de estudio claro y un amplio campo de acción que se pierde de vista.
Leopold von Ranke (positivista) jugó un papel importante en esta primera parte.
A partir de este momento, se empezó a reconocer la Historia como disciplina
científica, no exenta de sus críticos, a
raíz del establecimiento en algunas universidades, pero desde un nuevo punto de
vista, ahora la Historia se empieza a tratar también como una ciencia más.
Así se enseña y estudia.
Leopold von Ranke es
considerado el creador del historicismo clásico en la Historia. El positivismo fue opuesto a la revolución y creyeron en el papel de
los adelantos científicos y técnicos como acicates de la historia. La Historia
para ser ciencia debía imitar a las ciencias de la naturaleza: experimentar,
verificar y hacer una confirmación estricta de los hechos históricos (Santana,
2005).
En los últimos
veinte años, la nueva historiografía significó una ampliación de la
racionalidad científica y no una renuncia a ella. Desde Alemania gran parte de
la investigación que se movía en nuevas direcciones metodológicas y
conceptuales, se dedicaba a la época industrial. La Historia se ha ampliado.
Hoy han surgido otras concepciones entre las que destacan: la microhistoria o
historia de la vida cotidiana, la Historia migajas, Historia Inmediata,
Historia Regional y Local, entre otras. Estas corrientes de la Historia se han
distanciado de las categorías macrohistóricas "mercado" y
"Estado", las cuales eran de importancia decisiva para el marxismo y
para las diversas formas de ciencia social histórica; pero reconocen que el poder y la desigualdad social
constituyen factores fundamentales de la historia.
Nacimiento de la Historia en Venezuela: reproducción de
la cosmovisión europea, siglo XIX
Durante la Colonia el Estado monárquico español
hizo pocos esfuerzos por promover la educación en los territorios colonizados y
en aquellos en los que tenía menos
interés comercial, como en Venezuela. La provincia de Venezuela, recién tuvo su
primera universidad unos doscientos años después que México, Colombia o Perú.
Así, el 22 de diciembre de 1721 se creó la Universidad Real de Caracas. En un
principio se impartían clases de teología, medicina, filosofía y derecho
exclusivamente en el idioma latín. Fue denominada "Real y Pontificia"
por estar bajo la tutela y protección del Monarca español y del Sumo Pontífice.
Esta universidad fue la antecesora de la Universidad Central de Venezuela. Para
1810 la universidad contaba con unos 400 alumnos. Empero, la Historia se impulsó
en Venezuela con los primeros pensadores positivistas venezolanos en las dos últimas décadas del siglo XIX y
principios del XX. Figuran, en esa nueva
generación de jóvenes intelectuales, animados por la inquietud ante los problemas del país: José
Gil Fortoul, Luis Razetti, Pedro Emilio Coll, Manuel Díaz Rodríguez, Lisandro
Alvarado, Manuel Vicente Romero García, Vicente Lecuna, Santiago Key-Ayala y muchos
otros. Todos ellos formaron parte del movimiento que pasará a la posteridad con
el nombre de Generación Positivista[2].
Estos pensadores influyeron a las universidades venezolanas con su visión y
terminaron imponiendo el pensamiento positivista como paradigma dominante. Esta
imposición permitió se produjera una historia de Venezuela caracterizada por
ser apologista de la colonización europea a nuestro territorio, que insiste en
reproducir el cuerpo teórico-metodológico y conceptual de las ciencias
físico-naturales; una Historia que hace apología al documento, denigra de otras
fuentes históricas como las iconográficas e iconológicas, entre otras; y se
resiste a hacer historia de nuestros nativos ancestrales porque “no existen
documentos escritos”; una Historia que continua considerando el evolucionismo
histórico como si la sociedad fuera un cuerpo humano; la verificación y la
demostración como criterios para validar el conocimiento. Esta concepción de la
historia modeló hacia adelante un tipo
de enseñanza de esta disciplina, en la
educación media y universitaria, que ha
sido rechazada por aburrida por una franja importante de
estudiantes. Se puede señalar que la historia en Venezuela
tiene sus inicios en las dos últimas décadas del siglo XIX.
En efecto, la Academia Nacional de la Historia, una de las instituciones culturales más
antiguas de Venezuela, creada por Decreto Orgánico del Presidente Juan Pablo
Rojas Paúl el 28 de octubre de 1888, asumió como tarea fundamental: el estudio
de los diversos períodos de la historia americana y en particular la historia
directamente vinculada con Venezuela.
Historia y
recolonización o colonialidad
global
A lo que hoy
llamamos recolonización[3], hacia los años ’80 se viabilizó a través de un gobierno
planetario dirigido por élites de poder mundial entre las que destaca el Club
Bilderberg que se venía constituyendo desde 1954 y agrupa a aproximadamente 139
magnates del mundo, y se plantea dentro
de sus planes hasta el 2050, dividir
países, fraccionar fuerzas políticas, sociales y culturales, controlar
territorios, extender la dominación y la explotación de los pueblos de todos
los continentes, y lograr un conjunto de objetivos estratégicos entre 1989 y 2050, de los cuales destacan: a) establecer
un solo gobierno planetario (ONU) con un único mercado globalizado, un solo
ejército (OTAN) y una única moneda regulada por un Banco Mundial, (BM); b)implantar
políticas internacionales que destruyan la identidad nacional y la diversidad
cultural; c)imponer valores universales
por encima de los regionales (locales y nacionales); d) crear medios de
manipulación mental (tecnotrónica) y e)
destruir la educación controlando a los niños y jóvenes para que ignoren por
completo la historia, el significado de la libertad, para garantizar dominar a los individuos sin
principios éticos y valores, sin pensamiento crítico. Esto es, cambiar la forma
de ser de los seres humanos ( Estulin; 2005).
Estas
políticas se ejecutan a través de las
instituciones mencionadas. Desde las cuales los dueños del capital emanan las
directrices políticas, económicas, sociales, jurídicas, culturales; patrones de
consumo, entre otros, universalizadas por dichas instituciones. En el proceso de implantación de la cultura occidental,
expuesta a grandes trazos, las clases dominantes en el capitalismo, la
naturalizaron como “lo moderno”; y con este eufemismo lingüístico, se le impuso
al resto del mundo.
Con la internacionalización,
concentración y centralización del capital, más visible hacia los años ochenta
del siglo XX, se empezó a conformar y se proyectó hacia el siglo XXI, un
gobierno planetario dirigido por las élites de poder del mundo:
“(…) la división
internacional del trabajo entre centros y periferias, así como la
jerarquización étnico-racial de las poblaciones, formada durante varios siglos
de expansión colonial europea, no se transformó significativamente con el fin
del colonialismo y la formación de los Estados-nación en la periferia.
Asistimos, más bien, a una transición del colonialismo moderno a la
colonialidad global, proceso que ciertamente ha transformado las formas de
dominación desplegadas por la modernidad, pero no la estructura de las
relaciones centro-periferia a escala mundial. Las nuevas instituciones del
capital global, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (BM), así como organizaciones militares como la OTAN, las agencias de
inteligencia y el Pentágono, la ONU y la UNESCO, todas conformadas después de
la Segunda Guerra Mundial y del supuesto fin del colonialismo, mantienen a la
periferia en una posición subordinada. El fin de la guerra fría terminó con el
colonialismo de la modernidad, pero dio inicio al proceso de la colonialidad
global. (Grosfoguel, 2005: 13).
Estas instituciones
sirven de pivote para que las élites dueñas del gran capital, emprendan la
materialización de sus políticas globales. Una de esas instituciones que ha
jugado ese papel en el campo cultural es la UNESCO.
La UNESCO: rectora de la Cultura, la ciencia, la
comunicación y la educación en el
gobierno planetario.
La UNESCO se fundó el 16 de noviembre de 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el
mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.
Su constitución entró en vigor el 4 de noviembre de 1946, con el apoyo de
veinte países. Se creó con la
misión de contribuir a la paz, la erradicación de la pobreza, el desarrollo
sostenible y el diálogo intercultural, a través de la educación como uno de los medios
primordiales de alcanzarlos. “Los otros ámbitos de actuación de la
Organización son las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales y
humanas, la cultura, la comunicación y la información” (UNESCO, 2005). A partir de su nacimiento la UNESCO, se
perfiló como un Ministerio de Educación grande del gobierno planetario, para
expandir la cultura del Nuevo Orden Mundial surgido de la II post-Guerra. Desde
esa posición establece los patrones culturales y proyectos educativos, pensados
en los grandes centros de poder por los ideólogos del capital; esquemas a seguir por los países en el resto del mundo. A pesar
de este papel, el discurso se presenta como neutral, aséptico políticamente,
que responde a los intereses de todos y no al del gran capital. En su primer
Informe Mundial a inicios del siglo XXI, la UNESCO, sostuvo: “las sociedades emergentes no pueden contentarse con ser meros
componentes de una sociedad mundial de la información y tendrán que ser
sociedades en las que se comparta el conocimiento, a fin de que sigan siendo
propicias al desarrollo del ser humano y de la vida” (UNESCO, 2005: 5). (Koichiro
Macsura Director General de la UNESCO, 2005: p. 6).
Esta aparente benevolencia con las “sociedades
emergentes” a compartir el conocimiento, es la manera de incorporarlas a
desarrollar sus políticas para alcanzar el “desarrollo del ser humano y de la
vida”; esto es, difundir patrones
culturales universales que buscan imponer una cultura cosmopólita con la que se
lograría decentrar a los seres humanos de su identidad local, regional o
nacional.
Sobre la educación
universitaria, la UNESCO sostiene que “el
desarrollo sostenible ofrece un marco filosófico y analítico para las
investigaciones educativas en el que los distintos factores económicos,
sociales y ambientales deberán considerarse”. Mientras que la UNESCO ofrece
otra forma de desarrollo y no pone en discusión: la producción social y la
apropiación privada del producto del trabajo humano, el epicentro de la reflexión y el debate entre
nosotros, está en buscar cómo superamos las lógicas implícitas del desarrollo
que existen naturalizadas como ideología o falsa conciencia (Marx) en la
sociedad; esto es: progreso, crecimiento económico ilimitado, uso
indiscriminado de la naturaleza como recurso, expropiación de la propiedad y
del trabajo ajeno, entre otras. Para
sostener lo que se señala, solo basta ver estos datos: “(…) Las 200 personas
más ricas del planeta duplicaron su riqueza total entre 1994 y 1998, a más de 1
billón de dólares. Los bienes de las tres personas más ricas del mundo son
mayores que el producto territorial bruto de todos los países menos
desarrollados y de sus 600 millones de habitantes” (...) (Lander; 1995:51). Hoy
estas cifras debieron aumentar exponencialmente debido a la tendencia a una
mayor concentración de las riquezas de la tierra en pocas manos.
El papel de la
UNESCO en el gobierno planetario se resume en los siguientes términos: tutorea:
“las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales y humanas,
la cultura, la comunicación y la información. En la actualidad, mantiene su
compromiso en el mundo entero (…) de movilizar el conocimiento científico y las
políticas relativas a la ciencia con miras al desarrollo sostenible. Para
ello utiliza la transmisión educativa y
nuevas formas de conocimiento en el marco de las sociedades del conocimiento. La
educación debe generar competencias sólidas para el mundo de hoy y de mañana;
por lo que es necesario emprender iniciativas conjuntas de múltiples
copartícipes entre el sector público y el privado, que abarquen a
las pequeñas y medianas empresas. Para ello, la autonomía es un
requisito indispensable para que los establecimientos de enseñanza los puedan
cumplir con su cometido gracias a la calidad, la pertinencia, la eficacia, la
transparencia y la responsabilidad social.
Toda esta fraseología desplegada sutilmente habla, en el fondo, de las tesis neoliberales como metalenguaje y
su imposición vía ciencia, conocimiento y educación superior, de una sociedad
mundial liberal para el desarrollo sostenible. Es decir, orientar la ciencia, la tecnología, el
conocimiento y la cultura, de acuerdo a las necesidades del capital en su reordenamiento mundial en la actual
coyuntura histórica para su sobrevivencia.
Crisis de la Historia como ciencia: miradas desde la
experiencia de los protagonistas.
La situación actual de la Historia
en Venezuela no es nada halagadora. Esta disciplina empezó a debilitarse desde la educación primaria en
un proceso iniciado en los ochenta y culminado en los noventa. Esta tendencia
no fue casual, se corresponde con la política exterior norteamericana contenida
en el documento Santa Fe 1 y la subalternización que tenían las élites de poder
dominante para la época con respecto a los Estados Unidos. En el documento mencionado se sostiene que: “La educación es el medio
por el cual las culturas retienen, transmiten y hasta promueven su pasado. Así
quien controla el sistema de educación determina el pasado o cómo se ve a este
tanto como el futuro. El mañana está en las manos y en las mentes de quienes
hoy están siendo educados” (Bouchey: 1980, p.19)
En efecto, los autores del documento recomiendan que Estados Unidos no debería tratar de imponer
su propia imagen a América. Sin embargo:
“(…) deberíamos exportar ideas e imágenes que
alienten la libertad individual, la responsabilidad política y el respeto a la
propiedad privada. Debe iniciarse una campaña para captar a la élite
intelectual iberoamericana a través de medios de comunicación tales como la
radio, la televisión, libros, artículos y folletos, y también debe fomentarse
la concesión de becas y premios” (Ibídem).
Agregan, además, (…) “la
consideración y el reconocimiento son lo que más desean los intelectuales, tal
programa los atraería. El esfuerzo norteamericano debe reflejar los verdaderos
sentimientos del pueblo norteamericano, y no el estrecho espectro de Nueva York
y de Hollywood” (Ibídem). Por ello afirman, que si la imagen no es genuina
fracasará. Estados Unidos debe proporcionar la voluntad y la filosofía que se
halla detrás de las políticas concretas, si es que el continente americano va a
sobrevivir y a prosperar. En este contexto y orientada por esta política, se
inició en los años ochenta la eliminación de la Historia de los programas de
estudios en Venezuela.
Esta política de la élite norteamericana hacia el continente, ejecutada
a través de los lineamientos de la UNESCO y, en cada país, por los Ministerios de
Educación, coincidió con la crisis de las Ciencias Sociales en el continente;
la cual se hizo extensiva hacia finales del siglo XX e inicios del XXI; crisis
que involucra a la Historia como disciplina y a su enseñanza.
Crisis
de las ciencias sociales y crisis de la historia
Respecto a la crisis de la
Historia, se quiso saber la opinión de una diversidad de actores entre los que
destacan: investigadores/as, profesores que enseñan Historia a nivel de
Educación Básica y de estudiantes que cursan el
post-grado en Historia, Maestría y Doctorado, en la Universidad Nacional
Experimental “Francisco de Miranda” (UNEFM), tanto en Barquisimeto como en la
ciudad de Coro. Esta parte de la investigación se realizó sobre la base de entrevistas. Ante la pregunta: Algunos cientistas sociales sostienen que la crisis de la razón
moderna, ha generado también una crisis en las Ciencias Sociales, ¿Considera
Ud. que dicha crisis ha afectado a la disciplina de la Historia?. Los
resultados fueron los siguientes:
a)
Crisis de inteligibilidad, ensimismamiento y
academicismo
Uno de los entrevistados fue Cesar Araujo, Historiador del Arte,
Profesor Asociado de la Universidad
Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA),
con 18 años de experiencia como investigador en la Historia del Arte y Miembro
de la Red Nacional de Historia, memoria y patrimonio. Su visión sobre la crisis
de la Ciencias Sociales y de la Historia es la siguiente:
“Ciertamente, esa crisis ha afectado a todas las Ciencias Sociales, muy
especialmente a la Historia. Ha entrado en crisis un modelo de construir los
saberes, agotados en su mismo círculo vicioso” (2018, p.1). Más adelante
agrega:
“Considero que las dos principales
debilidades de los modelos agotados actuales en las Ciencias sociales (incluida
la Historia) son: Por un lado, la incapacidad
de las Ciencias Sociales en dar reales salidas, opciones, soluciones o
alternativas a los grandes conflictos y contradicciones de la sociedad actual;
y por otro, el encierro o
ensimismamiento en el cual se cercan, sirviendo sólo a los fines academicistas
de cenáculos de intelectuales, destinados a generar un saber para revistas que
nadie lee; congresos donde asisten las mismas caras y bibliotecas que acumulan
polvo y poco o nada se consultan. (…) Las ciencias sociales, entre ellas la
Historia, agotaron, hace décadas, un
modelo de construir sus saberes, trataron inútilmente de oxigenarse con el aire
de los discursos posmodernos, pero al no representar una visión realmente
alternativa ni esperanzadora, pasó como otra moda más. En este débil panorama,
la Historia como acumulado de hechos, como recopilación de sucesos, como
narración anecdótica de crónicas del pasado, sólo sirve a los intereses de un
saber hegemónico que valida su poder desde estos discursos agotados e inútiles”
(Ibídem).
Para Araujo la Historia tiene una crisis que debe revisar el o los modelos con los cuales viene produciendo conocimiento;
y, además, pareciera hacer alusión a que
las Ciencias Sociales y la Historia tienen también una crisis de
inteligibilidad por “(…) la
incapacidad de las Ciencias Sociales en
dar reales salidas, opciones, soluciones o alternativas a los grandes
conflictos y contradicciones de la sociedad actual (…)”; Pero también se
deriva de esta opinión un sesgo academicista y de una suerte de autoencierro de
las Ciencias Sociales y de la Historia “(…) el
encierro o ensimismamiento en el cual se cercan, sirviendo sólo a los fines
academicistas de cenáculos de intelectuales, destinados a generar un saber para
revistas que nadie lee, congresos dónde asisten las mismas caras y bibliotecas
que acumulan polvo y poco o nada se consultan(…)”. Pareciera entonces que
las Ciencias Sociales y la Historia, en particular, siguen en la mirada crítica
de los cientistas sociales venezolanos.
b) Crisis de paradigmas
Sobre la misma pregunta, se obtuvo la opinión de la Historiadora Dulce Marrufo Olivera, quien
es, además, Especialista, Magister y Doctora en Historia, Profesora Titular y Coordinadora
General del Postgrado en Historia, Convenio UCLA-UPEL y con más de 28 años como
investigadora y Profesora en Historia de dicha universidad. Su respuesta fue en
esta tónica: Sí, las Ciencias Sociales y
la Historia están en crisis: “(…) por
cuanto queda develado que la crisis - también
paradigmática- dejó al desnudo la
mirada corta del positivismo como
filosofía de la modernidad mundializada para investigar y escribir historia de corto alcance (…)”
(2018 p. 1). Refiriéndose al positivismo, agrega:
“(…) está estructuralmente imposibilitado para explicar los múltiples
cambios complejos que acontecen en la humanidad. Por ello, pretender
reconstruir y analizar los procesos históricos solo con metodología, técnicas e
instrumentos, no son suficientes para llevar una historia ceñida más por la
ética de quien investiga que por intereses perversos de los operadores del gran
capital quienes afanosamente buscan ocultar las interioridades y sometimientos
de los pueblos sobre la base de trabajar solo hechos, personajes y batallas
completamente descontextualizadas para fijar así la sumisión de la población,
indiferencia e ignorancia hacia los fenómenos de mayor trascendencia en el
tiempo”(Ibídem., p.2)
Hay coincidencias entre Marrufo y Araujo en el sentido de caracterizar
la crisis como Paradigmática. La Doctora Marrufo, por su parte, hace una
crítica descarnada al positivismo en tanto este ha sido el principal paradigma que ha
dominado el campo de las Ciencias Sociales y la Historia desde su nacimiento
hasta la actualidad. Aún hoy el positivismo tiene la hegemonía en el campo de
las ciencias sociales y las llamadas ciencias empírico-analíticas. Es clara la
Dra. Marrufo cuando señala que “(…)
pretender reconstruir y analizar los procesos históricos solo con metodología,
técnicas e instrumentos, no son suficientes para llevar una historia ceñida más
por la ética de quien investiga que por intereses perversos de los operadores
del gran capital (…)”. Se refiere a
la racionalidad técnico-instrumental y al predominio del pensamiento liberal en
el campo de la Historia, que reduce el pensamiento a la aplicación de técnicas
y la producción de un conocimiento utilitarista que son medias verdades las
cuales ocultan realidad porque reducen los estudios a la mera descripción –y no
explicación- de los procesos socio-históricos; y sólo exponen del objeto de
estudio su expresión fenomenológica, reduciendo el mismo a las limitaciones del
ojo humano; a la percepción.
c) Crisis de la ideología del capital, conservadora y escéptica
Se
conoció, además, la opinión de Pedro
Figueroa, Profesor universitario en
Historia de Venezuela durante 22 años. Actualmente se desempeña como Investigador
en el Museo Antropológico de Quíbor “Francisco Tamayo” y forma parte de la Red
de Historia, Memoria y Patrimonio en el Estado Lara.
Señala Figueroa: “(…) Si cuando se habla de crisis de la razón moderna se habla de
crisis del pensamiento moderno entendiendo por ello al pensamiento del capitalismo,
efectivamente está en crisis” (2018; p.4). Adiciona, que toda la realidad y dinámica actual de
funcionamiento económico internacional, global,
ha venido generando un componente ideológico, de ideas, valoraciones,
formas de pensamiento, costumbres y
reglas de conducta, formas y productos de la conciencia, conceptos, etc., que
justifican y le dan sustento a toda la forma de vida, de hacer economía que es
el capitalismo de hoy, ese componente es el postmodernismo como ideología, como las valoraciones
y perspectivas del capitalismo de hoy, neoliberal y globalizador, para
explicar, justificar y sostener no sólo
sus determinaciones prácticas sino para formular una norma de vida y conducta
pautada por el culto al idealismo
y al escepticismo que siembra y genera el capital financiero, es en esencia la
ideología de la negación de verdaderos cambios, es la filosofía del
escepticismo y del pesimismo de estos tiempos y, en consecuencia, profundamente
oportunista y reaccionaria.
Figueroa
agrega que en ese vertiginoso avance de la Globalización Neoliberal se ha venido operando una suerte de “pensamiento único” que ha venido imponiendo pautas culturales, de valoraciones que
segregan toda forma de pensamiento y
modo de vida distinto al occidental.
Puntualiza,
además, que la caída del Muro de Berlín y desintegración de la URSS, le otorgó
soporte teórico a las formulaciones que ya venían expresándose respecto al
realce y asentamiento del modo de vida generado dentro del capitalismo como el mejor para la realización
del hombre, toda vez que es generador de
democracia e igualdad y a la tesis del fin de la historia.
Aquellos
sucesos no sólo implicaron cambios significativos en la geopolítica
internacional y en el readecuamiento de la estructura económica, política,
industrial y militar del planeta, sino
que indicaron también una honda conmoción en el
universo de las ciencias sociales y en el contexto del pensamiento analítico-crítico de cambio con el que se
concibió al marxismo, que sufrió también un duro impacto.
Sostiene
Figueroa que buena parte del entramado
teórico del materialismo dialectico y sobre todo de la perspectiva materialista
de interpretación de la historia – como le llamó Marx, originalmente- pasaron lenta pero
aplomadamente, al salón de las cosas sin
uso -y lo más grave- al campo de las cuestiones de las que comenzó a
perderse confianza.
Figueroa lapidariamente, señala que:
“La
crisis en las ciencias sociales y en la historia (…) se centra en el retraimiento de la dialéctica
materialista –del marxismo- en las apreciaciones sobre la sociedad y la
historia y en el avance de las expresiones del postmodernismo, que alimenta esa tendencia al “conocimiento
instantáneo”, obtenido de “píldoras” del conocimiento de la web, a la opinión
sin fundamento teórico, que repite consignas y alienta frases vacías. (…) La llamada revolución
bolivariana no solo ha sido víctima de ello sino que lo reproduce brutalmente.
Un ejemplo que dice más que una enciclopedia: el llamado Ministerio de la
Ciencia y tecnología parece no tener
entre sus perspectivas la historia como ciencia, ni siquiera como
disciplina; sus esfuerzos todos apuntan a la ciencia y tecnología destinados a
la producción de bienes materiales y toda esa parafernalia de la producción endógena
(…)” (2018, p.5)
De la opinión de Figueroa,
se debe señalar que cuando se habla de la crisis de la razón moderna, no sólo
se hace referencia al andamiaje teórico-filosófico en que está fundamentado el
capitalismo, sino es toda la cosmovisión moderna que concibe el mundo
eminentemente racional, que dio lugar a una sociedad del cálculo; a una
concepción lineal de la historia, al uso de la naturaleza como recurso, al
desarrollismo, en su expresión de industrialismo y crecimiento económico
ilimitado, entre otras cosas.
Dicho de otra manera, está
en crisis el pensamiento de la ilustración en que se soporta teórica y
filosóficamente la modernidad y el
modernismo y los paradigmas que de ella derivaron. En esta crisis se ubica
perfectamente el socialismo desarrollista expresado en varias experiencias del
llamado “socialismo Realmente existente”, que se sustenta en la máxima de Marx
del “desarrollo de las fuerzas productivas” y la ideología del progreso, que
usa a la naturaleza como recurso y que alcanzaría la máxima realización del ser
humano en el Comunismo.
Este modelo de socialismo, se parece mucho al
capitalismo, por los resultados de sus ejecutorias: destrucción de la
naturaleza, extractivismo exacerbado e industrialismo. Esto no quiere decir que
no hay que continuar buscando construir un modelo de sociedad al servicio de
las mayorías – no de élites ilustradas, como principio liberal-, que respete
los derechos de la tierra y, en general, de la naturaleza.
La sociedad es impredecible
y los procesos socio-históricos no responden a leyes pre-establecidas; por
ello, la humanidad no puede condenar su existencia a un dualismo societal:
capitalismo o socialismo. Hay que buscar formas de vida que superen a ambas. Pero
también entró en crisis la concepción del “Hombre Moral” kantiano y la visión
unilateral de la razón moderna de querer explicarlo todo desde la razón, que
alcanzó su máxima expresión en la racionalidad científica de Occidente, despreciando
la intuición y lo mágico-religioso del ser humano.
La teoría no es un oráculo
religioso que basta con repetirla para explicar realidades diversas y
convertirla en un fundamentalismo transhistórico. La teoría hay que reconstruirla
y recrearla permanentemente con los cambios y las transformaciones que se
operan en el movimiento permanente de lo real, con la praxis social de los pueblos.
Como señalaba Marx: nada existe inalterable:”hasta lo sólido se desvanece en el
aire”. Rescatar el carácter revolucionario del marxismo hoy es actualizar el
estudio o la investigación del capitalismo de hoy. No se debe seguir
entendiendo por marxismo lo que Carlos Marx formuló sobre la sociedad industrial
del siglo XIX. Es insuficiente. Hoy
vivimos un capitalismo fundado en la información
y el conocimiento, espoleado por las TIC, y en el reino del capital financiero y los
monopolios. La ideología como falsa conciencia u ocultamiento de realidad,
tiene otros contenidos: existe un nuevo mundo simbólico que modela imaginarios
colectivos conducentes a una nueva esclavización del ser por la vía del control
mental. Igualmente, la dominación del capital sobre el trabajo adquirió nuevas
formas que hay que develar para aspirar a su transformación. Allí hay un reto.
d) Crisis estructural
eurocéntrica. Poco se investiga; menos se escribe.
Por su parte, Armando
González Segovia, Doctor en Historia, Profesor Agregado y Coordinador de PNFA en Artes y Culturas del
Sur, UNEARTE, en el estado Portuguesa. Señala que si
hemos de ser sinceros,
“(…) la historia como ciencia es
una invención europea y es incentivada a partir de los parámetros científicos
de la modernidad eurocentrada; de allí que no solamente manifiesta su crisis, sino
es producto de ella. A este nivel creo que para trascender más allá, es necesario abandonar toda ciencia social
pura: historia por una parte, antropología y sociología de otra y hacer una
gran síntesis de abstracciones justificadas donde pueda encontrarse lo esencial
de todas estas disciplinas, de sus respuestas en provecho de las mayorías
porque hasta ahora la ciencia, la técnica, el método, la teoría y la filosofía
está enmarcada para servir a las minorías poseedoras del conocimiento como
forma de sometimiento a grandes sectores de la población” (2018: p. 3).
Añade que esto se está esbozando
actualmente desde la red colonialidad-modernidad, los planteamientos de la Epistemología del
Sur, como forma de romper la imposición de la ciencia eurocentrada. Sin embargo,
señala, además, que existe allí una debilidad profunda: “la disgregación de la lucha contra la
modernidad en diferentes fracciones, porque si no se ha podido hacer meya
buscando unificación de criterios de lucha, menos aun divididos”.
González le adjudica un origen eurocéntrico a las Ciencias
Sociales y, particularmente, a la Historia. Hay coincidencias, en este orden,
con Fernando Mires y Edgardo Lander, quienes sostienen, el primero, que las
Ciencias Sociales son eurocéntricas e ingresaron a este continente con los
procesos de colonización por parte de Europa y se produjo una colonización
epistemológica. Por su parte, Lander sostiene que Europa le impuso a América
Latina un tipo de modernidad sui generis que
universalizó e hizo extensiva a otros continentes.
e)
Crisis de la modernidad y de la Historia construida por las élites
Otra de las opiniones
que caracteriza la crisis de la Ciencias
Sociales y de la Historia, es el Dr. Pedro
Esser Salas, Profesor, Tutor Regional de la Micro Misión Simón
Rodríguez y con 28 años como investigador. Señala que todo fundamento racional
es hijo y padre de la modernidad,
“(…) gran parte de la esencia de la
historia, es hechura de elites hegemónicas con el fin de controlar, dominar y dirigir nuestros pensamientos y
acciones. Desde la perspectiva de la historia insurgente sí creo que esa
historia conservadora hace aguas ante el
empuje de la voluntad emancipadora de
nuestros pueblos que cada día asumen con mayor ahínco develador y comprometida claridad, la dirección de sus
procesos” (Esser; p. 8)
Cuando Esser habla de una Historia conservadora, se refiere a la concepción, todavía hegemónica, de la
Historia que nació para justificar la invasión europea a nuestro continente y
que hace apología al dominio que ejercen las élites de poder ilustradas, hoy
dominantes, sobre los sectores y clases subalternizadas.
Crisis en la enseñanza de la historia
Del abordaje
investigativo se llegó a los resultados
siguientes:
a)
Todavía el positivismo tiene supremacia en la educación secundaria
Sobre el particular el Prof. Nelson Tovar, doctorante del PNFA en Historia, Docente
de aula, con 12 Años de experiencia en Educación Media. Ante la consulta sobre la
crisis de la enseñanza de la historia, respondió:
“Los problemas son varios. En conjunto se
pueden enumerar así: La formación del docente en Historia es aislada del
contexto. Vale decir, parcelada y cronológica; reproductora del sistema de
dominación. La exigencia de un desarrollo del pensamiento es escasa por cuanto
se impone un solo saber y no hay cabida para saberes diversos que confluyen en
la realidad. El cómo enseñar siempre está anclado a la formación recibida y a
la réplica de la deformación. Se multiplica el no desarrollo pensante y se
asimila la colonización. El proceder para alcanzar objetivos o metas –lo
impuesto- son mecánicos y por tanto, de superficialidad del conocimiento. Tal
conocimiento, es el “permitido” bajo el
ordenamiento de control académico. Vale decir, lo metodológico, didáctico y
pedagógico es un orden lineal e impuesto. El modelo preestablecido de enseñanza
es el que reproduce al gran capital. Es el paradigma positivista, descriptivo,
que no ahonda ni profundiza en los encadenamientos de realidades o
determinantes que generan implicaciones complejas. No hay visión de conjunto
pues, todo conocimiento es despedazado y se mutila al estudiante. No se
promueve análisis y mucho menos transformación. (Tovar; 2018: p. 8)
Tovar abunda en un conjunto de problemas poniendo
énfasis en el modelo en el que está
fundamentada la enseñanza de la Historia; el cual es el del pensamiento único, reproductor
de las relaciones de dominación; y critica al paradigma positivista que
predomina en la Historia; es una Historia repetitiva, memorística que pone
acento en lo técnico-instrumental y no en generar capacidad crítica y problematizadora.
b)
Los programas educativos y la producción de conocimiento se sustentan
en paradigmas eurocéntricos
La investigadora Dulce Marrufo (2018), señaló que:
“La Historia se tiene como espacio de relleno
curricular en los pensum de estudios, las cátedras son impartidas por personas
que nunca o poco han investigados en historia, por tanto, repiten y legitiman
barbaridades a manera de información a sus estudiantes, la falta de claridad y
compromiso para romper paradigma que permita explicar los procesos histórico
desde otras miradas más transformadoras” (p. 14)
Agrega, además, que
también se deben superar las largas
cronologías y crónicas a individualidades, se le hace historia a las
élites de poder, a las familias adineradas y no a los colectivos como sujeto;
se homogenizan procesos que fueron o son particulares de un espacio concreto; es asexuada, misógena; se le rinde culto profundo al género masculino con poder
político-económico, abordan vaguedades de la historia de algunos poquitos
países de Europa pero la proyectan como historia universal, no articula lo
acontecido en un tiempo histórico con el país,
es lineal y anacrónica, no devela procesos invisibilizados en el tiempo.
La imparten personas que nunca o poco han investigados en historia, entre otras
cosas.
c)
Se reproduce la Historia eurocéntrica
Sin embargo, Cesar
Araujo sostuvo que:
“Me atrevería a ordenar la crítica a la enseñanza de la Historia, en casi todos los
pregrados y postgrados. Con relación al Fondo, habría que decir que la
enseñanza de la Historia sigue partiendo de falsas premisas, conceptos
sesgados, verdades omitidas y afirmaciones impuestas desde el poder hegemónico
dominante. Ya bien lo explica Dussel, cuando afirma que desde la falsa división
histórica Edad Antigua, – Edad Media – Edad Moderna, se nos impuso mundialmente
una estructura histórica errada, construida desde la mirada eurocéntrica y
partiendo de la lógica Centro-Periferia. A partir de allí ya buena parte de las
estructuras, procesos, linealidades y relaciones históricas que se vinculan con
esa mirada comienzan a resquebrajarse. Desde
la forma de la enseñanza de la Historia,
vemos que continúa enmarcada en el modelo acumulativo, de hechos fragmentados,
acontecimientos históricos, repetitivos, memorísticos y poco conectados con las
realidades actuales. Muchos de sus métodos sólo han servido para justificar sus
discursos, sin mayor trascendencia. La Historia sigue siendo, con valiosas
excepciones, un pesado espacio neutro que se conforma muchas veces con
recopilar datos y acumular legajos, muchas veces desconectados del tiempo
actual y sus contradicciones. Por extensión, la enseñanza de la Historia en
nuestras aulas, en todos los niveles (desde primaria hasta la universidad)
suele ser aburrida, llena de datos aislados, poco pertinente e incapaz de
generar propuestas de transformación social. (2018; p. 13).
d)
Hay incongruencia entre el decir y hacer de los Historiadores
Sobre el mismo tema, Armando González
manifestó que:
“Falta coherencia entre el discurso y la producción
teórica. Aquella frase de Bloch del “oficio de historiador” (…). Pocas personas
se dedican a la investigación y son coherentes; lo que genera que entonces empiezan a prohibir
que no utilices este o aquel concepto, pero no existe ninguna práctica
investigativa donde demuestre el uso categorial. Con Brito Figueroa se puede
estar de acuerdo o no, pero indiscutiblemente realizó un aporte sustancial a la
historia venezolana, así como Arcila Farías y Salvador de la Plaza, para solo mencionar algunos y, por ejemplo,
utilizaban el método hipotético-deductivo ¿esto les hizo claudicar? Para nada
se mantuvieron incólumes en su posición
política, los métodos están condicionados por la teoría y la posición política
de la persona que investiga, independientemente que existan otros que para
creerle a alguien que es mejor debe mostrarme su obra donde lo aplicó” (2018;
p. 13).
e)
Se investiga poco y hay limitaciones entre la comunicación y las
opciones de publicación
Por su parte, Figueroa (2018), expuso que:
“ (…)
los núcleos de postgrado en Historia deben coadyuvar -en el contexto de su dinámica
natural- e ir cortando terreno a una
realidad que existe en el universo de la investigación histórica en el país, a saber: 1) hay poca gente investigando en Historia, es
limitada esa cultura en el país; 2)
la comunicación entre los investigadores es malísima o inexistente y 3) los
medios de publicación y conocimiento de los trabajos de investigación son
igualmente limitados. (…) una de las
obligaciones de un núcleo de postgrado en Historia es propiciar, promover a todo trance la
publicación de los trabajos de quienes cursan estudios, sobre todo con esa
infinidad de oportunidades que la web y las llamadas redes sociales ofrece. (…)
en medio de las limitaciones y problemas que se han mencionado, no hay que esperar que se maduren los
trabajos para su publicación, se trata de
participar en el debate histórico, asistir como y donde se pueda la
confrontación de ideas en el terreno de la investigación en historia, que es la
vía más expedita para ir refinando los planteamientos y lograr que la
investigación los reformule. En todo lo comentado, pienso que el Centro Nacional de Estudios
Históricos tiene una responsabilidad
también inexcusable. Por otro lado, debe ser una obligación del cuerpo docente
en postgrado en Historia, hacer conocer regularmente el producto de sus
investigaciones. El ejemplo es fundamental en este terreno” (p. 14)
f) Las instituciones educativas reproducen los modelos de la UNESCO
Por otra parte y ante la misma interrogante
Tovar (2018), agrega:
“(…) la mayor crítica es mantener en
las instituciones educativas del país, modelos impuestos por franquicias del
Norte. Ejemplo, UNESCO y sus lineamientos reproductores del sistema dominante. (…) se debe dar un giro de 180 grados en la
enseñanza de la historia. Es urgente para frenar la estupidización que aumenta
aceleradamente en nuestro país. Sí, estupidización de la población que termina
apoyando a sus verdugos y se vuelve antinacional y apátrida ¿colonización?”.(p. 14)
En estas tres últimas opiniones se puede
comentar que, en el caso de González, si bien es cierto que se investiga poco y
poco se publica, en lo referente al método no es verdad que los investigadores
que menciona hayan utilizado el método hipotético-deductivo del positivismo para
orientar sus investigaciones; método que
reduce la investigación a una relación lineal, unívoca, lógica-formal,
newtoniana: causa-efecto. Brito Figueroa, Arcila Farías y Salvador de la Plaza, utilizaron el enfoque que los soviéticos
llamaron el Materialismo Histórico en sus investigaciones y, por tanto, un
esquema más complejo, pluridimensional. Una cosa es que partieran de supuestos
para encausar sus investigaciones y otra, reducir su problema de investigación a una relación
simplista de causa y consecuencia. Esta afirmación de González es inadmisible
en estos tres autores. Fuese creíble si se refiriera al Historiador Guillermo
Morón o Elías Pino Iturrieta, los cuales han declarado abiertamente ser
positivistas. Pero los autores que
menciona, nunca se han declarado tal cosa; por el contrario, han
combatido al positivismo en el campo epistemológico, lo que queda expuesto en
sus obras.
Igualmente, el problema epistemológico
no se resuelve por decreto desde una
posición política de ser o no consecuente con ella. Se puede ser muy
revolucionario en el discurso pero se puede tener una praxis política
mediatizada toda vez que se levante información real para formular políticas públicas
estériles en tanto y en cuanto se hicieron a partir de la construcción de medias
verdades, como suele hacerlo quien se orienta con el simplismo positivista. Una
media verdad no es verdad sobre lo que se quiere transformar; por tanto, lo que
se construya a partir de ella no servirá para construir políticas públicas
transformadoras o producir conocimiento
científico fiable.
Cierto es lo que sostiene Figueroa: poco se investiga, lo que se hace
casi no se conoce y existen pocas iniciativas de colectivos y de instituciones para promover
la investigación y la publicación. Esto sigue siendo parte de los retos de los
investigadores en Historia para el futuro inmediato.
g)
Para enseñar Historia hay que investigar, crear comunidades científicas
y descolonizarla del eurocentrismo
González (2018), insiste:
“Uno, la enseñanza- aprendizaje
de la historia debe partir del trabajo de investigación, toda teoría, método y
técnica que se enseñe debe estar vinculados a una investigación concreta que
permita el desarrollo de habilidades y destrezas de la solución de problemas de
investigación. Dos, crear comunidades científicas y de aprendizaje y de centros
de investigación así como de órganos de difusión de las investigaciones, esto
es la búsqueda de mecanismos de socializar dichas investigaciones” (p. 8).
h)
Romper con el discurso eurocéntrico, desde Nuestra América
Sin embargo, Araujo (2018), añade:
“El principal problema, más bien un reto, está en
reenfocarse, en redescubrirse a sí misma, desmontando sus discursos y miradas
obsoletas, para hacerse viva, actual y dinámica. La Historia desde
Nuestramérica debe romper con el discurso eurocéntrico y dominante, si quiere
ser una Historia nuestra y útil. Viéndolo desde el plano de lo real, lo
tangible, no cayendo en especulaciones,
hay problemas que enfrenta la enseñanza de la Historia. Es la pésima formación,
cargada de errores, sesgos y enfoques equivocados, con los que se forman los
profesionales, docentes e investigadores de la Historia. Por generaciones se
repiten los errores y se legitiman desde un saber hegemónico que oculta, manipula,
miente y afianza conceptos para reforzar sus ideas” (9).
i)
Hay rechazo hacia la Historia que se imparte
Sobre este tema, Figueroa (2018), adiciona que:
“ (…) quizás el primer y gran problema es esa
especie de hastío colectivo y social hacia la historia, y el poco desdeñable
nivel de desprecio social por el conocimiento del pasado. Decir cátedra de
historia es mencionar el fastidio y el tedio. (…) La cosa no es sencilla, es un
tema de políticas de Estado, hacia la escuela y hacia los centros de formación
a todo nivel. Sería interesante ponderar cuántas carreras universitarias tienen
en su malla curricular, hoy día, la cátedra
de Historia. Cuántas han ido
excluyéndola en los últimos años y cuál ha sido la actuación del Estado al
respecto” (p. 8).
Agrega, además: “en
mi experiencia de varios años en docencia universitaria en pregrado, (…) la
formulación del contenido programático de la cátedra de Historia de Venezuela
se iniciaba desde el periodo de contacto con Europa -1492- lo que impedía
acercarse a la Venezuela contemporánea, la del capitalismo que es la que en lo
concreto no ayudará a la comprensión cabal de este país de hoy (…)” (2018,
p. 4). Continúa: En Historia Universal ocurría otro tanto. El programa se
iniciaba en lo que llamaban Edad Media y se manejaba en el marco de
valoraciones y criterios del
positivismo, el esquema de valoración del proceso de historia mundial se
enmarcaba en las tres grandes antiguallas de Edad Antigua, media Moderna y
Contemporánea.
Señala que otro
problema a resolver es “la re-institución
de la Historia como cátedra fundamental, en todas las carreras universitarias
que se imparten en el país, cambiando
todo su contenido. Propondría tres Historias, Venezuela desde 1870 hasta hoy,
una Historia del Mundo contemporáneo y una Historia de América contemporánea.
Sobre este último tema de los contenidos hay mucha tela que cortar” (ibídem,
p. 5).
Empero, Acosta (2018), resume la situación de la Historia dominante,
como problema, en: “Es una historia
repetitiva, hegemónica, narrativa de
hechos aislados, la historia heroica de hombres y batallas y la naturalización
de los procesos para dejar atrás la construcción de una conciencia crítica
colectiva” (p.5).
j)
Asumir otra filosofía distinta al positivismo y romper con la lógica
técnico instrumental
Por su parte, Marrufo
(2018) adiciona:
“Plantear la discusión de otra
filosofía distinta al positivismo y romper con la lógica técnico instrumental.
El problema reduccionista de las fuentes para su investigación sostenida en el
culto exclusivo al documento y la homogenización del conocimiento histórico. Asumir que la historia no son relatos
aislados sino procesos articulados en los distintos tiempos, pasado presente
futuro y así conjugar estos tiempos y abordar problemas vinculantes y
necesarios para resolver problemas puntuales de nuestro país, no informaciones estériles” ( p. 9)
k) Superar el
academicismo-cientificismo y el divorcio con la ancestralidad
Esser
(2018) señala superar en la Historia: “Su
academicismo-cientificismo...su lejanía con los intereses de las grandes mayorías...el
enclaustramiento, la no priorización de las investigaciones con las prioridades
de nuestros pueblos...el divorcio con la ancestralidad...el no rompimiento con
el discurso colonizante...el no existir políticas de Estado claramente
descolonizadoras” (p. 8)
l)
Formación permanente y actualizar los programas
Acosta (2018), aporta, además:
“La formación Permanente para
actualizarse con los currículos del programa de historia. Círculos de estudios
para socializar los objetivos, propósitos, contenidos, evaluación como las investigaciones que se deben manejar
con proyectos de saberes de aprendizaje. Encuentros de saberes históricos
desde la historia de la comunidad como
procesos históricos actuales con las iconográficas. El participante y el
docente abiertos a los cambios en las programaciones que afiancen y reconocer
el presente y el pasado de ella” (5).
m) Formar profesionales con denso
conocimiento de la historia
Esser
(2018)
agrega:
“Hay que formar profesionales con un denso
conocimiento histórico...pero es esencial
profundizar en la filosofía de la
historia no solo la liberal, moderna,
racional y europocéntrica sino también mirar a la filosofía china, indú, oriental,
africana, ancestral americana... avanzar hacia la conformación de pequeños equipos de investigadores
comunales, debe ser la tarea de todos los que hacemos vida en y con la ciencia
emancipadora de la historia...asumir control de todos los centros y academias
históricas y dar el vuelco y quedar mirando y develando la historia de nuestros
pueblos con clara visión política transformadora, todo con el fin de mejorar la
calidad de vida de nuestros pueblos no solo en el ámbito material, más allá, en el espiritual, político” (9)
De esta manera,
quedan expresadas las ideas en torno a la crisis de la Historia y su enseñanza
en la educación venezolana.
SÍNTESIS CONCLUSIVA:
-
La Historia desde su nacimiento, se entronizó en nuestras
universidades como una Escuela que generó un pensamiento historiográfico
apologeta de la invasión española al continente y a Venezuela y, junto con el
liberalismo y otras ciencias sociales, contribuyó a la construcción de una
sociedad liberal: individualista, apologeta de lo europeo, competitiva y
defensora de la propiedad privada por encima de otras formas de propiedad.
-
La Historia como disciplina científica en Venezuela está en crisis y tiene dos grandes dimensiones: una estructural, que se expresa en: tener
un origen eurocéntrico a partir del cual se privilegió la producción intelectual de Europa sobre las de
otros continentes, con una impronta que se impuso, en el caso de Venezuela, con la invasión en 1498 y posterior
colonización de nuestro territorio, del ser y del poder. En arreglo a ello, la crisis de los paradigmas que nacieron con la
modernidad, los cuales fundados en el
pensamiento iluminista, dieron lugar al
positivismo y al liberalismo como corrientes de pensamiento que contribuyeron a
construir una sociedad liberal: un ciudadano individualista, competitivo y apologeta de la propiedad privada. En ese mismo orden, se identifica una crisis
de la modernidad y de la
Historia construida por los intelectuales del capital.
La otra
dimensión es la que registra una crisis
en la coyuntura histórica que se vive expresada en: una crisis de
inteligibilidad, ensimismamiento y academicismo toda vez que desde la Historia no ha sido posible dar respuesta a
los grandes desafíos que tiene por delante el continente y particularmente
Venezuela. La Historia se ha ensimismado aislándose de los procesos históricos
reales que viven los pueblos en su vida cotidiana y ha reducido su papel
básicamente a los espacios académicos con una posición muy cómoda, contemplativa
y poco útil para emprender procesos transformatorios. También se agrega que lo
que se vive en la Historia debe entenderse como una crisis de la
ideología del capital que ha construido una Historia conservadora y portadora de escepticismo. Si
a ello se agrega que poco se investiga y escribe, estamos en presencia en una
situación nada halagadora para la ciencia de la Historia.
-
Quien
no investigue nuestra historia difícilmente la puede enseñar desde una mirada
crítica; toda vez que se tiende a repetir la Historia tradicional que está
escrita en los libros y los programas de estudio; la cual puede considerarse como
parte de la Historia y no como “la Historia”. Se hace esta afirmación porque la
mayor parte de la Historia de Venezuela reposa en los archivos y Centros de
Información y Documentación y espera por los investigadores/as que la procesen
críticamente.
-
La
crisis de la enseñanza de la Historia; se refleja particularmente en problemas pedagógicos,
didácticos, metodológicos, paradigmáticos,
presentes a nivel de pre-grado y
post-grado, todavía el positivismo es hegemónico en la educación secundaria; se
repiten paradigmas y enseña una Historia fundada en enfoques eurocéntricos; hay incongruencias entre el
decir y hacer de los Historiadores; se investiga poco y hay limitaciones entre la comunicación y las opciones de
publicación; Las instituciones educativas
reproducen los modelos de la UNESCO que busca modelar una visión del mundo y un
ciudadano cosmopolita ajeno a su identidad y cultura local y regional pero
consustanciado con una cultura universal única, hegemónica, propia de las
élites de poder y modeladora de los procesos de los territorios sociales
particulares.
-
Hasta
el momento se ha enseñado una historia que fragmenta los procesos sociales y
los divide en hechos; una historia fundada en la cronología, en la apología de
los seres individuales, epopéyica dándole gran preponderancia a las batallas,
descriptiva; estudia hechos y no procesos históricos, axiológicamente neutra y
colmada de grandes relatos que hacen incomprensible el conocimiento histórico.
Esta Historia no sirve para descolonizar la memoria sino para reforzar la
episteme occidental hoy en crisis.
-
De
esta concepción de la Historia se derivan unas pedagogías con las que se ha
enseñado la Historia a nivel de pre y postgrado en las universidades, que han
conducido a que los estudiantes no tan solo no le den importancia como
asignatura para formar ciudadanos integrales, sino ha servido para que se mire
como una carga innecesaria en el pensum de estudio.
-
Entre los Principales problemas a
enfrentar en la enseñanza de la historia actualmente, se proponen, en positivo:
investigar, crear comunidades
científicas y descolonizarla del eurocentrismo; romper con el discurso
eurocéntrico desde Nuestra América; cambiar
la Historia que se imparte a los
estudiantes; asumir otra
filosofía distinta al positivismo y romper con la lógica técnico instrumental; superar el
academicismo-cientificismo y el divorcio de la Historia con la ancestralidad; frenar la estupidización en las aulas; planificar una formación permanente y actualizar los programas y formar profesionales con denso conocimiento de la historia. En
ese sentido, los docentes deben entenderse como promotores de procesos
descolonizadores. Y para construir un programa para la enseñanza de la Historia
en Venezuela, se le deben quitar
a los programas: el eurocentrismo, lo
memorístico, el enfoque dominante y superar la Historia de héroes; y se le pondrían: el estudio científico de la
historia; aprender por proyectos y se agregaría un enfoque develador y no reproductor.
-
Sobre los aportes para superar los
problemas que tiene hoy la enseñanza de la historia a nivel de pre y
post-grado, se plantean: Superar el
positivismo y evitar las incongruencias categoriales y pastiches teóricos
ligando acríticamente paradigmas distintos; construir miradas descolonizadas y
contrahegemónicas; volver a la
dialéctica materialista; orientar la investigación historiográfica con nuevos
paradigmas y revolucionar la pedagogía. Teorizar los procesos, divulgar las investigaciones, hacer
publicaciones sistemáticas; visibilizar las historias locales y planificar aprendizaje
por proyectos.
RECOMENDACIONES
-
Impartir con obligatoriedad en los cursos de Historia que se enseñan en
los estudios de pre y postgrado de las universidades, una asignatura que verse
sobre la Filosofía de la Historia y epistemología de la Historia; en la que se
aborden los principales paradigmas desde los cuales se producen
conocimientos historiográficos. Esto es
necesario toda vez que todo conocimiento, incluyendo el historiográfico, se
produce desde constructos teóricos. La Historia es interpretativa y se captura
desde los paradigmas, en tanto que existen
múltiples paradigmas para reconstruir la Historia.
-
Valorar
los hallazgos arqueológicos (cerámica, vasija, utensilios, esculturas,
jeroglíficos, entre otros) como
expresiones de la existencia y convivencia organizada de nuestros antepasados,
como fuentes e informaciones válidas para la investigación histórica,
descalificados y borrados de un plumazo por la historia eurocéntrica levantada
desde la mirada del supuesto vencedor.
-
Incorporar a los programas de
Historia, la historia de más de 14.000 años de devenir de los nativos
ancentrales que no está escrita pero que ha sido levantada desde las huellas
pictóricas dejadas por dichos nativos en
sus espacios de convivencia y trabajo.
-
Reconocer como conocimiento histórico,
el aporte que brinda la tradición oral de los pueblos, sus mitos, leyendas, creencias, entre otras expresiones. Subyace en el
fondo el culto a la objetividad ya superada en la corriente positivista, quien
la acuñó.
-
Incorporar a todos los programas
de educación, a todos los niveles educativos, la asignatura de la Historia de manera
obligatoria. En esa medida los profesionales egresados conocerán más sobre
nuestra historia, de manera que se pueda transmitir a otras generaciones. Esto
último es tan necesario porque no se está identificando a las nuevas
generaciones con la idea de nación y, por el contrario, se están
desnacionalizando. Esto ha contribuido al apatridismo y alimentado los procesos
de emigración de venezolanos a otros países.
NOTAS
[1] La palabra progreso
viene del nombre latino progressus
‘avance´ , sacado del verbo progredior, progressus, ‘ avanzar, ir adelante’;
verbo formado con el prefijo pro-(hacia adelante) y el verbo gradior, gressus,
‘ ir a marchar’. La raíz es gradus ‘paso, peldaño’ y también ‘grado, grada’. La
palabra progreso se registro desde el siglo XV con el significado de ‘avance,
continuación’. Sería en el siglo XVII, en el marco del llamado siglo de las luces y de la razón,
cuando la palabra progreso cobra el significado actual de avance permanente de
la ciencia y de la técnica, por una parte; y, por la otra, llevando la palabra
progreso al plano humano. A partir de ese momento llega a adquirir el sentido
de “desarrollo contínuo y general de la civilización y la cultura”. Diccionario
CLAVE. Disponible en: http://etimologias.dechile.net/?progreso
[2] Harwith Nikita en: Vallenilla Lanz, Laureano (1991).
Cesarismo Democrático, Biblioteca Ayacucho, Caracas. P.10
[3] En este trabajo se entiende por recolonización al proceso seguido
en el mundo por la élite mundial, fundamentalmente, a partir de 1990
aproximadamente facilitado por la caída de Europa del Este, la mundialización de las comunicaciones y la
conformación de un gobierno planetario
iniciado después de la II Guerra Mundial, con las instituciones supranacionales
que se crearon (ONU, FMI, BM, UNESCO, OTAN, OMC, BID, entre otras) en el marco
de un Nuevo Orden Mundial Bipolar, una Nueva División Internacional del Trabajo
y un Nuevo Modelo de Acumulación de Capital. La recolonización se funda en la
tendencia a universalizar la cultura, una religión única, patrones de consumo,
valores y patrones de vida construidos en los grandes centros de poder,
utilizando los diversos medios de comunicación,
con miras a la construcción de un soldado-masa: ser humano que consume y
obedece los designios del imperialismo colectivo; pero también a apropiarse de los recursos naturales de los
países, sus reservas internacionales. La tendencia histórica es a apropiarse de
los bienes de la tierra por parte de la élite mundial.
FUENTES CONSULTADAS
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c)
Fuentes electrónicas
[i] Ángel Custodio Velásquez, Prof. de la UNEFM; Sociólogo, egresado de la UCV; Magister
Cientiarum en Historia del Convenio Inter-institucional UCLA-UPEL y Doctor en Ciencias Para el Desarrollo
Estratégico, egresado de la UBV. Coordina, por la UNEFM, el Programa Nacional de Formación Avanzada en Historia en el eje
Falcón–Lara. Es Vice-presidente de la Red Nacional de Historia, Memoria y
Patrimonio, adscrita al Centro Nacional de Estudios Históricos y miembro
de la Red de Historiadores de la
ALBA y la RED de Intelectuales y artistas en Defensa de la Humanidad; y Coordinador General
del Centro de Educación e Investigación “Simón Rodríguez”.