"No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia.
Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo
indoamericano."
José Carlos Mariátegui
En: "Aniversario y balance" (Amauta, No.
17, septiembre de 1928)
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Por:
Ángel Custodio Velásquez
INTRODUCCIÓN
América Latina en su producción teórica, se ha caracterizado, en buena parte, por seguir pensamientos y a pensadores europeos; los cuales han elaborado modelos teóricos y conceptualizaciones de una realidad distinta a la de nuestro continente y, con base en ello, levantaron teorías y proyectos societales que se han universalizado e impuesto en realidades socio-históricas muy distintas a las nuestras. Para algunos estudiosos de la materia, se debe al peso que tuvo –y aún tiene- el proceso de colonización en nuestros países con el cual no sólo suplantaron nuestra cultura autóctona sino también se nos impuso una suerte de colonización epistemológica, como dijera Aníbal Quijano.
Lo que estamos planteando no se debe a la ausencia de pensadores y teorías acerca de nuestro continente. Existen; pero la dependencia como impronta colonizadora, antes, y la ficción del sueño americano, después, instaló en nuestro inconsciente colectivo una especie de desarraigo que nos induce a valorar más “lo de afuera” que lo nuestro. Y en ese proceso obviamos nuestras creaciones, así como también a muchos pensadores que han hecho significativos aportes a la construcción de lo que podemos llamar el pensamiento político latinoamericano y caribeño. Eso ha pasado con Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Martí, por solo nombrar algunos entre tantos que han realizado, en diversas épocas, conceptualizaciones sobre el continente y, en particular, de algunos países de esta parte del mundo. En contraste, desde finales del siglo XX y comienzos del XXI aproximadamente, con la caída de Europa del Este y, sobre todo, a partir del momento en que se arrecia la crítica sobre el agotamiento de los paradigmas que nacieron en Europa con el proyecto moderno en lo atinente a su imposibilidad de explicar un conjunto de fenómenos que acontecen en el mundo, con el actual desarrollo alcanzado por el sistema capitalista neoliberal, las experiencias inéditas del llamado Socialismo Bolivariano y el ascenso alcanzado por los nuevos movimientos sociales, se ha volcado la mirada hacia el interior del continente; pero también hacia dentro de cada país toda vez que América Latina no se puede comprender como un todo homogéneo.
Desde ese momento se ha iniciado un proceso de revalorización de lo nuestro; de comprender lo que somos y caminar la ruta hacia lo que queremos; de construcción de nuevas claves discursivas; hay un retomamiento de los símbolos patrios, una recodificación de lo político, de nuevas maneras de representarnos lo real y, en general, nuevas creaciones que cada día se parecen más a nosotros y nos identificamos más con ellas. Se trata de una tendencia hacia un reconocimiento de nuestra identidad, a través de diversas formas de resistencias que le ofrece el continente al gobierno planetario y la recolonización del mundo, dirigido desde el norte; para imponernos el modelo cultural y de vida americana.
Precisamente, esta reflexión va en la dirección de lo antes señalado en el sentido de mirar aspectos del cuerpo a nuestra América.
El trabajo tiene como objetivo establecer una aproximación a lo que José Carlos Mariátegui comprendió por Socialismo Indoamericano y ubicar los referentes teóricos con los cuales enfrentó a la III Internacional. La estructura es la siguiente: se hace una breve reseña histórica que ubica parte de la vida del autor estudiado; sus vínculos con la III Internacional y las diferencias con ésta, sobre: el “punto de vista anti-imperialista”, el problema de las “razas” en el continente, la situación del indio y el carácter del partido; temas en los cuales los delegados asistentes a la IV Conferencia Latinoamericana de la III Internacional, en 1929, en Buenos Aires-Argentina por parte del Partido Socialista del Perú (PSP), se confrontaron tanto con los representantes oficiales de la Internacional Comunista como con representantes de Partidos Comunistas del continente. Igualmente se reseña la política colonial burguesa e imperialista frente a las “razas” y se finaliza con las tareas fundamentales que propuso Mariátegui a la población indígena peruana y latinoamericana para el momento.
Este debate adquiere una significativa importancia por los temas que aborda como el Socialismo, el Partido, la política anti-imperialista los cuales, guardando las diferencias de tiempo y espacio, son temas que copan actualmente parte del quehacer político venezolano. Pareciera que la discusión es la misma en dos tiempos históricos distintos. Se espera, pues, haber cumplido el cometido.
I.- ¿Quién fue José Carlos Mariátegui ?.
José Carlos Mariátegui nació en el Perú el 14 de Junio de 1894. Vivió entre 1894 y 1930, fue escritor y periodista, conocido actualmente como el “primer marxista latinoamericano”. El primero en hacer un esfuerzo continuo y sistemático por aproximar el socialismo europeo a las características propias de América Latina. La ortodoxia stalinista luego de su prematura muerte en 1930, lo desplaza del marxismo acusándolo de romántico, populista, idealista y sepultando sus ideas en el olvido.
Con la Revolución cubana, se produce un revival de sus escritos, diferenciándolo de la ortodoxia marxista e intentando resaltar su visión heterodoxa. Esta lectura llega hasta los años 80, donde entre otros, José Aricó hace un esfuerzo por inscribir al amauta como el primero dentro de una tradición de intelectuales “auténticamente marxistas”.
A partir de los 90 los estudios mariateguianos se ven ampliados con nuevas lecturas que apuntan hacia las políticas culturales emprendidas por el peruano a lo largo de su vida. En este esfuerzo se encuentran -entre otros- Horacio Tarcus con el libro Mariátegui en la Argentina y Fernanda Beigel con El itinerario y la brújula. (Betta; Octubre 2005).
De su vida personal se puede decir que desde los 8 años padeció de una grave afección en una pierna, diagnosticada por el Dr.Uriel García Cáceres como una osteomielitis crónica. Según el mismo médico, Mariátegui pudo tener diabetes juvenil, con lo que se explicaría la tendencia a desarrollar infecciones; sin embargo supo reponerse y actuar incansablemente en pro de la construcción del mundo nuevo.
Asimismo, su amiga Magda Portal señalaba que él sufría mucho y sentía que moría pero no esperaba que fuera tan pronto. Mariátegui murió a edad de 36 años, 3 años menos que el Che.
En carta a Samuel Glusberg de noviembre de 1928 en ocasión de anunciarle que trabajaba sobre dos nuevos libros, le hablaba de su concepción del hombre nuevo; de aquel ; del luchador dialéctico, el revolucionario constructor de mundos; el socialista que sólo puede sustentarse en la afirmación de una vida heroica que se muestra en las cosas sencillas de la vida cotidiana, en la actitud hacia el trabajo, en la superación de las enfermedades; la entrega por el pueblo, el trabajo voluntario; en el desarrollo teórico, la polémica revolucionaria, en la construcción de una actitud vivencial acorde con la voluntad transformadora del pueblo, que se nutre a través de la satisfacción de sus necesidades a través de sus luchas . José Carlos Mariátegui vivió en 1919 con Doña Victoria Ferrer con quien procreó su primer retoño, una hija, doña Gloria María Mariátegui Ferrer, de la cual se entera de su nacimiento en París.
En Italia se une a Anna Chiappe Giacomini en 1921, con quien tuvo 4 hijos varones: Sandro (1921); Sigfried (1923), José Carlos (1926) y Javier Hugo (1928). (Ibidem).
Este hijo del país incaico, incursionó en muchos campos de la vida peruana y latinoamericana. Sus obras escritas versan, en lo fundamental, sobre lo político-literario, en un primer momento, ampliamente conocidas en su país natal por sus críticas a las prácticas culturales realizadas en el Perú para entonces; y, en un segundo momento, a lo político-sociológico que se hizo dominante en la producción de la etapa final de su vida. Ambas áreas temáticas estuvieron presentes a lo largo de su praxis como sujeto político y en sus escritos.
Empero, una de sus pocas obras sistematizada, como fue la Evolución Político-ideológica del Perú, mayormente periodística, no llegó a ser publicada y sus originales siguen hoy extraviados (Quijano, 1991).
Según Quijano, Mariátegui se confesaba marxista; sin embargo en su pensamiento se conjugan ideas metafísicas y místicas; y recibió influencias de pensadores como Nietzsche, Bergson, Sorel, Croce y Gobetti entre las reconocidas como principales, conjugando razón y emoción en una síntesis dialéctica. Resaltó la dimensión ética del marxismo.
No obstante, es probable que Mariátegui haya recibido una notable influencia de la revolución Bolchevique y particularmente de Vladimir Ilich Lenin. Esta presunción se sustenta en el escrito público que hiciera el Amauta a raíz de la muerte del líder soviético en el cual realzaba la obra y enfatizaba en el significado que tenía para los trabajadores en el mundo la muerte de Lenin.
Para 1917 Mariátegui tenía apenas 23 años; a los 25 se radicó en París; de allí pasó a Italia en donde mantuvo una fructífera relación con diversos pensadores. En la estadía en este país, pudo haber conocido parte del pensamiento de Antonio Gramsi el cual es reconocido por tener una concepción heterodoxa del marxismo. Si bien Mariátegui vivió y comprendió la imposibilidad del capitalismo como sistema económico-social, de resolver la situación de la población indígena en América latina, muere precisamente en el momento de una de las grandes crisis vivida por el sistema capitalista mundial como fue el punto crítico de 1929 que dio lugar, entre otras cosas, al quiebre del Estado Liberal y la inauguración de lo que se conoció en Europa como el Estado Benefactor y con una clara orientación keynesiana de la economía.
Mariátegui –visto desde hoy- hizo aportes importantes al proceso revolucionario latinoamericano; particularmente, logró hacer una construcción teórica a través de un proceso de síntesis y superación histórica entre los elementos universales, particulares y singulares constitutivos del marxismo, el mito y el modelo de organización indígena y sus elementos subyacentes para la revolución socialista, que le sirvieron para diseñar la propuesta política para el Perú.
Hizo uso de las teorías eurocentristas pero de manera crítica y creadora atendiendo a las especificidades de la realidad peruana para el momento y desde un enfoque de totalidad concreta entendiéndola como un sistema abierto en constante movimiento y transformación y, por tanto, en construcción permanente.
La posición de Mariátegui frente a las tesis del marxismo soviético, su carácter universalizante y sus apologetas en América latina y fuera de ella para los años 20, fue una singularidad de poca abundancia para el momento.
Mariátegui confrontó tanto el evolucionismo positivista de los marxistas después de la segunda guerra mundial, como la imposición de la secuencia histórica europea de los cinco modos de producción como teoría universalmente válida, según la cual la sociedad marcha de estadios inferiores a estadios superiores y la de que toda revolución tiene ya etapas previamente definidas, no importa dónde ni cuándo ocurra o pueda ocurrir. A las tesis del organicismo positivista, del universalismo y del evolucionismo histórico, Mariátegui las denominó “positivismo chato” y “evolucionismo pávido”. Disiente con la III Internacional en cuanto a la estrategia política utilizada para sacar a Perú del “atraso”. Rechaza la visión “etapista” y sostiene que la única vía para acabar con la dominación y el “atraso” que pesa sobre la comunidad indígena es el socialismo. Aunque el Perú se encuentre en un estado de inacabamiento, producto de un capitalismo inmaduro, con lo cual no cuenta con un proletariado fuerte capaz de llevar adelante la revolución, el sujeto revolucionario que intervenga en la construcción de un Nuevo Perú sobre bases socialistas no residirá solamente en el incipiente proletariado peruano sino también en el pueblo indígena .
En fin, Mariátegui logró establecer una forma muy particular de ver y concebir la realidad peruana; una visión en la cual razón y emoción; ciencia y mito iban de la mano en una relación de complementariedad.
Las tesis sociológicas y políticas de Mariátegui sobre la denominación de Socialismo Indoamericano que propuso para el socialismo en América Latina, fueron condenadas en la reunión de la IIIa Internacional en Buenos Aires (junio de 1929) por la versión para el momento más poderosa del materialismo histórico y del socialismo: el stalinismo. Dicho esto, pasemos a conocer cuáles fueron las posiciones políticas mantenidas en su relación con la III Internacional.
II.- Vínculo con la III Internacional y fundación del Partido Socialista del Perú
Hasta 1929 JCM realizó su labor intelectual y política sin vinculación con ninguna organización internacional. Sin embargo, participaba en el Perú en el Frente Único. El APRA era hasta entonces coincidente en sus aspectos más generales, con las Resoluciones de la III Internacional hasta su IV Congreso.
En ese año comienzan los debates y las divergencias dentro del APRA y la III Internacional. JCM participa en el IV Congreso a través de un delegado representante de los sindicatos peruanos: Julio Portocarrero. La orientación de la IIIa Internacional como línea de acción política para el Perú y a discutirse en el evento, fue la de romper política y organizativamente con el APRA, fundar el Partido Comunista Peruano (PCP) y afiliarlo a la III Internacional. JCM y su grupo rompen con el APRA pero fundan el Partido Socialista del Perú el 6 de Julio de 1928. Aún así, lo afilian a la III Internacional.
El PSP fue invitado a participar en la primera Conferencia Comunista Latinoamericana a celebrarse en Buenos Aires en Junio de 1929. Para esa reunión JCM escribió sus tesis sobre “El Problema de las razas en América latina” y “Punto de vista anti-imperialista”.
III.- Surgen las primeras diferencias en la Conferencia
Las diferencias surgieron desde un primer momento a propósito de la discusión acerca de la “La situación Internacional y los peligros de guerra”. El Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista (IC) en su informe hizo una severa crítica en cuanto a la falta de participación de los revolucionarios peruanos a favor del plebiscito en Tacna y Arica para el arreglo final del conflicto entre Chile y Perú. Hugo Pesce, delegado por el PSP en la Conferencia, se abrió en contra de la aplicación indiscriminada de una línea política internacional a cualquier situación y propuso:
(…) la necesidad de partir del estudio de las condiciones concretas y del comportamiento concreto de las clases sociales en un determinado conflicto. Y desde esa perspectiva afirmando que el proletariado peruano no estaba interesado en ese plebiscito como parte de una cuestión de autodeterminación de los pueblos, puesto que el conflicto sólo servía a burguesías de Perú y de Chile y al imperialismo (…) .
Pesce no se adhirió a la consideración hecha en el informe sobre el comportamiento de los revolucionarios peruanos por considerar que se trataba de un conflicto “patriotero” entre ambas burguesías y allí el PSP no tenía nada que buscar. Se corría el riesgo de confundir a los sectores revolucionarios el abogar por alguna de las dos fracciones burguesas. Eran los intereses de éstas y el imperialismo y no los de los pueblos peruanos y chilenos lo que estaba en juego.
IV.- “Punto de vista anti-imperialista”: Otra controversia
Sobre este aspecto, se generó un intenso debate entre los representantes de la IC y los delegados peruanos. Tres elementos fueron los ejes principales del debate: 1) sobre el carácter del imperialismo y sus efectos en la economía y la sociedad de América Latina y del Perú; 2) el carácter de la revolución y 3) las ligas anti-imperialistas como instrumentos de lucha contra el imperialismo. Los voceros de la IC en la Conferencia sostenían que:
(…) el carácter de la revolución en América latina era democrático-burgués y anti-imperialista, puesto que la alianza entre el feudalismo y el imperialismo era el eje del poder; y el feudalismo el sostén principal del imperialismo y, por lo tanto, mantenerlo era interés esencial y permanente de la dominación imperialista. Por ello, la lucha revolucionaria tenía que ser desarrollada ante todo como lucha contra el imperialismo y las ligas anti-imperialistas eran el instrumento principal de esa lucha, bajo la dirección de los partidos comunistas .
Sobre el carácter de la revolución, Mariátegui planteaba que la revolución debía ser socialista. En cuanto a la relación entre lo nacional y el carácter de clase de la revolución, estableció diferencias específicas entre Centroamérica y Sudamérica. Consideraba que en el segundo caso, era incorrecto plantear el anti-imperialismo como programa. Sobre la relación entre “feudalismo” e imperialismo, sostenía su carácter temporal, históricamente determinado, señalaba que tras la liquidación del “feudalismo”, se establecían bases más amplias para la dominación imperialista, si no se producía una revolución socialista. Los delegados en el Congreso defendieron estas tesis, se opusieron a que se formaran las ligas anti-imperialistas en el Perú y fueron duramente criticados por los delegados de la III Internacional.
V.- Debate sobre “El problema de las razas en América latina”.
La discusión se centró en torno de si era nacional o de clase el carácter básico del problema del campesinado indio. Sector social éste que vivía en una situación de servidumbre y la explotación a que fue sometida tanto por el blanco, desde la conquista española, hasta el criollo y el mestizo, inclusive. Situación que también trató de explicarse recurriendo al expediente de la supuesta inferioridad de los indígenas.
Sobre la situación del indio en América Latina, Mariátegui sostenía lo siguiente:
Las razas indígenas se encuentran en la América latina en un estado clamoroso de atraso y de ignorancia, por la servidumbre que pesa sobre ella, desde la conquista española. El interés de la clase explotadora, -española primero, criolla después-, ha tendido invariablemente, bajo diversos disfraces, a explicar la condición de las razas indígenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo. Con esto, esa clase no ha hecho otra cosa que reproducir, en esa cuestión nacional interna, las razones de la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela de los pueblos coloniales. (…) La explotación de los indígenas en América latina trata también de justificarse con el pretexto de que sirve a la redención cultural y moral de las razas oprimidas. (…) La colonización de América Latina por la raza blanca no ha tenido, en tanto, como es fácil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes en la vida de las clases indígenas. La evolución natural de éstas ha sido interrumpida por la opresión envilecedora del blanco y del mestizo. Pueblos como el quechua y el azteca, que habían llegado a un grado avanzado de organización social, retrogradaron, bajo el régimen colonial, a la condición de dispersas tribus agrícolas. Lo que en las comunidades indígenas del Perú subsiste de elementos de civilización es, sobre todo, lo que sobrevive de la antigua organización autóctona. En el agro feudalizado, la civilización blanca no ha creado focos de vida urbana, no ha significado siempre siquiera industrialización y maquinismo: en el latifundio serrano, con excepción de ciertas estancias ganaderas, el dominio del blanco no representa, ni aún tecnológicamente, ningún progreso respecto a la cultura aborigen
Esta larga cita permite tener una ligera panorámica sobre las condiciones de vida de la población indígena en el Perú; la explotación de la que fue objeto; la suplantación de sus formas de vida y los avances alcanzados en la organización social; el desprecio recibido por blancos y criollos. A esto se sumaban las tesis de Aristóteles que consideraba la existencia natural de hombres esclavos y hombres patrones, por lo cual era conveniente que los primeros sirvan y los segundos manden; pueblos que naturalmente debían dominar y otros obedecer, tesis con las cuales se justificaban las invasiones y dominio sobre los pueblos considerados por ellos “raza inferior”; la expoliación de sus riquezas y suplantación de sus culturas por las de los europeos; proceso que, junto a la trata negrera, formó parte de la acumulación originaria de capital en las metrópolis . Por supuesto, para que existiera una “raza inferior” se supone la existencia también de una “raza superior”. Los europeos se creían –y aún se creen- esta última “raza” la cual servía de rasero para medir el progreso de los pueblos. Este discurso, hoy remozado con elementos del proyecto modernizador y el modernismo, formaba parte de los instrumentos ideológicos utilizados para implantar y extender en el tiempo su dominación.
Mariátegui llamaba problema indígena a la “explotación feudal” de los nativos en la gran propiedad agraria; pero consideraba además, que el capitalismo estaba imposibilitado como sistema económico y político para superar esta situación; por el contrario le sacaba el máximo provecho a la fuerza de trabajo indígena:
El indio, en el 90 por ciento de los casos, no es un proletario sino un siervo. El capitalismo, como sistema económico y político, se manifiesta incapaz, en la América latina, de edificar una economía emancipada de las taras feudales. El prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, le consiente una explotación máxima de los trabajos de esta raza; y no está dispuesto a renunciar a esta ventaja, de la que tantos provechos obtiene
En la agricultura, el establecimiento del salario, la adopción de la máquina, no borran el carácter feudalizada de la gran propiedad. “perfeccionan, simplemente, el sistema de explotación de la tierra y de las masas campesinas. Buena parte de nuestros burgueses y “gamonales” (…) sostienen calurosamente que el problema indígena es, a su juicio, un problema étnico cuya solución depende del cruzamiento de la clase indígena con razas superiores extranjeras” (Ibidem). Más adelante Mariátegui insiste con más fuerza ratificando el desprecio que tanto burgueses como lo que el llamaba feudales sentían por los indios y los negros; pero además pone en evidencia la dicotomía prevaleciente en los sectores medios tratando de simular ser aristócrata o burgués, guardando distancia de la “gente de color” y, por otro, su cercanía con la plebe de color por su evidente mestizaje:
(…) la raza tiene, ante todo, esta importancia en la cuestión del imperialismo. Pero tiene también otro rol, que impide asimilar el problema de la lucha por la independencia nacional en los países de la América con fuerte porcentaje de población indígena, al mismo problema en el Asia o el Afrecha. Los elementos feudales o burgueses, en nuestros países, sienten por los indios, como por los negros y mulatos el mismo desprecio que los imperialistas blancos.(…)Y este sentimiento se extiende a gran parte de las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía en el desdén por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente
Sobre lo señalado acerca de la situación de los indígenas del Perú y el resto del continente, fue que Mariátegui y los miembros del PSP, levantaron las tesis del socialismo como la condición indispensable para superar el estado de cosas en que vivían los indios; y para la construcción de una vida digna. (…)”Lo que asegura su emancipación es el dinamismo de una economía y una cultura que portan en su entraña el germen del socialismo (…). El capitalismo, con sus conflictos, con sus instrumentos mismos de explotación, empuja a las masas por la vía de sus reivindicaciones, la conmina a una lucha en la que se capacitan material y mentalmente para presidir un orden nuevo” . Es necesario resaltar que la población indígena para 1929 representaba aproximadamente las cuatro quintas partes de una población total calculada en cinco millones de habitantes. El peso de la población indígena en la realidad peruana, no impidió que el PSP sostuviera que el problema fundamental eran las condiciones económicas-sociales de vida de la población étnica y no la “raza”. Asimismo, no menos del 90 % de la población indígena trabajaba en la agricultura con míseros salarios pero, la mayoría de ellos, no dejaron de ser agricultores. En tiempos de cosecha retornaban a sus pequeñas parcelas, las cuales eran insuficientes para su subsistencia. En la agricultura peruana para el momento reinaba un régimen de trabajo “feudal o semi-feudal”. El suelo era trabajado en casi todas las tierras de latifundio en forma primitiva. Los latifundistas se reservaban las mejores tierras para ellos; mientras que las pocas en manos de la población indígena eran exiguas y no permitían que éstos cubrieran sus necesidades vitales. De modo que los indígenas terminaban trabajando para los latifundistas.
En la hacienda, los indios, sus mujeres y niños estaban obligados a prestar servicios gratuitos a los propietarios, no sólo en la casa-hacienda sino también en las ciudades donde éstos residían. Situación parecida era la de las minas de explotación del cobre. Los mineros ganaban salarios que oscilaban entre S/.2.50 a 3.00; salarios elevados en relación a los veinte o treinta centavos que se pagaban en las haciendas de la sierra. No se reconocían los derechos de asociación de los obreros. En las lejanas regiones de la montaña, se sometía en frecuentes casos a los aborígenes a un “sistema esclavista” .
Sobre esta caracterización el PSP levantó las tesis que, sobre el problema indio, llevaron los delegados de ese partido a la reunión de la IIIa Internacional. No obstante, los voceros de la IC defendían lo nacional como el problema principal y por ello proponían la lucha por la autodeterminación nacional de los indios como la consigna decisiva de los comunistas en los países pertinentes. Aún cuando el representante del Secretariado de la IC se vio obligado a admitir que el problema indio era complejo en América latina; que la consigna de la autodeterminación de las naciones no lo agotaba; además la consigna con respecto al problema del indio en el Perú debía ser la lucha por la tierra, los delegados de la IC mantuvieron el planteamiento de la autodeterminación nacional de los indios por encima de las reivindicaciones de clase.
Igualmente, un delegado de apellido Martínez , asistente al evento por Venezuela, planteó la necesidad de no temer a la posibilidad de instaurar en el Perú un Estado nacional indio- como parecían temer los delegados peruanos- porque sería un Estado sin clases. El delegado peruano, argumentando el carácter histórico de todo problema nacional y que no puede, por tanto, considerarse fuera de cada situación concreta, sostuvo que: (…)” el problema racial indio no es necesariamente, en la actualidad, un problema nacional” agregó que la lucha contra la explotación y dominación de clase que pesaba sobre los indios, era la base de la alianza entre el proletariado y el campesinado indio; la liberación del indio de esa explotación y dominación de clase, era la condición para devolver al indio su capacidad para desarrollar libremente su cultura y sus derechos étnicos” . Más adelante planteó rotundamente (…)“rechazo de manera terminante esta concepción antimarxista. No sólo una revolución nacionalista; no sólo una revolución democrática-burguesa; sino tampoco una revolución proletaria, será capaz de crear automáticamente un Estado sin clases” .
La sobre-explotación y la violencia sistemática ejercida sobre los indígenas por parte de los hacendados y las autoridades al servicio de éstos, llevó a los indios a diversas sublevaciones que pasaron de ser inicialmente incidental y locales, a extenderse a regiones más o menos extensas, las cuales fueron reprimidas –la mayoría de ellas- con verdaderas matanzas ..
Para Mariátegui el problema indígena se identificaba con el de la tierra. La ignorancia, el “atraso” y la miseria no son más que consecuencia de su situación de servidumbre. Su reivindicación fundamental era la tierra; por tanto, consideraba que los indígenas debían dar un carácter organizado, sistemático, definido a esta reivindicación; tarea que debían realizar activamente.
También consideró que la formación ideológica de los indígenas sería posible en tanto que en los centros urbanos y las minas (…)” entran en contacto con el movimiento sindical y político. Se asimilan sus principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipación de su raza (…)Los indios campesinos no entenderán de veras sino a individuos de su seno que les hablen su propio idioma” (…) . A ello agregaba los métodos de auto educación, la lectura regular de los órganos del movimiento sindical y revolucionario de América latina, de sus opúsculos; de las correspondencias con los compañeros de los centros urbanos. Así entendía se cumpliría su misión educadora. Además agregaba: “Una conciencia revolucionaria indígena tardaría quizás en formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la idea socialista, le servirá con una disciplina, una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otros medios podrán aventajarlo” . Consideró de primera importancia, darle al movimiento indígena, o negro, agrícola e industrial un carácter neto de lucha de clases; pero añadía que el problema indígena variaba de acuerdo con los países en tanto vivían situaciones que se diferenciaban unas de otras.
Con respecto a los negros en aquellos países en los cuales las grandes masas de éstos tenían una influencia significativa, también las consideró como un problema social y económico importante: (…)” en su rol de explotados, nunca están aislados, sino que se encuentran al lado de los explotados de otros colores. Para todos se plantean las reivindicaciones propias de su clase” .
VI.- El Carácter del partido: dos posiciones.
Fue uno de los temas más polémicos en la Conferencia entre los delegados de la IC y los representantes del Partido Socialista del Perú. Fue donde mayormente recayó la crítica de los delegados de la IC, los cuales rechazaron la idea del PSP, reclamaban su abandono y la inmediata fundación de un Partido Comunista. Se le criticaba al PSP que su base obrera y campesina no era clasista; mientras que a los peruanos se les instaba, simultáneamente, a organizar a ambos sectores en un partido comunista. La idea de incorporar intelectuales al socialismo y al partido también se les criticó por abrir las puertas a la pequeña burguesía como clase, insistiendo que los intelectuales –así en abstracto- eran normalmente traidores. Sin embargo, la mayoría de los partidos comunistas representados en la Conferencia eran abrumadoramente intelectuales; y todos los voceros de la IC igual. Al parecer se escondía detrás de las posiciones asumidas por los delegados de la dirección estaliniana de la III Internacional, lograr la total sumisión de los partidos comunistas de los países asistentes a los dictados de la dirección política de la IC (¿dominio eurocentrista?, ¿pensamiento único universalizado?). Al respecto, un delegado de la IC sobre el debate acerca del Partido Socialista Revolucionario de Colombia (PSRC), se expresó así:
(…) tengo la impresión (…) de que la adhesión del PSRC a la Internacional Comunista, no es motivada por la tendencia de modificar su ideología y encuadrar su acción táctica a los distados del KOMINTERN, sino que se trata de un partido que desea ampararse en el prestigio de la IC, verse apoyado por el movimiento comunista mundial para tomar el poder y luego no seguir el camino que le trace la III Internacional (…)
Puede inferirse los temores de los representantes de la III Internacional sobre el PSP, cuyos documentos contradecían las tesis principales de la IC para el continente y sus delegados defendían sus argumentos o criticaban otros con total independencia. Tenían que asumir esa posición en virtud de la formación y la cultura política que habían aquilatado durante tiempo de militancia al lado de Mariátegui. Éste hasta septiembre de 1929 defendió con vehemencia el carácter socialista del partido. Apenas murió en Abril de 1930, la IC envió comunicación a la dirección del partido presionando de nuevo para su conversión en partido comunista. Esta vez la IC se anotó un triunfo. En mayo del mismo año el PSP se convirtió en el PCP. Desde ese momento su accionar pasó a ser guiada estrictamente por las directrices de la cúpula dirigencial de la Internacional mencionada.
VII.- Política Colonial Burguesa e Imperialista Frente a las “Razas”
El capitalismo se sirvió de los sectores “feudales” para explotar en su provecho a las masas campesinas. Como en toda la América, los conquistadores españoles a su llegada cumplieron una doble función: por un lado convirtieron a la población indígena a la religión católica y, en el orden temporal, la encomienda debía proporcionar a la corona un tributo correspondiente, sin prejuicio de que el encomendero sacara para sí la cantidad que creyera conveniente. A lo largo del proceso colonizador, los curas aliados a las clases dominantes nacionales inculcaron en los indios un fanatismo religioso que, en gran medida, transformó las creencias iniciales de los indígenas. Sólo una conciencia de clase –decía Mariátegui- ; sólo el “mito” revolucionario con su profunda raigambre económica, y no una infecunda propaganda anti-clerical, lograrán sustituir los mitos artificiales impuestos por la `civilización` de los invasores y mantenidos por las clases burguesas, herederas de su poder. Había que conocer “la realidad concreta” para en consecuencia, trazar las políticas que hicieran posible la transformación de esa realidad. Además agregaba:
(…) nuestra investigación de carácter histórico es útil; pero más que todo debemos controlar el estado actual y sentimental, sondear la orientación de su pensamiento colectivo, evaluar sus fuerzas de expansión y de resistencia; todo esto (…) está condicionado por los antecedentes históricos, por un lado, pero, principalmente, por sus condiciones económicas actuales (…)
Esta visión de Mariátegui superaba la concepción pragmática, empirista e inmediatista de la política al fundamentarla en la investigación histórica; pero también ponía énfasis en “controlar el estado actual y sentimental” de los indígenas para “sondear la orientación de su pensamiento colectivo”; es decir, Mariátegui consideraba de vital importancia la animosidad de los sujetos para saber cómo estaban pensando como colectivo y hacia dónde se orientaba ese pensamiento. Se preocupaba por la subjetividad de los indígenas, cómo se representaban su realidad, cuáles eran sus verdades, sentimientos y aspiraciones porque comprendía que a los pueblos los mueven sus verdades no el voluntarismo preclaro ni omnipresente.
Sobre estas reflexiones Mariátegui le propuso un Programa de Lucha a la población indígena latinoamericana como base para una alianza histórica que creara las condiciones socio-políticas para su liberación de la situación de servidumbre y explotación de los sectores dominantes.
VIII.- Tareas Fundamentales para la Población Indígena
En las páginas anteriores se describe, de manera sucinta, la exposición de Mariátegui sobre la situación de las razas en América latina. A continuación se reseñarán las tareas que según él debían cumplir los Partidos Comunistas en el continente. Con estas tareas el Amauta peruano buscaba impedir que las burguesías del continente le imprimieran una orientación racial al problema de las razas y contraponer el carácter económico y social de esta problemática. He de señalar que la IC se puso en contra, en lo que a la “raza negra” se refiere, de las campañas que tendían a la formación de lo que ellos llamaron el “sionismo negro” en América latina.
Las reivindicaciones que según Mariátegui estaban planteadas en aquel momento y por las cuales debían luchar los trabajadores indios y negros explotados, serían las siguientes:
1. “Lucha por la tierra para quienes la trabajan, expropiada sin indemnización.
1.1.- Latifundios de tipo primitivo: fragmentación y ocupación por parte de las comunidades colindantes y por los peones agrícolas que las cultivan, posiblemente organizados en forma comunitaria o colectiva.
1.2.-Latifundios de tipo industrializado: ocupación por parte de los obreros agrícolas que los trabajan, organizados en forma colectiva.
1.3.-Los parceleros propietarios que cultivan su tierra, quedarán en posesión de las mismas.
2.- Formación de organismos específicos: sindicatos, ligas campesinas, bloques obreros y campesinos, ligazón de estos mismos por encima de los prejuicios raciales, con las organizaciones urbanas.
2.1.- Lucha del proletariado y del campesinado indígena o negro, para las mismas reivindicaciones que constituyen el objetivo de sus hermanos de clase pertenecientes a otras razas.
2.2.- armamento de obreros y campesinos para conquistar y defender sus reivindicaciones.
3.- Derogación de leyes onerosas para el indio o el negro: “sistemas feudales esclavistas”, conscripción vial, reclutamiento militar,etc” (Mariátegui; 256 y 257).
Únicamente, señalaba Mariátegui, la lucha de los indios, proletarios y campesinos, en estrecha alianza con el proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista, pueden permitir el libre desenvolvimiento de las características raciales indias y podrá (…)”crear la ligazón entre los indios de diferentes países, por encima de las fronteras actuales que dividen antiguas entidades raciales, conduciéndolas a la autonomía política de su raza” .
Como es notable, Mariátegui propone una alianza histórica entre los sectores revolucionarios y potencialmente revolucionarios del Perú y del resto del continente en torno a un Programa que recoge las más sentidas reivindicaciones y las tareas históricas de los sectores que integren la alianza, para construir una fuerza ética-política alternativa, un nuevo bloque de poder que diera al traste con la dominación feudal-capitalista y la construcción del socialismo; pero no el socialismo europeo –ese que se pareció mucho al capitalismo- sino un socialismo con rostro latino, sin predeterminar el sujeto de antemano sino descubriéndolo por su compromiso práctico con el proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad a través del análisis concreto de la situación concreta que se plantió transformar; un socialismo construido a partir de la cosmovisión del continente, con nuestro sincretismo cultural, combinando razón, pasión y “mito”; entendido como una construcción permanente y de todos los días: el Socialismo Indoamericano.
Estas reflexiones y la experiencia vivida por el Amauta pudieran contribuir a alumbrar el complejo camino que debemos transitar los revolucionarios y revolucionarias del continente en este siglo, para cumplir exitosamente con los retos que tenemos por delante.
BETTA, Lorena. José Carlos Mariátegui o el socialismo indo- americano, www.alertart.com
GUERRA, Martín. (2007) Mariátegui y el Che Guevara: Tres coincidencias, dos paralelos y una concepción. La Mancha, año 5, Nª 38, págs. 8 y 9 , Caracas, Venezuela.
MARIÁTEGUI, José Carlos. (1984) Obra Política. Ediciones Era, S.A., México
QUIJANO, Anibal.(2005) José Carlos Mariátegui (Textos Básicos) , Fondo de Cultura Económica (Colección Tierra Firme), México.
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