MARXISMO,
ECOMARXISMO Y DESARROLLO:
De la
lógica productivista a la preservación del medio ambiente
Por:
Ángel Custodio
Velásquez
Los filósofos no han hecho más que interpretar
de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Carlos
Marx
Tesis 11 sobre Feuerbach
Ayer
el progreso se cifró en Dios y hoy se soporta en la razón moderna.
La
ciencia se convirtió en la religión de
la civilización occidental.
Ángel
Custodio Velásquez
PRESENTACIÓN
La ideología del
progreso ha tocado fondo. Las promesas
que ofreció a la humanidad desde el mismo momento en que fue concebida, han
dado como resultado lo contrario de lo ofrecido: una naturaleza devastada por
la irracionalidad del capital; un ser humano sobre-alienado, un medio ambiente
altamente contaminado y una civilización sobre-individualizada y con patologías
diversas, que hacen presagiar un futuro no muy optimista a la humanidad. El
progreso y su lógica desarrollista ha generado tensiones estructurales con la
naturaleza al utilizarla como recurso ilimitadamente. Estas tensiones no pueden
superarse desde las teorías que nacieron
en la modernidad progresista. Unas por el simplismo de sus enfoques; otras
–aunque complejas- redujeron sus estudios al análisis de la producción de valor
de cambio por los trabajadores, su
apropiación por parte de los patronos para acumular riquezas, sin tomar en
cuenta el medio ambiente como parte constitutiva de esa teoría de la
producción. Por ello en este trabajo
se analiza, grosso modo, el devenir
histórico de la idea de progreso, desde el cristianismo hasta sus expresiones
modernas como el desarrollismo, la industrialización y el crecimiento ilimitado
a partir del uso de los recursos de la naturaleza como elementos finitos.
Igualmente, se indagan los límites de la teoría marxista clásica y su imposibilidad de proponer una teoría que
supere las lógicas del desarrollo. Sin embargo, se analiza el ecomarxismo como
una nueva teoría que, integrando al ambiente en una nueva teoría de la
producción, pueda posibilitar la construcción del ecosocialismo como
alternativa societal. Se finaliza con unas consideraciones finales, a manera de
conclusión sobre la temática estudiada. En ese mismo orden está estructurado el
trabajo.
I.
Del “progreso” celestial al progreso
moderno
La idea de progreso aparece como una de
las bases teóricas de la modernidad. Históricamente, esta idea se formuló aproximadamente
en 1680, en el marco de la discusión que oponía a los antiguos y los modernos.
Se enriquece más tarde por iniciativa de una segunda generación, que incluye
principalmente a Turgot, Condorcet y Louis Sebastián Mercier. Para efectos de
este trabajo se resume el devenir
histórico del progreso en los siguientes
términos:
§ Todos los teóricos del progreso se
adhieren a tres ideas-claves: 1) un concepto lineal del tiempo y la idea de que
la historia tiene un sentido, orientado hacia el futuro; 2) la idea de la
unidad fundamental de la humanidad, como un todo destinado a evolucionar en la
misma dirección y 3) la idea que el mundo puede y debe ser transformado, lo que
implica que el hombre se afirma como amo soberano de la naturaleza. Estas tres
ideas proceden originariamente del cristianismo. A partir del siglo XVII, el
desarrollo de las ciencias y la técnica llevaron a la reformulación de estas
ideas en una óptica secularizada.
§ Con los preceptos de la Biblia, la
historia se convierte en un fenómeno objetivable, una dinámica de progreso que
espera, en una perspectiva mesiánica, la llegada de un mundo mejor. El Génesis
asigna al hombre la misión "de dominar la tierra". La temporalidad es
el vector por medio del cual el mundo debe dirigirse progresivamente en dirección
a lo mejor. Dios se revela históricamente. La teoría del progreso seculariza
esta concepción lineal de la historia, de allí derivan todos los historicismos
modernos.
§ Francis Bacon, es el primero en utilizar
la palabra "progreso" en un sentido temporal y no espacial, afirma
que el papel del hombre es controlar la naturaleza conociendo sus leyes. Descartes
propone a los hombres volverse amos y
dueños de la naturaleza. El Cosmos no es ya portador de un sentido en sí mismo.
A partir de ahora no es más que un ente mecánico que es necesario desmontar
para conocerlo e instrumentalizarlo.
§ Se aplica el modelo mecánico de
comprensión: el del reloj. El tiempo se
vuelve homogéneo, mesurable: es el "tiempo de los comerciantes" que
sustituye al "tiempo de los campesinos". La mentalidad técnica surge
de este nuevo espíritu científico. La técnica tiene por objeto principal, producir
y acumular cosas útiles.
§ En el siglo XVIII los economistas
clásicos (Adam Smith, Bernard Mandeville, David Hume), promovieron el deseo
insaciable: las necesidades del hombre; en su opinión, pueden ser aumentadas
siempre y constantemente. Esta es la naturaleza del hombre querer cada vez más
y maximizar sus intereses. Se destaca el carácter acumulable del conocimiento
científico, por tanto, en el necesario
progreso se sabrá cada vez más, por tanto, todo irá siempre hacia mejor.
II.
La concepción del progreso en la época moderna:
razón, ciencia y producción.
§ En el siglo XVII, el concepto de progreso
implicó la idolatría de lo nuevo: toda novedad es mejor a priori por el hecho
de que es nueva. Paralelamente se considera al hombre como un ser
indefinidamente perfectible. Se cree que el hombre para realizar su humanidad
debe oponerse a una naturaleza "para civilizarse"; la humanidad debe
liberarse de todo lo que podría obstaculizar la irresistible marcha del
progreso.
§ A nivel político, el carácter asignado al
Estado por los teóricos del progreso es ambiguo. Por un lado, el Estado reduce
la autonomía de la economía, observada como la esfera de la
"libertad" y de la acción racional por excelencia. Del otro, permite
al hombre, en la tradición contractualista inaugurada por Hobbes, escapar a las
dificultades consustanciales del anárquico "Estado de naturaleza". La
idea es que la política debe hacerse racional. La acción
política debe volverse una ciencia, controlada por el principio de la razón.
§ En el siglo XIX la teoría del progreso conoce en Occidente su
apogeo. Se reformula en un entorno diferente, caracterizado por la
modernización industrial, el positivismo cientificista, el evolucionismo y la
aparición de las grandes teorías historicistas. Se hace hincapié en la ciencia
más que en la razón en sentido filosófico del término. La esperanza se
generaliza en una organización "científica" de la humanidad y en un
control por la ciencia de todos los fenómenos sociales.
III.
La idea de progreso sirvió de
legitimación a la colonización
Los términos "progreso" y
"civilización" tienden a convertirse en sinónimos. La idea de
progreso sirvió de legitimación a la colonización, cuyo objetivo consistió en difundir por todos los rincones
del mundo los beneficios de la "civilización". El mecanicismo del
Siglo de las Luces se combinará a partir de ahora con el organicismo biológico,
mientras que su pacifismo cede el lugar a la apología de la "lucha por la
vida". El progreso resultará, en adelante, como un producto de la
selección de los "más aptos" (los "mejores"), en una visión
competitiva generalizada, propio del pensamiento liberal. Esta reinterpretación
consolida el imperialismo occidental: la civilización técnica del Occidente es
considerada como la "más evolucionada" y en consecuencia, la mejor y
apta para gobernar. Partiendo de estas premisas:
§ Se generalizó la esperanza en una
organización científica de la humanidad y de un control por la ciencia de todos
los fenómenos sociales. Conjugada con el positivismo cientificista, esta teoría
da nacimiento al supremacismo societal que percibe las civilizaciones
tradicionales como inferiores o
temporalmente atrasadas. En este orden, la "misión
civilizadora" de las potencias coloniales consistió en hacerles superar
ese retraso. Además, postula que
existe un paradigma, como criterio
universal, que permite jerarquizar las culturas y los pueblos según cuan
próximas estén al ideal del progreso. El racismo aparece así directamente
vinculado al universalismo del progreso, en tanto que cubre un etnocentrismo
inconsciente o encubierto.
IV.
Se devela la estafa del progreso
La teoría del progreso está hoy
seriamente debilitada, pero aún sobrevive bajo distintas formas. Veamos algunos resultados del progreso:
§ La vida social se vive cada vez más bajo
el horizonte de la fatalidad. El futuro, que parece en adelante imprevisible,
inspira más pesimismo que esperanza. La agravación de la crisis parece más
probable que los "días esplendorosos" ofrecidos por el progreso.
§ La idea de un progreso universal sigue
vigente. Se cree que el progreso material
vuelve al hombre mejor, o que los progresos registrados en un ámbito se
reflejan automáticamente en otros. El progreso material aparece como ambivalente. Se
admite que junto a las ventajas que confiere, tiene también un coste. Se
observa que la modernización industrial se tradujo en una degradación sin
precedentes del marco natural de vida. La destrucción masiva del medio ambiente
dio nacimiento a los movimientos ecologistas, que estuvieron entre los primeros
en denunciar las "ilusiones del progreso". Se distingue entre tener y
ser, entre la felicidad material y la felicidad a corto plazo. El
individualismo que reina, combinado con un etnocentrismo occidental legitimado por
la ideología de los derechos humanos, se traduce en la destructuración de la
familia, la disolución del vínculo social y el descrédito de las sociedades
tradicionales. Aun así, la teoría del progreso sigue estando ampliamente
presente en su versión productivista. Se alimenta la idea de que un crecimiento
económico indefinido es a la vez normal y deseable, y que un mejor futuro pasa
necesariamente por el aumento constante del volumen de bienes producidos y por
la universalización de los intercambios. En suma, la teoría del desarrollo quedó
como una creencia en el imaginario social. Mientras no se abandone esta
creencia, no se habrá terminado con la ideología del progreso[1].
V.
La ideología del progreso y los límites
históricos de la teoría de Marx
El pensamiento de
Carlos Marx no escapó a la idea del progreso pensado desde la modernidad que se
convirtió en desarrollo; y éste asumió la forma de crecimiento económico
ilimitado. Sobre estas bases está soportado el capitalismo. Ello ha encontrado
insuperables limitaciones en su capacidad de crítica a la sociedad capitalista,
no solo como forma de organización de la propiedad o de ejercicio del poder,
sino como modelo civilizatorio. A pesar de su profundidad y radicalidad, la
crítica marxista al mundo del capital, no fue capaz de romper totalmente con la
cosmovisión representada por Occidente y por el capitalismo. Asumió a la
sociedad capitalista como una inevitabilidad histórica y como un paso histórico
progresista en la dirección de la liberación y la felicidad humana. Esta
ausencia de ruptura crítica en relación a dimensiones y a aspectos
constitutivos básicos de la sociedad capitalista, llevó al marxismo realmente
existente a la imposibilidad de pensar otro mundo alterno a la sociedad
tecnológica altamente centralizada y unidimensionalmente productivista,
desarrollada históricamente por el régimen del capital. A la lógica reductora
del capital, se opone la lógica igualmente reductora de la revolución para
industrializar; y la racionalización progresista y universalizante de todas las
dimensiones de la vida que está identificada como los valores proletarios[2].
Pareciera
que las promesas de la ciencia, el progreso,
el desarrollo de las fuerzas productivas, el bienestar material, la expansión
del Estado para satisfacer necesidades, son insuficientes para garantizar la
felicidad humana. Los otros valores de
la tradición marxista como la libertad, igualdad, desarrollo multifacético de
las potencialidades del hombre, no son compatibles con las ideas y posturas que
han llegado a ser dominantes en el marxismo realmente existente.
Por ello, el marxismo, de origen eurocéntrico, si bien tiene un componente
libertario, no superó el cientificismo de la ilustración ni la carga
positivizante implícita. La corriente positivista como parte de la razón
moderna junto con el pensamiento liberal-burgués, sirvieron de soporte
teórico-filosófico del capitalismo y contribuyeron para la construcción de una
sociedad liberal. El marxismo se fundamentó en el pensamiento que Marx y Engels
conceptualizaron de la sociedad industrial; y puso su acento en la producción
de valores de cambio por los trabajadores, apropiado por los burgueses y con
las cuales acumulaban riquezas y reproducían
el capital. Marx construyó una teoría fundamentada en un enfoque economicista que convirtió lo económico en un determinante
indeterminado. Esta sobredeterminación de lo económico deja de lado lo socio-cultural-cósmico[3].
Además, Marx no integró en su teoría a
la naturaleza y los procesos ecológicos
y socio-ambientales en las condiciones generales de la producción[4], a pesar de que ya en su
tiempo la depredación de la naturaleza estaba en su apogeo. En efecto, cuando Marx
escribió los Manuscritos
económico-filosóficos de 1844, tenía una visión naturalista del hombre.
No se percibe un discurso que considerara
al hombre y a la naturaleza como una sola unidad inseparable. Veamos lo que dice: "(…) la
vida (…) del hombre está (…) ligada a la naturaleza no significa otra cosa que
la naturaleza está ligada indisolublemente a ella misma, porque el hombre es
parte de la naturaleza"[5]. Decir
que el hombre “(…) es parte de la naturaleza (…)” no es igual a decir que el
hombre es naturaleza. Predomina igualmente un antropocentrismo en esa visión.
Para 1876, este mismo
naturalismo siguió presente, esta vez, en Engels: "No debemos
presumir demasiado nuestras victorias humanas sobre la
naturaleza. (…)”[6]. Si se
habla de victorias sobre la naturaleza, se supone que luchas contra la
naturaleza ¿para subordinarla?. ¿Se mantiene la concepción baconiana de someter
a la naturaleza hasta dominarla?
Más adelante señala que “La gente que en Mesopotamia,
Grecia, Asia Menor (…), destruyeron los bosques para conseguir tierras
cultivables, nunca imaginó que (…) acababan con los centros de colección y
depósitos de humedad (…).Refiriéndose a la naturaleza añade: “(…) nosotros pertenecemos a ella (…) y todo
nuestro dominio en ella reside en la ventaja que tenemos sobre el
conjunto de las otras criaturas de conocer sus leyes y poder servirnos de ellas
juiciosamente."[7] La preocupación está centrada en los
beneficios que perdían destruyendo los bosques, no en el daño que se acumulaba
sobre la naturaleza como recurso finito. Además, se ratifica la idea de dominio
sobre la naturaleza. En consecuencia, no se percibe en la obra de Marx y Engels un discurso ecológico. He aquí el límite de esta teoría.
Refiriéndose a los límites del marxismo, Enrique Leff
(1998) sostiene que:
(…) la deslegitimación de la teoría
marxista de la historia y de la economía política no tan solo se debe al
triunfo del neoliberalismo, sino al <vacío ecológico> del materialismo
histórico de una teoría que si bien ha producido un análisis crítico sobre las
causas de destrucción de la base de recursos naturales y la degradación
ambiental generadas por las crisis inherentes a la acumulación ampliada del
capital, no ha integrado a la naturaleza (los procesos ecológicos y
socioambientales) en las condiciones generales de la producción[8].
Más adelante el mismo autor afirma que: “El marxismo no ha
elaborado una teoría de la producción que incorpore las bases ecológicas y el
potencial ambiental en el desarrollo de las fuerzas productivas y que las
articule con relaciones sociales de producción fundadas en los principios de
una gestión participativa de los recursos naturales (…)[9]
(ibídem). Es evidente la gran debilidad que en materia de ambientalismo tiene
la teoría de Marx. Sin embargo, la teoría de Marx, por ser un sistema
abierto y en constante reconstrucción y recreación, aporta una epistemología
para actualizar su teoría, que encuentra un terreno abonado en el ecomarxismo
como posibilidad real para construir el ecosocialismo.
Por ello el marxismo, como
corriente histórica, para ser una alternativa real al agotado sistema
capitalista, tiene la tarea de
actualizar la teoría sobre la forma histórico-concreta que éste asume hoy y los
daños que le ha causado a la naturaleza. En esto Meszaros[10]
ha hecho un esfuerzo interesante pero sin hacer hincapié en el ambiente como parte inseparable del ser
humano. Por eso la actualización de la teoría marxista tiene que superar el
discurso de la sociedad industrial y alimentarlo con las conceptualizaciones
que deriven de la sociedad del capital financiero, del ambiente,
la comunicación y la industria simbólica. Pareciera que hay que hacer “una
segunda crítica a la economía ecológica”[11],
como señala Fernando Mires. En Marx existe el método y el enfoque filosófico;
lo que complementado con las cosmovisiones de nuestros ancestros en un proceso
de síntesis y superación, y considerando propuestas como la del BUEN
VIVIR se pueda construir una nueva teoría. La nueva teoría que surja, debe
servir de base para construir otra sociedad que supere al capitalismo pero
también los límites también productivistas del socialismo; debe tomar en
cuenta los daños que nuestra civilización le ha hecho al ambiente, que integre
armoniosamente la relación ser humano-naturaleza-cosmos. Ese es parte del reto.
VI. El Ecomarxismo: teoría para
comprender el ambiente; y el ambiente
como coartada para recrear el marxismo (neo-marxismo)
Ya no es secreto el daño hecho a la
naturaleza por la producción irracional del capitalismo y de cualquier otro
sistema ideo-político en el uso de los recursos naturales para la acumulación privada
de riqueza. Esta lógica productivista –que no está orientada a resolver
necesidades humanas-, forma parte de la idea del progreso como la resultante de una concepción lineal de la
historia según la cual las sociedades marchan de estadios inferiores a
superiores siempre en la búsqueda de “algo mejor”. Esta idea de progreso tomó
la forma de desarrollo y éste a su vez, la de industrialización y crecimiento
económico ilimitado. La idea del progreso ha sido tratada en páginas
anteriores. Sin embargo, es necesario señalar que en la sociedad contemporánea
el progreso es quizás la idea-fuerza más potente que existe; pero es evidente
su inviabilidad a corto plazo. Sobre el particular, Lander (1995) señala que:
(…) La destrucción
de la capa de ozono, el efecto invernadero, la devastación de bosques, el
empobrecimiento de los suelos fértiles, la creciente escasez de agua tanto para
la agricultura como para el consumo humano, la acelerada reducción de la
diversidad genética, la contaminación del aire y del agua, son las principales
señales de alarma que nos indican que la humanidad está llegando a sus límites
(¿o ya los habrá soprepasado?) de una degradación de los sistemas ecológicos
más allá de los cuales podría llegarse a alteraciones irreversibles que harían
imposible la vida[12]
(8)
Si bien Lander habla de los límites de la era industrial que
nos pone en una suerte de disyuntiva: o se toma conciencia que nos dirigimos a
un despeñadero y rectificamos, o corremos el riesgo de fenecer como
civilización, hace falta una conciencia ecológica que detenga esta carrera suicida del
desarrollismo. Precisamente. refiriéndose a las diversas teorías existentes en
el continente sobre el desarrollo y su concepción economicista que deja de lado
el problema ecológico, Becker (1999) señala que:
“(…) la vieja contemplación
economicista de los problemas del desarrollo tuvo una doble limitación: por una
parte, dejaba de lado los sistemas de importancia cultural y, por otra, el
contexto ecológico. Por esa razón, los problemas del desarrollo aparecían como
anomalías en la organización institucional. Sólo en un marco cultural y
ecológico, conceptualmente ampliado, pueden ser reelaborados y redefinidos”[13]
(283).
Este
desarrollismo que ha sido vendido al mundo como la posibilidad de resolver los problemas
de la sociedad, ha provocado daños irreparables al ambiente. En el régimen del
capital pareciera se ha disipado el sentido de humanidad porque “(…) la
sociedad ha perdido contacto con lo que tal vez sea la sensibilidad singular
decisiva para nuestra supervivencia como especie (…)”[14]
(Goleman, 2009:50). Especialmente con los dueños de las grandes corporaciones
transnacionales del capital que lo que le interesa es acumular riqueza sin
reparar los daños causados al ambiente y a los seres humanos. Esos daños
parecieran ir en aumento en lo que queda de la era industrial:
La concentración de
dióxido de carbono en la atmósfera ha venido subiendo a lo largo de la era industrial;
el nivel actual es 30 % más alto que el de 1850. Este nivel sigue subiendo
rápidamente debido a que la cantidad de dióxido de carbono emitida por
combustibles fósiles en nuestras plantas eléctricas, edificios, automóviles,
camiones, aviones y fábricas cada año –equivalente a 8000 millones de toneladas
anuales de carbón en todo el mundo- es más del doble de lo que puede ser
removida de la atmósfera y absorbida por la biomasa natural (árboles, plantas y
plankton marítimo) y disuelta en los océanos[15]
(Senge, 2009: 30)
La falta de una teoría integradora que
contenga lo ecológico y de cuenta de la
realidad socio-cultural-cósmica, no ha permitido el abordaje de la grave
situación descrita. Pero esta teoría no debe ser para ponerle apellido al
desarrollo; sino para superar la ideología del desarrollo como parte de la
episteme del progreso. Esta carencia plantea la necesidad de una segunda
crítica a la economía política de estos tiempos a los fines de producir una
teoría ecosocial. Desde los referentes filosóficos y metódicos en Marx y
superando el economicismo productivista, esa teoría es posible. Se trata de
crear una economía política del ambiente. Para ello el marxismo debe retomar las
categorías como naturaleza y cultura en
su condición original y situarlas en el centro del proceso productivo; pero
también redefinir lo que es riqueza, bienestar social, calidad de vida, entre
otras. En otras palabras, se trata de construir una nueva teoría de la
producción que incorpore el ambiente como aspecto constitutivo del proceso socio-productivo
que lo limita y lo condiciona. Esto daría cuerpo a una teoría eco-marxista.
Sobre el particular Leff (1998) sostiene que:
(…) Una teoría ecomarxista daría una nueva orientación y fundamentos al
desarrollo de las fuerzas que integren los procesos ecológicos, tecnológicos y
culturales en procesos productivos equitativos, sustentables y sostenibles.
Así, el ecomarxismo se plantea como un campo de articulación de la economía
ecológica y de la ecología política, capaz de integrar las condiciones
ecológicas de la producción, el potencial ambiental del desarrollo sustentable
y el poder político del movimiento ecologista, para construir una racionalidad
ambiental[16](335)
Lo planteado por Leff permite darle direccionalidad y viabilidad
política a la propuesta ecologista, en términos inmediatos y mediatos; pero es
necesario dejar claro que mientras no se resuelva la contradicción existente
entre el desarrollismo y el uso irracional
de la naturaleza como recurso finito, seguiremos atados a la lógica del
desarrollo, del industrialismo y su ideología del progreso. Hay que construir
una nueva episteme. He allí el reto.
Consideraciones
finales
1. La idea del desarrollo, fuertemente
influida por el cristianismo y la razón moderna, terminó siendo una oferta
engañosa por la llamada modernidad fundada en una sociedad profundamente
racional y del cálculo; moral y científicamente administrada. El desarrollo en
su forma de crecimiento económico ilimitado no solamente ha depredado a la
naturaleza sino también, su fruto ha sido lo contrario de lo que propuso a la
humanidad; la cual influida con la ideología del progreso, se ha encaminado
hacia su autodestrucción que pone en peligro su existencia.
2. El marxismo clásico alcanzó sus límites
teóricos. Fundado en la sociedad industrial y en el pensamiento de la
ilustración no terminó por superar el desarrollismo implícito en “el desarrollo
de las fuerzas productivas”; que también supone usar la naturaleza como recurso
y el cientificismo positivizante subyacente en su teoría. El marxismo
clásico se ancló en los estudios de la
explotación del hombre por el hombre en la producción industrial: la producción
de la plusvalía del trabajador en el tiempo socialmente necesario para producir
una mercancía, la apropiación de esta y su conversión en riqueza por los
capitalistas, la alienación y la enajenación del trabajo, entre otras cosas.
Marx no pudo ver, porque no lo vivió, el desarrollo de los monopolios y
surgimiento del imperialismo hacia 1870,
estudiado por Lenin; el reino del capital financiero transnacionalizado; la
sociedad de la información y el conocimiento y la industria simbólica; la
sobre-alienación de los seres humanos y los problemas ecológicos del mundo
actual derivados de la avanzada depredación de la naturaleza por la
irracionalidad del capital. Estos elementos marcan el límite de su teoría; pero
la epistemología propuesta por él, aportan claves para actualizar su teoría en una suerte
de neo-marxismo o, mejor dicho, de eco-marxismo.
3. El eco-marxismo es un instrumental
teórico potente que en la medida que integre una teoría de la producción desde
la relación socio-cultural-cósmica, la ecología y el medio ambiente, puede
aportar las claves para la construcción del eco-socialismo.
Notas
[2] Para profundizar en este tema, léase: LANDER,
Edgardo (2008), Crítica al marxismo realmente existente: verdad, ciencia y
tecnología, Fundación editorial el Perro y la Rana, serie pensamiento social,
Caracas, Venezuela.
[3] Se
entiende en este trabajo por lo socio-cultural-cósmico a las relaciones complejas
que concibe a los seres humanos y su
cultura, en su sentido más amplio, como parte inseparable de un espectro mayor
que es el cosmos.
Referencias
[4] LEFF,
Enrique (1998). Ecología y Capital (racionalidad ambiental, democracia
participativa y desarrollo sustentable), Siglo XXI editores, Caracas, Venezuela
p. 333
[5] MARX, Carlos (1962), Manuscritos económicos
filosóficos de 1844, Paris, Ed. Sociales,
pp. 62, 87, 89.
[8] LEFF, Enrique (1998). Ecología y Capital
(racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable),
Siglo XXI editores, Caracas, Venezuela p. 333
[9] Ibidem
[10] Ver Meszaros, István (2001), Más allá del
capital (hacia una teoría de la transición), Vadell Hermanos editores,
Valencia-Caracas, Venezuela, 1141 págs.
[11] MIRES, Fernando (1996). La Revolución que
nadie soñó o la otra postmodernidad. Editorial Nueva Sociedad, Caracas, p. 107.
[12] LANDER, Edgardo (1995). El dogma del progreso
universal, en: El límite de la Revolución Industrial, editorial Nueva
Sociedad, Caracas, p.8
[13] BECKER, Egon (1999). La transformación
ecológico-social: notas para una ecología política sustentable, en: THIELD,
Reinold E (editor). Teoría del desarrollo: nuevos enfoques y problemas, Nueva
Sociedad, Caracas, 2001
[14] GOLEMAN,
Daniel (2009). Inteligencia Ecológica, Vergara Grupo Zeta, México D.F.,
271págs.
[15] SENGE, Peter y otros (2009). La Revolución
Necesaria. Grupo Editorial Norma, Colombia.
[16] LEFF,
Enrique (1998). Ob .cit. p. 335