Por
Ángel
Custodio Velásquez
En Venezuela se
vive una coyuntura particular como parte de un proceso global en el que las élites de poder que dirigen el gobierno
planetario, convirtieron la ONU en un
Estado supranacional y demás instituciones transnacionales: FMI, UNESCO, OTAN,
BID, BM; y las transnacionales de la
información, como instrumentos políticos a su servicio,
para someter a la población
mundial e imponer la concepción liberal de vida y su modelo político de
Democracia Representativa. En efecto, Para ampliar y consolidar su poder y a
los fines de superar la crisis
estructural y civilizatoria que vive el sistema capitalista mundial creado por
ellos, buscan apropiarse de los territorios del mundo con grandes reservas de
petróleo, de agua y las zonas verdes
productoras de oxígeno. Para ello, ejecutan una guerra no convencional denominada Guerra
de IV Generación con la que vienen recolonizando a países del medio Oriente y
amenazan con extenderse a América latina.
Conjugado con lo
anterior, la Revolución Bolivariana se
ha convertido en una referencia política alternativa de los pueblos de la
región; pero también de otros pueblos del mundo ante el fracasado
neoliberalismo en América y Europa. Eso ha hecho más agresivas a las élites de
poder que dirigen el mundo y han desarrollado un plan de múltiples facetas y de
aplicación permanente y simultánea, dirigido a acabar con la Revolución
Bolivariana. Dicho plan contempla, entre otras cosas, el desprestigio y
aislamiento de Venezuela en el plano internacional, el desgaste y la
desestabilización del gobierno; la
utilización del parlamentarismo; el uso masivo y abusivo de los medios para
manipular la conciencia y Psique de la población convirtiendo verdades en
mentiras y construyendo realidades virtuales para su beneficio; acciones
militares de corto alcance algunas encubiertas con móviles delincuenciales, y el magnicidio del Presidente Hugo Chávez
Frías. Como es notable, la conjugación de todos estos elementos configura en
Venezuela una dinámica política muy compleja en la que se combinan velozmente y en un mismo tiempo,
múltiples acciones que afectan negativamente al país.
El cuadro
descrito, se ha intensificado en la coyuntura electoral más cuando el candidato
de la ultraderecha internacional se encuentra en desventaja sustancial con
respecto al candidato de la patria, lo que hace prever que antes, durante y después de
las elecciones del 7 de octubre, las élites de poder nacionales e internacionales,
emprendan acciones que configuren escenarios peligrosos y de alta complejidad a
los cuales haya que darle respuestas rápidas, oportunas y de contundencia para garantizar el
triunfo del pueblo. En algunos estados fronterizos, esto pudiera tomar
connotaciones peculiares por la
presencia en ellos del narcotráfico y el paramilitarismo.
Por lo antes
dicho, las del 7 de octubre, son unas elecciones muy especiales porque
confronta dos proyectos políticos
contrapuestos por los intereses que representa cada uno: el representado
por Hugo Chávez, que implica la continuidad de la Revolución Bolivariana, garantiza consolidar los logros alcanzados por
nuestro pueblo a lo largo de estos 12 años como las misiones, la soberanía
nacional, la soberanía petrolera y el poder popular; los logros en salud,
vivienda, educación, cultura, deporte, recreación e infraestructura. Proyecto
que significa alcanzar la irreversibilidad del camino al socialismo y el punto
del “no retorno”, como lo plantea el Programa de Gobierno 2013-2019 de nuestro
candidato. Y el proyecto político del candidato de la burguesía internacional, Enríquez
Capriles Radonski, que representa el programa neoliberal recién aplicado en
España, Francia y Grecia con toda la secuela de hambre y miseria a que fueron
sometidos los pueblos de esos países considerados del primer mundo; es el mismo
“paquete” impuesto por Carlos A. Pérez a los venezolanos en 1989 y que condujeron a los hechos del 27 y 28 de febrero de ese mismo año. El
programa de Radonski, aunque lo disimule, desmembraría el proyecto nacional de
Estado-nación con su fulana descentralización garantizando que los alcaldes y
gobernadores negocien las riquezas de los estados con las transnacionales para
su beneficio personal y/o grupal y los territorios locales sirvan de asiento de
proyectos invasores de los países imperialistas. Venezuela se transformaría en
una sumatoria de parcelas propiedad de las élites políticas y económicas. Se
perdería el sentido de arraigo, pertenencia e identidad. Volveríamos al
caudillismo local del siglo XIX: ¿será ese su progresismo?. Reduciría la
inversión social porque para los neoliberales ésta representa un gasto social
que no tiene retorno en términos de reproducción de capital: eliminaría las
misiones sociales, las inversiones en salud, deporte, cultura, recreación y educación. Se perdería la gratuidad de esos
servicios porque todos serían
privatizados al mejor estilo de Chile y Colombia; aplicaría despidos masivos en
la administración pública para hacer realidad la tesis liberal del Estado Mínimo (Robert Nocik)
y gobernaría con técnicos meritócratas para quienes quedaría reservado el
conocimiento, las universidades y los centros de investigación. El pueblo quedaría
solo para formarse en oficios de mano de
obra barata como en los tiempos del INCE del período 1959-1998; eliminaría la
seguridad social, alargaría el tiempo para las jubilaciones; entregaría nuestro
petróleo a las transnacionales como en los años 80 y 90 del siglo pasado: ¿ese
es su progresismo?; privatizaría PDVSA y volvería Gente del Petróleo a dirigir
la industria con el estafador Giusti a la cabeza; nuestro ejército volvería a
ser la institución especializada y mata gente de la IV República, dejaría de
participar en el desarrollo del país y se subordinaría a los planes
recolonizadores de Estados Unidos y la OTAN; los medios de comunicación con sus
mensajes alienantes profundizarían la cultura consumista y hedonista de nuestro pueblo para
atrofiarle el cerebro a nuestros hijos; como país nos
subordinaría nuevamente a los Estados Unidos y a los grandes centros de poder
de Occidente; y las élites meritocráticas gobernarían a nombre de todos
mientras que el pueblo volvería a ser el invitado de palo de la IV República.
El programa de Radonski forma parte del proyecto recolonizador que adelanta el
Club Bilderberg para dominar el mundo,
seguir utilizando la naturaleza como recurso que ha llevado a la destrucción
acelerada del planeta tierra poniendo en peligro la existencia de la vida humana.
Radonski es el Rajoy de Nuestramérica.
El cuadro
descrito plantea a los revolucionarios y revolucionarias de este país elevar el compromiso
con la Revolución; obrar para garantizar el triunfo electoral del 7 de
octubre del presidente Hugo Chávez Frías como garantía de darle continuidad al
proyecto socialista; no son tiempos para abstenerse. La abstención en estas
elecciones beneficia a la ultraderecha internacional y nacional. Se trata de
sumar conciencias, voluntades y votos. Los revolucionarios debemos mantenernos
activados las 24 horas del día, si es
necesario, contribuyendo al debate con
el pueblo sobre los contenidos de los dos proyectos en juego; contribuir en su
organización, traslado a los centros de
votación y en la logística para que ejerzan
su derecho al voto. Asimismo, hay que preparar la defensa del voto en las mesas
de votación y la defensa del triunfo de Chávez en las calles con el pueblo
movilizado. Igualmente, hay que entender que la contienda electoral es un
momento particular de un proceso general. Por ello debemos hacer los
preparativos para profundizar la Revolución Bolivariana y avanzar hacia los
objetivos estratégicos que contempla el Plan de Desarrollo 2013-2019 que
apuntan a la construcción del
socialismo. Los próximos 6 años del gobierno de Chávez serán muy duros por la
ofensiva que arreciará la burguesía internacional y nacional, que impone a los
revolucionarios y revolucionarias mayor compromiso con su pueblo, estudiar en
profundidad para comprender este proceso complejo y accionar con creatividad, diligencia e ingenio.
No debemos olvidar que el protagonista es el pueblo y a ello nos debemos.
Seguro que el triunfo será nuestro; pero habremos ganado cuando la voluntad del
pueblo se exprese en las urnas y el poder de sus fuerzas se imponga en las
calles.
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